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El régimen (de Maduro) ha movilizado a casi todo el tren ejecutivo para una campaña electoral que un pueblo abandonado nunca imaginó. Y junto al personal está la carga de ingentes recursos. No van a escatimar para tratar de impeler a los habitantes de Barinas para que voten, mientras la familia del presidente fallecido ha decidido abstenerse, hasta nueva orden. Tampoco los Chávez quieren a Maduro. Los momentos destemplados entre quienes ahora ocupan Miraflores se fueron volviendo frecuentes desde que las hijas de Chávez se negaron a entregar La Casona. Maduro comenzó a desconfiar de todos ellos y fue acumulando grabaciones y expedientes sobre la familia. Desde la madre Elena y el padre Hugo de los Reyes, pasando por Adán hasta los pichones de la última generación, han sido espiados. Comenzaron a filtrar eventos bochornosos para los Chávez, como el ocurrido en el hato La Chavera, un día que el teniente coronel en un numeroso almuerzo familiar con amigos descubrió un vehículo oculto bajo un gigantesco forro.

El oficialismo ganó, pero ahora son menos. Tienen más gobernaciones, pero perdieron poder municipal. Han registrado la participación más baja en el histórico del chavismo. Igual, el proceso del 21N ratificó que en Venezuela no hay elecciones libres. El pronunciamiento de la Misión de Observación Electoral de la Unión Europea no dejó dudas sobre esta conclusión. La respuesta de Maduro, sin sorpresas, fue atacar calificando a sus miembros de espías. El 21N se abstuvo el régimen y se abstuvo la oposición. Los resultados del 21N han ratificado que la dictadura no está dispuesta a respetar un resultado electoral donde salga derrotada. Se sabe que no existen condiciones para cumplir con unas elecciones. ¿Y qué vamos a hacer? Ese pueblo harto que se abstuvo y ese pueblo también harto que votó, son prueba fehaciente de que el régimen es el nuevo ejército de los disminuidos. El campo de batalla no se puede abandonar. Y si quienes dirigían la lucha no encabezan la iniciativa de convertir esto en una oportunidad, tendrán que hacerlo otros.

Venezuela está poseída por grupos criminales y países interesados en su territorio y de lo que va quedando de sus riquezas. Rusia, China e Irán, cada uno con su estilo, han avanzado peligrosamente en el trabajo de moldear el pensamiento, de orientar voluntades a través de las nuevas tecnologías de la comunicación. Dirigen a las masas para obtener de ellas respuestas convenientes.  Esos tres países han contribuido a construirle al régimen de Maduro un poderoso ecosistema de medios que tiene el objetivo de difundir masivamente sus matrices propagandísticas y manejar a la opinión pública. Es evidente que la hegemonía comunicacional del régimen se impone sin resistencia posible. La adquisición o cierre y destrucción de medios, la censura, la persecución de periodistas y de cualquier vocero que le resulte amenazante ha llegado a una audiencia que reacciona bajo la arbitrariedad de las emociones, sin percatarse de que está siendo manipulada.

Zona Gris es un territorio construido por grupos o por países que aprovechan el vacío de Estado para desdibujar fronteras. El control de este espacio suele ser impulsado por países que confrontan las democracias liberales y en concreto a Estados Unidos. Es un sistema fluido, adaptativo y depredador que usualmente es sostenido por grupos irregulares armados vinculados al comercio ilegal de drogas. También pueden actuar organizaciones que operan por inspiración religiosa o ideológica. La Zona Gris es una manera de evadir una guerra abierta ante la imposibilidad de vencer la superioridad militar norteamericana. Es, por lo tanto, un conflicto no convencional. La Zona Gris puede causar cambios relevantes en el sistema económico global, con poco o nulo desgaste de parte de quien la genera. En el caso de Venezuela existe el interés de fortalecer a Nicolás Maduro, ampliamente cuestionado por la comunidad internacional. De hecho, Rusia, China e Irán han logrado sostener al régimen.

 

El régimen toma ventaja del cansancio, del desgaste de la oposición. Aunque en lo personal estoy convencida de que a la causa la dictadura nos ha hecho un favor al exponer a los vendidos. El proceso electoral del próximo 21 de noviembre se desarrollará en un pueblo escéptico que sobrevive en orfandad. Por eso es admirable toda posición -sea cual sea- que se asuma desde un compromiso de lucha, de parte de unos ciudadanos que se niegan a entregarse y que están convencidos de que seguirán haciendo lo necesario para sacar al dictador y recuperar la democracia. El régimen ha construido lo necesario para no dejar el poder. Los venezolanos no solo estamos enfrentando a un partido corrupto y maloliente levantado sobre el presupuesto que estaba destinado al beneficio público, además, el monstruo de la corporación criminal expresado en mafias y países se aprovecha de la disposición de Maduro a entregar territorio y riquezas a cambio de apoyo para seguir en Miraflores.

 

El fiscal Khan tiene una de las mejores caras de póker que he visto en los últimos tiempos. Y yo juego póker.

Se ha marchado del país un hombre que ha renovado la esperanza en los venezolanos. La decisión de que el expediente por crímenes de lesa humanidad contra Nicolás Maduro avance a la fase de investigación en la Corte Penal Internacional, debe ser interpretada como lo que es: un paso que acerca a la élite de la dictadura a responder ante la justicia.

Llevar a los jefes del régimen a la fase de investigación para establecer la verdad sobre los crímenes de lesa humanidad cometidos desde 2014, con especial énfasis en 2017, coloca por primera vez en estos años de dictadura, una espada de Damocles sobre quienes se han creído intocables violentando el estado de derecho. Ahora, la justicia internacional tiene facultad para actuar en el caso venezolano. La Fiscalía de la CPI podría incluso imputar en casos sustentados en sólidas evidencias.

Ales Saab, empresario colombiano, operador de las finanzas de la familia presidencial, conocedor por lo tanto del entramado de corrupción de la dictadura en sociedad con el crimen organizado, defendido hasta la desesperación desde Miraflores, ahora está en una prisión federal en Miami. En las imágenes transmitidas por Zoom de la audiencia celebrada el 18 de octubre pasado, los observadores destacaron el temblor de sus piernas que agitaban la tela de la braga color naranja.

La espera había llevado al escepticismo de muchos venezolanos acostumbrados a las derrotas, resignados a que los corruptos logran imponerse hasta mucho más allá de nuestras fronteras haciendo valer sus conexiones políticas y activando sus redes poderosas.

 

Más de 170 millones de dólares pagó la dictadura, según fuentes periodísticas, para la defensa de Saab. Esa cifra no incluye los planes paralelos que incluían dos operativos de rescate con los que Maduro había garantizado a sus socios que el reo colombiano no pisaría suelo norteamericano. 

A Baduel lo enterraron de manera expedita bajo inhumación controlada. Le temen hasta después de muerto. Estaban convencidos de que manejaba un código secreto para comunicarse con militares y civiles.

El general en jefe Raúl Isaías Baduel tenía 66 años. Había que conocerlo para entender su filosofía de vida. Ningún delito que le adjudicaron pudo ser probado. Los procedimientos judiciales fueron absolutamente irregulares.

Baduel es el tercer preso político que fallece este año en las mazmorras venezolanas, lo que ha sucedido mientras el régimen gestiona una visita del Fiscal de la Corte Penal Internacional porque necesita mostrar rostro de mansa oveja. Pero el maquillaje no le alcanza para ocultar tanta sangre. Muerte sospechosa es el término forense para el caso del general. Como sospechoso es todo lo que ha rodeado a los eventos posteriores a su fallecimiento.