19 Oct
El día que hasta los esbirros lloraron
Visto 915 veces
Valora este artículo
(0 votos)

 

El concejal Fernando Albán había sido detenido una vez por el Sebin hace cerca de un año. ¿Su delito? Estar transmitiendo por Periscope junto a su compañera de partido, la diputada Dinorah Figuera, una protesta que reivindicaba al Tribunal Supremo de Justicia legítimo. El atropello duró poco, pero encendió las alarmas que funcionan desde que la dictadura en Venezuela se quitó la máscara. Después de arrasar con Voluntad Popular, la arremetida del régimen se enfiló contra Primero Justicia y Fernando era uno de sus miembros, muy cercano además a Julio Borges, objeto de obsesión de Nicolás Maduro y Jorge Rodríguez. Por eso Borges tuvo que guarecerse en Colombia sin impedimento para movilizarse a otros países para exponer desmanes de la pandilla que retiene ilegalmente el poder en Venezuela.

Fernando Albán convenció a su esposa y a sus dos hijos de que lo prudente era que se mantuvieran fuera del territorio venezolano. Él continuaría con su trabajo iniciado hacía varios años con la comunidad popular de Catia y su militancia que lo había llevado a ser concejal de la capital. En paralelo mantenía su compromiso con la iglesia.

El llanto unánime fue por la pérdida de un buen hombre, asesinado con especial impudicia. Nicolás Maduro, urgido de construir su historia de magnicidio que se diluye, que queda en chiste y que lo ridiculiza, se ha ido desesperando luego de transcurridos dos meses de que dos drones explotaron en un acto que él presidía. No hay una sola evidencia creíble o un testimonio contundente, que señale como responsables ni a Colombia ni a Julio Borges.

La estratagema se le ha complicado al régimen. El montaje grotesco contra el diputado Juan Requesens, desplegó las miserias oficialistas. Obligado bajo drogas a relatar un hecho que no significa delito y exponerlo con ropa interior restregada en heces ajenas para humillarlo, da dimensión de la catadura de los torturadores. Con todo y eso, las declaraciones de Requesens no pudieron ser incorporadas por la Fiscalía en el expediente.

Recientemente, Maduro enfureció al ver a Borges y otros venezolanos solicitando ante la ONU mayor presión contra la dictadura. Uno de ellos fue el concejal Fernando Albán. Entonces el Sebin, al estilo acostumbrado, lo secuestró apenas regresó al país y lo torturó para que inculpara a Julio Borges. Así se lo pudo comentar Albán a su esposa, en su única y breve llamada.

Las oficinas de “investigaciones” del piso 10 del Sebin son escenario de torturas. Esa es la única explicación a la pregunta ¿por qué Albán estaba allí? Los verdugos se sienten valientes con hombres esposados y entre los bárbaros la inteligencia no existe. Si a eso se une la impunidad, el resultado ya es conocido. Se les pasó la mano. Fernando Albán murió. Lo asesinaron. Después lo arrojaron por una ventana por la que era imposible que se lanzara bajo su voluntad. La posibilidad de llegar a ella esposado, sin ser visto por media docena de funcionarios, no existe. Se trata además de unas ventanas basculantes con apertura de unos 35 grados que exigen de cierta maniobra para que pase un cuerpo completo.

Les faltó tiempo para coordinar la mentira. Tarek William Saab, fiscal usurpador, declaró por teléfono sin que un solo representante del Ministerio Público estuviese en el lugar, que el concejal había saltado por una ventana del baño. Olvidó que el cubículo de la poceta al que son trasladados los detenidos, no tiene ventana. Por su parte el ministro Néstor Reverol dijo que había sido desde la sala de espera.

A las 12 y media de la tarde, el cuerpo de Fernando había sido lanzado. La orden para borrar pruebas fue inmediata. A los hoteles aledaños les quitaron el contenido de las cámaras y a los mototaxistas apostados cerca del edificio del Sebin, les decomisaron los teléfonos. Las medidas de emergencia castigaron incluso a los funcionarios del CICPC a quienes les cortaron la luz para obstaculizar la colección de evidencias y les impidieron acceder al contenido de las cámaras.

Para la autopsia se buscaron a un “médico” pirata que ignora cómo se determina la data de las múltiples lesiones en partes blandas y óseas que aportaría información respecto al momento y la causa de la muerte. Una mamarrachada deliberada.

Y el estupor llegó a testigos del crimen cuando varios funcionarios rompieron en llanto. Pero la complicidad para mantenerse en el poder es más fuerte. Es predecible que las diferencias entre Néstor Reverol y González López serán solventadas. El fiscal denunciado ante la Corte Penal Internacional, Farik Mora, firmará lo que le ordenen. Y los autores materiales e intelectuales recibirán su bono. Sentirán que se salvaron. Hasta que un día se haga justicia.