No fue suficiente que la esposa y la hija del chofer Robert Azuaje estuvieran a bordo del autobús Expresos Lara. Tampoco que algunos pasajeros –dicen testimonios recogidos por los reporteros a sobrevivientes- solicitaran al conductor que bajara la velocidad. No lo hizo. Tal vez se quedó dormido. De cualquier manera todo terminó muy mal. Terriblemente mal. El autobús Mercedes Benz quedó partido, se podría decir que rebanado, luego de llevarse la defensa vial en el kilómetro 50 de la Autopista Regional del Centro para luego chocar contra un árbol.
20 muertos y 15 heridos -10 de ellos de gravedad- dejó este accidente ocurrido a las 4:10 de la madrugada del lunes en la ruta Barquisimeto-Caracas y del cual se están investigando las causas, sin descartar una falla mecánica, pero con el peso de quienes aseguran que el chofer iba muy rápido sin necesidad.
La tragedia vial es una de las peores ocurridas en los últimos años en el país aunque la estadística en términos generales es bastante dolorosa, según registro de los medios de comunicación. Por ejemplo, en julio del año pasado, 16 personas fallecieron y 33 resultaron heridas en el choque entre un camión y un autobús en el estado Guárico; antes, en abril de 2012, dos autobuses chocaron cerca de Barcelona. 14 personas murieron y 22 quedaron heridas.
Y así, para atrás, el registro no hace más que reafirmar el descuido con el que este gobierno maneja el tema del transporte público -y privado-. El control, el mantenimiento de las vías y la supervisión de las condiciones de los medios de transporte, son responsabilidad del gobierno.
El tema no es sólo penalizar al chofer como el único responsable, si es que es esa la conclusión. El asunto es que las vías en Venezuela son un verdadero peligro. Un desastre. Lograr sortearlas sin que ocurra un accidente, ocurre gracias a la protección de Dios. Entre los huecos y los asaltantes, los caminos para recorrer nuestro país, acabaron con el turismo interno. Quienes transitan por nuestras carreteras lo hacen con mucho temor y por una verdadera necesidad. Y más ahora cuando viajar en avión se ha hecho imposible.
El pésimo estado de las carreteras es uno de los mejores ejemplos de la desidia y la inmoralidad con las que este régimen ha administrado los recursos en este país. Recuerdo hace años que para ridiculizar como el colmo de la ineficiencia de un gobernante, la gente decía: es que no hizo ni un kilómetro de carretera. Pues este régimen no sólo no lo ha construido, además, lo que existía lo ha destrozado.