La noche del sábado primero de diciembre de 2007 el general Raúl Isaías Baduel lamó a mi teléfono celular. Estábamos a horas del proceso de votación con el que intentaban reformar la Constitución, y Baduel, después de su retiro cinco meses atrás, se había convertido en militante del NO, oponiéndose a la aspiración de Hugo Chávez de perpetuarse en el poder. El enfrentamiento había reactivado la tensión en la Fuerza Armada y alterado la psiquis de Chávez que comenzó a considerar a Baduel como un peligroso rival político. Baduel, en su explosivo discurso de despedida, había cuestionado el camino por el que su amigo y compadre llevaba al país. “Debemos inventar un socialismo, pero no de una manera caótica; antes de redistribuir la riqueza debemos crearla; el socialismo que se pretende restaurar no tiene por qué estar reñido con la democracia o la propiedad privada; se debe respetar la separación de los poderes”. Y aunque Chávez al principio quedó congelado, Fidel Castro no. La orden fue aniquilarlo.
Cuando hablamos esa noche, Baduel todavía no creía a Chávez capaz de hacerle daño. Sabía sí de su molestia, pero minimizaba las informaciones provenientes de Miraflores que registraban la furia del entonces presidente cada vez que conocía de reuniones de Baduel con estudiantes activados por el cierre de Radio Caracas Televisión. La paranoia de Chávez también se potenciaba por el liderazgo de Baduel dentro de la FANB.
Esa noche que conversamos, Baduel fue muy firme en una promesa: si Chávez se atreve a no respetar los resultados, la Fuerza Armada estará obligada a actuar. Lo aseguraba un hombre con alta ascendencia dentro de los militares. El triunfo del NO enfureció a Chávez y activó la venganza contra Baduel. Desde entonces el chavismo convirtió su vida en un infierno, hasta su último minuto de vida, cuando su corazón dejó de latir la tarde del 12 de octubre de 2021. Murió en brazos de Adolfo su hijo, también preso, que lo apretó desesperado sin que ningún carcelero del Sebin se apiadara de la solicitud de atención médica. Allí había sido depositado luego de sufrir durante cuatro años la tortura física y especialmente psicológica de estar encerrado en La Tumba con aislamiento intermitente de hasta 45 días, incluida la destrucción continua de sus objetos religiosos. No hay espacio suficiente para agregar lo que han sufrido sus familiares durante la ejecución de 12 años prisión. Acosos, amenazas, persecuciones, secuestros, hurtos, arrollamientos, choques, disparos... Además de cuanto se divierten los cobardes obligando a desnudar a mujeres antes y después de las visitas en prisión, su abogado Omar Mora Tosta en octubre de 2012 fue víctima de un atentado, tres de sus hijos han padecido el encierro en las mazmorras chavistas.
Intentaron doblegarlo por muchas vías. Una en particular fue denunciada por su abogado. Tiene que ver con la especie de arrepentimiento que le dio a Chávez antes de viajar a Cuba con la certeza de que le quedaba poco tiempo de vida. Fue después de las elecciones adelantadas para octubre porque se temía que muriera antes. Corría noviembre de 2012 y Chávez quiso hablar con algunos de sus amigos a los que había traicionado. Existe la certeza de que con dos fracasó en su intento. Uno fue Luis Miquilena quien después de abril de 2002 nunca más le dirigió la palabra y el otro fue el general Baduel. La aproximación fue burda, torpe y repugnante. Envió a Iris Varela, entonces ministra de Prisiones, simulando una supervisión de rutina para finalmente ofrecerle un indulto a cambio de su arrepentimiento. "La dignidad no se negocia" fue la respuesta que hizo pública el abogado Mora Tosta quien agregó que el general le comentó que no iba a renunciar a sus convicciones para obtener una medida alternativa. A Iris Varela le ripostó: dígale a Chávez que es un cobarde, si quiere que venga para acá, y si no, yo voy.
A Baduel lo enterraron de manera expedita bajo inhumación controlada. Le temen hasta después de muerto. Estaban convencidos de que manejaba un código secreto para comunicarse con militares y civiles.
El general en jefe Raúl Isaías Baduel tenía 66 años. Había que conocerlo para entender su filosofía de vida. Ningún delito que le adjudicaron pudo ser probado. Los procedimientos judiciales fueron absolutamente irregulares.
Baduel es el tercer preso político que fallece este año en las mazmorras venezolanas, lo que ha sucedido mientras el régimen gestiona una visita del Fiscal de la Corte Penal Internacional porque necesita mostrar rostro de mansa oveja. Pero el maquillaje no le alcanza para ocultar tanta sangre. Muerte sospechosa es el término forense para el caso del general. Como sospechoso es todo lo que ha rodeado a los eventos posteriores a su fallecimiento.
Los muertos hablan y la justicia tarda, pero llega. Vale para todos.