Dice el Centro Carter que las autoridades (del régimen) deberían respetar la voluntad de los ciudadanos venezolanos. También ha concluido, en informe hecho público esta semana, que existe evidencia sólida que confirma el fraude ejecutado deliberadamente por Nicolás Maduro al torcer la voluntad del pueblo que votó masivamente el 28 de julio por Edmundo González Urrutia para presidente de la República lo que expresaba en consecuencia la decisión de expulsar de Miraflores a quien tanto daño nos ha hecho.
¿Sirve de algo este documento? Contundentemente sí, aunque la decepción se ha apoderado de millones de ciudadanos frustrados que sienten que eso nada cambia y que el riesgo y el esfuerzo, además de burlados han resultado inútiles.
Ahora es el poderoso quien en venganza perfora cobardemente la piel de los ciudadanos con la soberbia de un tramposo que opera con impunidad, multiplicando dolor con muertos, presos, torturados o expelidos del país.
Es grande la impotencia de saber que la voluntad de la mayoría, cuantificada en más de 7 millones de venezolanos, ha sido descaradamente burlada por una minoría que se sostiene por mafias que saquean las riquezas de nuestro territorio y pisotean a los ciudadanos que viven cada día en más pobreza.
Agobia esa sensación de que solo los malos ganan. Miramos a nuestro alrededor y encontramos familias destruidas de hambre, rogando colaboración para medicamentos, con los tristísimos reportes de cierre de hospitales, escuelas, centros de investigación, universidades. Somos un pueblo desahuciado.
Y, sin embargo, no nos entregamos. Hacerlo sería el suicidio y eso difícilmente es procesable para los venezolanos decididos a amar intensamente la vida.
¿Qué hacer para enfrentar tanta adversidad, cuando hasta el panorama internacional a pesar de sólidos pronunciamientos, está ocupado en sus propios temas que por demás son inmensamente complejos?
Nadie puede hacer más que nosotros mismos. Y ya conocemos el panorama de nuestras propias miserias. Enfrentamos a un poderoso que a punta de billete dirige tendencias en las redes sociales sostenidas sobre la frustración del venezolano que apuntan contra el liderazgo opositor con narrativas sazonadas vilmente para descalificarlo.
Se sabe que bajo la vulnerabilidad es más fácil comprar mentiras por lo que el régimen no tiene que esforzarse para que muchos ciudadanos caigan atrapados en esas redes como pajaritos.
Con billete también se compran voluntades muchas de las cuales apuestan a dividir a la oposición.
Ese es el oscuro panorama frente al que es obligatorio resistir con firmeza hasta encontrar una nueva oportunidad de avanzar. Para ello, primero que nada, debemos confrontar con la fuerza de un toro, el descrédito o intento de debilitamiento que dispara contra María Corina Machado, obsesión de Maduro, quien intenta acabarla por la vía que sea necesaria. El tirano y su entorno saben que en una elección limpia María Corina los barrería hasta sin hacer campaña. Pero es otra la situación, así que estamos obligados a cuidarla y a recomponer la estrategia, cosa complicada. Por ejemplo, a mí me cuesta entender las razones de quienes anuncian participar en los nuevos fraudes planificados para cargos regionales y del parlamento, así como la temible modificación de la Constitución.
El tiempo tampoco parece ir a favor de la causa libertaria, lo que hace más urgente tratar de recomponerse sobre un punto crucial: hacer enormes esfuerzos por mantener la unidad, desprendiéndose eso sí, de aquellos que pacten con el régimen.
Debemos usar todo lo que tengamos a mano y ahondar la creatividad en la protesta local y seguir agitando a la comunidad internacional. En ese sentido sí que es importante el informe del Centro Carter. Su contenido es de inmensa solidez y seriedad, aunque su pulcritud la sintamos de excesiva candidez. Pero así son las reglas del juego en las democracias.
En todo caso las conclusiones del Centro Carter son firmes y sostenibles ante cualquier tribunal: “Las elecciones no fueron democráticas; el proceso no cumplió con estándares internacionales de integridad electoral y los resultados anunciados por el CNE no pudieron verificarse de forma independiente; fue evidente el sesgo en el proceso de inscripción de candidatos y evidente la exclusión de la mayoría de los votantes en el exterior; hubo falta de transparencia en el anuncio de los resultados y aparente falsificación de los mismos; no hubo libertad de campaña; hubo uso desproporcionado de recursos del Estado en favor de Maduro; la oposición fue intimidada, agredida, encarcelada, antes y después de la jornada; fue evidente la censura”.
La lista se podría extender. Sabemos que eso no va a cambiar en próximo proceso. Y nosotros no tenemos derecho a resignarnos. En peores condiciones otros países lo han logrado. Porque el mundo se mueve, por fortuna.