Hace un año a Nicolás Maduro no le pasaba por la cabeza la posibilidad de que en esta fecha estuviese en serio peligro su permanencia en el poder. Su esfuerzo y atención se centraban en disfrutar los privilegios de ser la cabeza de un régimen que se sostiene sobre el miedo y la represión, con una fortuna amasada con la explotación de los exiguos recursos que han usufructuado las mafias que operan bajo la batuta de la élite de Miraflores.
La historia habrá de reivindicar la importancia del comportamiento democrático de la oposición que ha privilegiado la estrategia y la unidad dejando a un lado egos de atrabiliarios, manteniéndose en la ruta electoral democrática.
Formar parte de la comisión negociadora que culminó con el Acuerdo de Barbados ha sido uno de los pasos políticos fundamentales que la historia habrá de reconocer.
Fue Maduro el que se equivocó. Acostumbrado a nuestros errores repitió el camino de procurar fracturarnos, solo que esta vez terminó colaborando en desenmascarar a los alacranes que al ser reclutados por la dictadura fueron identificados como traidores, lo que resultó en un proceso de limpieza del mundo opositor que se liberó de corruptos inmorales, algunos de ellos presentes en el vigente tarjetón electoral que en una elección libre tendría el rostro de María Corina Machado elegida por más de dos millones de venezolanos como su candidata presidencial. Pero Maduro asomó su miedo y lo impidió. Sin embargo, bloquear a María Corina no detuvo la decisión de seguir avanzando en unidad. Básicamente de seguir haciendo buena política.
No tengo dudas de lo mucho que le pesa a Nicolás Maduro haber subestimado la voluntad de los venezolanos. Acostumbrado al populismo de Hugo Chávez su ego se fue inflando una vez se sentó en la silla presidencial desde donde todo su accionar ha sido en perjuicio de la población venezolana a la que ha mutilado sin piedad.
No conforme con todo el daño ejecutado, Maduro pretende prolongar su permanencia en el poder a como dé lugar. Es evidente su desconcierto al recibir el desprecio de un país. Por mucho que quiera engañarse es imposible no darse cuenta. Quizás no lo había detectado porque vivía cómodo entre el Palacio y sus viajes, comiendo, vistiendo, gozando de los lujos más exóticos del planeta. Al pueblo lo veía a través de su ego y de los aduladores de su entorno muchos de los cuales hoy buscan aceleradamente otra alternativa de vida al percibir una inminente caída.
Durante estos 11 años en el poder, Maduro se ha sostenido sobre la miseria de los venezolanos y sobre un ejército convertido en aparato represor, cuyos jefes pervertidos por el dinero se asocian al crimen organizado, algunos premiados con honores, al destacarse como torturadores.
En ese tiempo la libertad y la democracia han pasado a ser para los venezolanos recuerdos y referencias pasadas igual que informar y opinar sin temor, o divertirse con los chistes de políticos que eran transmitidos en programas cómicos de televisión sin que nadie fuese apresado, o que los jóvenes pudiesen estudiar en escuelas y universidades de altísimo nivel, o que el ciudadano protestara sin ser perseguido, o el derecho a envejecer con dignidad, o la seguridad de disfrutar una salud pública con excelente servicio, en fin ... Todo eso Maduro lo hizo explotar.
Pero lo perdido se puede recuperar. Hoy Venezuela es una ruina que con honorabilidad se ha puesto de pie. Cada imagen que veo de Maduro teniendo que salir de su burbuja, obligado a confrontar al pueblo, lo disfruto una inmensidad. Me conmueve ver cómo la gente de manera espontánea reta al dictador espetándole verdades, burlándose de su gestualidad ridícula, gritándole mentiroso, lanzándole de vuelta su limosna.
Es insostenible para Maduro mantenerse en el poder. Con esto no quiero pecar de optimista y decir que la solución está fácil, pero no tengo dudas de que su caída es indetenible. Están saturados hasta los suyos.
Además, y muy importante, hay alternativa. El país la conoce, la ha abrazado, está feliz con ella y siente orgullo de lo que ha venido sucediendo desde la oposición.
Tenemos que reconocer el esfuerzo de nuestro liderazgo y tenemos que apoyarlo en la epopeya de ganar este 28 de julio. Para ello además de votar por Edmundo González Urrutia, como dice María Corina Machado, hay que cobrar. La lucha, hasta el final, ha de culminar con la sólida y estable recuperación de nuestra democracia.