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Dolor
Duele igualito. Como si estuvieras sudando la cola, escuchando en vivo la noticia de un nuevo policía muerto –esta vez fue un militar que trató de evitar un asalto con su esposa embarazada-, o como si te despacharan el sueño de unas vacaciones porque los del gobierno quieren todos los dólares para ellos y el cupo de viajeros de los ciudadanos se lo van a bailar los jefes del régimen, familiares y amigos.
Duele sin tregua y con impotencia. Con vergüenza y terror. Con perplejidad porque no reconozco al país donde nací, ni a varios que se dicen mis hermanos, ni a muchos que creí mis amigos. Me siento sin identidad, o con la identidad equivocada para ser más precisa. Venezuela no es lo que veo, lo que siento, lo que lucho. A la que viví en los últimos años no la reconozco. Y me asusta.
Condescendencia
Me era imposible imaginar que un cubano me tratara con conmiseración, hasta que lo viví. Un canal de televisión en español transmitía la Cumbre de las Américas realizada en Panamá que era seguida con atención por un médico veterano que había salido de La Habana cuando visualizó lo que ocurriría en su país hace más de 55 años. Asegura, no sin dolor, haber acertado.
Su nombre es Ramón. Ve poco, casi no oye, camina con dificultad, sus manos temblorosas están a punto de ulcerar, pero su memoria la ejercita todos los días. El dolor lo mantiene despierto, la esperanza sí que en verdad la perdió. El estómago se le revuelve cuando Raúl Castro asoma su rostro en la pantalla como un triunfador, como una víctima, como un presidente legítimo. "Así es la política", trato de consolarlo tontamente. Ramón sabe de la vida mucho más que yo.
A Sebastián lo conocí cuando ya estaba encarnando a Raimundo Acosta. Yo de Sebastián Ligarde sabía por el seguimiento a las grabaciones en los estudios de Venevision Productions donde se realizaba "Demente Criminal" la teleserie inspirada en mi libro "Sangre en el diván" y que actualmente el canal Univision transmite en Puerto Rico.
Raimundo Acosta es el nombre con el que "Demente Criminal" identificó a Edmundo Chirinos.
En nuestro primer encuentro Sebastián se mostró ansioso de conocer más del personaje real. Había leído varias veces "Sangre en el diván" y quería la historia de la trastienda.
Como si de pronto todo el país fuese opositor y sólo quedaran unos pocos, ciegos, enchufados o fanáticos, por todos lados se escuchan palabras de desprecio y odio hacia Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y Miguel Rodríguez Torres.
Una señora le reclama a Maduro, más bien le implora que haga algo contra la inseguridad, que tome medidas contra la violencia y contra el hampa, y el presidente le responde con una interrogante: ¿qué quieres tú que yo haga?
Asesinan a Robert Serra en su casa de La Pastora. Crimen terrible donde los sospechosos son los miembros de su entorno más cercano.
Cuentan que hace mes y medio cuando se generó la posibilidad de que el periodista Jesús Chúo Torrealba fuese designado secretario ejecutivo de la MUD –idea que surgió de Un Nuevo Tiempo- varias de las organizaciones partidistas ofrecieron resistencia. Sentían -según trascendió- que iba a ser muy difícil para Chúo calzar los zapatos de Ramón Guillermo Aveledo quien a pesar de que los partidos tradicionales lo consideran uno de ellos, tuvo que cumplir una labor diplomática y en muchos sentidos titánica, para mantener la unidad. En cambio a Chúo lo han percibido más lejano, –a pesar de su intensa actividad en tiempos de la Coordinadora Democrática-. La fuerza de Chúo se sustenta en su importante labor en los medios de comunicación y su gran tesón para mantener al aire sus programas “Radar de los barrios” y “Del dicho al hecho”, lo cual ha manejado con autonomía, circunstancia que pudiese ser una piedrita en el zapato para muchos, y la razón de fondo que propició la resistencia a su designación.
Como marcados, pagando un karma o víctimas de un maleficio. Sensaciones que destacan en el venezolano por estos tiempos. La escasez cotidiana va decantando en tragedia cuando se trata de la salud pública, y viene entonces una situación confusa oscura que el gobierno nada hace por aclarar: ocurren diez muertes en el Hospital Central de Maracay. Ante eso, en lugar de actuar con transparencia, de tratar de aclarar el origen de tales fallecimientos, el Ejecutivo arremete contra los médicos que alertan sobre la extensión del virus Chicungunya –a nivel de severísima epidemia según expertos- y la propagación del dengue.
El empeño del gobierno en tratar de ocultar la preocupante situación asistencial del país, lo lleva a cometer errores que los venezolanos están pagando con sus vidas.
Resulta que para el Ministro de Relaciones Interiores, Justicia y Paz, etc. (ratificado) Miguel Rodríguez Torres, hay homicidios malos y otros, al parecer, no tan malos. El ex golpista del 4F afirma que 76 de cada 100 homicidios que se registran en el país (que se registran lean bien) son el resultado de enfrentamientos entre bandas criminales, o de antisociales y cuerpos de seguridad. En pocas palabras, casi todas las víctimas son delincuentes. Poco le faltó para afirmar: no sean tan duros con la estadística que puede que las cifras rojas resulten en una especie de limpieza, comparable a la que también se cumple en las cárceles venezolanas.
Tema delicado el planteado por Rodríguez Torres. La afirmación fue publicada en el diario El Universal el pasado 7 de septiembre.
Confieso una enorme debilidad por quienes hacen reír. Si yo logro una carcajada me ubico de inmediato en la categoría feliz. ¡Dígame si esa risa llega a ser tan irrefrenable que hace llorar! Es lo máximo. Lástima que me sucede con poca frecuencia. Siempre he estado más cerca de las lágrimas de la tristeza. La lectura de los textos que escribo genera lágrimas. Mis textos duelen. También yo he llorado mientras los escribía.
Llorar es algo que no me agrada. Eludo las lágrimas con abierta cobardía, pero qué va, ahí están tras un crimen, bajo una violación, frente a la impunidad.
Las lágrimas también brotan por indignación.