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Desde los tiempos de Hugo Chávez la construcción de túneles ha sido un asunto estratégico para resguardo y como alternativa de escape, esto último tema de obsesión para Nicolás Maduro. Se sabe que la élite del régimen, sin excepción, valiente no es.

Para los trabajos de revisión y mantenimiento de áreas de seguridad y huida, los cubanos están utilizando parte del personal que llevó a cabo algunas modificaciones al Palacio de gobierno estando vivo Hugo Chávez, incluidos arreglos del Balcón del Pueblo. Ese equipo trabajó en mejorar el acondicionamiento de uno de los sótanos, a la altura del despacho 2 de Miraflores exactamente encima del quirófano. Dicho túnel está previsto como vía de escape.

Los cubanos dirigen, pero quienes ejecutan son efectivos militares. No todos los túneles pueden ser utilizados; algunos están sin terminar y otros requieren de una considerable inversión y tiempo para su uso. 

El comportamiento de Maduro ha sido la de un criminal que goza de protección e impunidad con permiso para pisotear la soberanía de otros países como lo ha hecho con la embajada argentina; o capaz de mantener en prisión a miles de venezolanos privándolos de su derecho a defenderse, violando sus derechos humanos.

Entre los tibios, la indiferencia o complicidad de Colombia y Brasil puede hacer que los mandatarios de esos países la paguen muy caro; tal vez por eso Gustavo Petro trata de curarse en salud al afirmar en actos públicos “miren lo que le pasa a Venezuela que ya no sabe si es democracia, ya no sabe si es revolución, y la verdad es que el pueblo ya no los quiere”.

Otros mandatarios en cambio han sido frontales apoyando la lucha opositora y con ellos Maduro como siempre, ha lucido su ruindad. Muestra reciente ha sido el asedio implacable a la embajada argentina en Venezuela. 

Hay muertos, presos, torturados, abusados sexualmente, secuestrados. El registro diario de violaciones a los derechos humanos no deja de crecer.

Los efectos de facilitar una entrega y sabotear la voluntad de un pueblo resulta criminal. 

Más que desconocer al liderazgo opositor que ya había recibido el apoyo de los venezolanos en unas primarias, los normalizadores -bautizados así por el pueblo- están en la vía contraria de respetar el resultado electoral. Somos los ciudadanos los que estamos siendo atacados.

Claro que los normalizadores están en su derecho de pensar distinto, pero yo también. Y ese pacto con la dictadura me parece ruin, mezquino. Hacerlo, además, desde una supuesta trinchera opositora, como lo hacen los alacranes, resulta penoso. ¿O quién los designo para pactar en nuestro nombre?

Un impulso importante ha resultado el reconocimiento de Estados Unidos a González Urrutia como presidente electo, decisión transmitida por el secretario de Estado, Antony Blinken. Es lógico esperar que el escenario internacional se active para que otros países se sumen en la misma línea.

Si bien Washington había convalidado las evidencias refrendadas por el Centro Carter, así como el testimonio de exmandatarios y respetadas ONG´s, junto a la contundente evidencia de las actas que prueban que González Urrutia resultó efectivamente ganador en los comicios del 28J, ésta reciente postura oficial de los norteamericanos impulsa una lucha que ha sido agotadora. Que lo diga la valiente María Corina Machado. No es cosa menor enfrentar una tiranía sanguinaria que ha destinado recursos y maldad, violentando la norma y liderando una represión despiadada que algún día tendrá que pagar.

La dictadura venezolana ha ido escalando en el daño infligido. Miles de familias de nuestro país languidecen de angustia, impotencia y dolor temiendo el peor destino para los suyos, rehenes de la tiranía. El caso de los presos políticos, seleccionados en su mayoría para aleccionar a la dirigencia opositora y como factor de persuasión para la población, han perturbado a los organismos internacionales defensores de los derechos humanos. En sus registros está documentado que a todos los detenidos se ha irrespetado el derecho a la defensa; en los procesos se ha impuesto la defensa pública de utilería por lo que todos están viciados de nulidad absoluta. Los lapsos tampoco se han cumplido. Transcurridos casi tres meses y medio, muchos juicios no han comenzado. Todo ocurre vía telemática. Los guardias de seguridad han conseguido ganancias de la maldad. Las tarifas por no torturar oscilan entre 500 y dos mil dólares.

El tema de Estados Unidos dividió la opinión de los venezolanos, como es lógico. Eso es lo natural en una democracia, por eso se vota. Según mi percepción, los que votaron por Kamala Harris (y quienes lo habrían hecho de ser estadounidenses) básicamente se pronunciaron contra Donald Trump y sus no pocos defectos; pero quienes votaron por el presidente electo, lo hicieron porque creen que Trump garantiza un apoyo más contundente a la causa libertaria venezolana, que reforzará la denuncia de fraude contra Maduro y presionará para que se cumpla la voluntad de los que votaron por González Urrutia el pasado 28 de julio.

Este debate no es fácil de procesar frente a la angustia por el destino de los migrantes, específicamente los venezolanos desolados, harapientos y desesperados que cruzan la frontera norteamericana y que de manera terrible han sido igualados por Trump con el Tren de Aragua.

Venezuela finalmente fue ubicada por quienes defienden la libertad, en el cuadro vergonzoso y doloroso de una dictadura.

Comenzó entonces la batalla de la resistencia y la ejecución del plan a cumplir con tenacidad, con responsabilidad y con mucha valentía que no es más que la promesa de llegar hasta el final, mantra invocado por la voz principal de María Corina Machado que guía al punto de inflexión del 10 de enero, cuando cesa el ejercicio de la presidencia de Nicolás Maduro que debería entregar al presidente electo Edmundo González Urrutia.

Partir el brazo a quienes protestan, doblegar a los rebeldes, aterrorizar a los ciudadanos, no han modificado el sentimiento de un país que lo detesta y cuya causa ha sumado voluntades, especialmente de autoridades extranjeras que presencian espantadas acciones del monstruo corrupto.

Su cuota de tranquilizantes aumentó luego de recibir mensajes por su Whatsapp personal cuyo saludo fue: “has sido interceptado”, (por eso prohibió el uso de dicha aplicación en el país). Esa fragilidad era impensable hace menos de un año. Internamente desbaratado, ya no sabe en quién confiar, su entorno íntimo se ha desarticulado, presuntos amigos y socios negocian a sus espaldas o conspiran contra él. Maduro es rehén de sus miedos. La traición se ha instalado en Fuerte Tiuna y en Miraflores. Sospechosos y presos recientes son los mejores amigos de los Rodríguez, o de Diosdado, de Cilia o de él mismo. Maduro está viviendo el proceso del ocaso; de la merecida y probablemente estrepitosa caída. Quizás hasta de la ruina; ya se sabe la fragilidad de las finanzas de los tiranos que entregan su fortuna a unos testaferros.

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