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09 Jan
Expulsar a Maduro para sobrevivir
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Los dictadores necesitan disfrazarse y si es de militares, mejor. A su afán de mostrarse poderosos, a su urgida ansiedad de inspirar miedo y de lograr admiración se le hacen imprescindibles unas lentejuelas pintadas de verde, un arma de fuego, una espada, un casco sobre el que se sostiene una voz rugiente (al menos en su mente), en fin, algo así como el rol que viene representando Nicolás Maduro en eventos públicos luego de tener la humillante certeza de que Edmundo González Urrutia resultó triunfador en la elección presidencial con una diferencia de 40 puntos. También en ese espectáculo se ha montado el capitán delivery Diosdado Cabello convocando el terror en una grotesca exhibición de armas ratificando su decisión de violencia, confirmando el odio ganado de un pueblo que ha decidido expulsarlos del poder.

Todos ellos cayeron de narices el 28 de julio. Ahora Maduro cuando tiene la certeza del desprecio manifiesto, pretende desconocer la voluntad de los venezolanos y como no tiene donde asirse, apela al disfraz de hombre autoritario asomando los cañones de nuestra Fuerza Armada, esa FANB deformada por la tiranía, convertida en amasijo oxidado, desmoralizado y hambriento que también lo desprecia; por eso se ha visto obligado a convocar a la llamada milicia y a sus internacionalmente conocidas bandas delictivas.

Maduro intentará juramentarse el 10 de enero contra la voluntad de un país. Procura hacernos retroceder, llevarnos a la barbarie, arrastrarnos a la violencia.

Es de un ser miserable llevarse por delante a millones de seres humanos. Maduro sabe que nunca habría llegado a ser presidente de la República venezolana si Hugo Chávez no estuviese muerto, si Elías Jaua hubiese aceptado encargarse de la vicepresidencia cuando Chávez se la ofreció, y por supuesto, no estaría ocupando Miraflores sin que los cubanos decidieran que les convenía atrapar a un hombre maleable, nada ilustrado, amoral, sin carisma, ambicioso, con inclinación narcisista e incapaz de amar.

Nicolás Maduro no tiene un solo sentimiento bueno hacia los venezolanos. Quizás le sucede lo mismo con el resto de la humanidad, pero somos nosotros los que tenemos que cargar esa cruz por este calvario.

Maduro jamás ha contado con el apoyo legítimo de la soberanía en términos de votación o representatividad. Ese poder que reside en el pueblo y que se expresa a través del voto, nunca le ha favorecido porque hasta el resultado de la primera elección, cuando el candidato opositor fue Henrique Capriles, está en duda.

Lo de Maduro no ha sido un gobierno; para los venezolanos ha resultado en una condena, un padecimiento, el peor de los castigos.

Maduro no deja de amenazar con proclamarse presidente el próximo 10 de enero. Si lo hace, comenzará entonces su tiempo de descuento, para él y para aquellos que lo acompañen en semejante desventura… porque el mundo entero está informado de que ese día habrá terminado su periodo como presidente y que

comenzará oficialmente su tiempo como dictador. A ese título se le adjuntará el adjetivo de sanguinario que ya es uno que se le adhiere con naturalidad.

Para el pueblo venezolano se prolongaría el dolor y comenzaría una nueva faceta que nos costaba imaginar que sufriríamos, pero que, entre tantos años, la desventura nos ha ido preparando: se llama resistencia.

Es decisión del pueblo venezolano expulsar a Maduro del poder. Acompañados de un sólido y valiente liderazgo hemos transitado la ruta pacífica y democrática. Y no cederemos espacio ni voluntad. Maduro tiene que irse.

Expulsar a Maduro es un asunto de sobrevivencia. Hemos llegado al extremo de la disyuntiva de que o se mantiene esa tiranía sanguinaria lo que es una especie de muerte, o luchamos por la libertad, la vida, el futuro.

A diferencia del 28 de julio cuando Maduro engañado por sus asesores creía que podía ganar, ahora ya sabe que el país lo detesta. Embargado por esa mezcla de resentimiento, odio, miedo y ambición, Maduro es más que nunca presa del crimen organizado, que ya viene usufructuando nuestro país.

Ha llegado nuestro turno y el mundo democrático que defiende la libertad nos apoya.

Si bien se auguran tiempos complejos, difíciles para nuestro país, también el portal de los sueños se mantiene abierto para un pueblo que ha padecido muchos años de sufrimiento. Venezuela resistirá, luchará y ganará. Y Maduro caerá.