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06 Mar
Xenofobia en la Quinta Vergara
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Sobran evidencias en las que sociedades enaltecen la ejecución de maltratos que discriminan por religión, raza, sexo, en fin, lo que ya sabemos. En la era de las transmisiones en vivo ese daño se ha extendido y ahora viralizado, llegando a normalizarse por pura diversión, en una especie de lapidación pública de la que algunos radicales se enorgullecen con impunidad. El asunto consiste en destrozar una presentación y con ello al intérprete, como parte del espectáculo. Una especie del “chacal de la trompeta” en caliente.

En algo así se ha convertido parte de la ceremonia asumida por los asistentes al Festival de Viña del Mar en Chile, un público calificado como “el monstruo” por su despiadada reacción ante quienes no satisfacen sus requerimientos, que sabe Dios cuáles serán. El evento, que ya es tradición al llevar 65 años realizándose, ha abrazado a grandes figuras de la música, pero también a la gente de la comedia que básicamente es a quienes les ha ido peor.

Evaluar lo ocurrido recientemente al comediante venezolano George Harris en la Quinta Vergara debe trascender al registro de la solidaridad automática como connacional, o al cotilleo desde la poltrona que debate si George se equivocó en manejar la situación ante 15 mil personas, nada más ni nada menos.

La imagen del incidente, repetida hasta el agotamiento, me dolió inmensamente. Es inevitable pensar y asociar este impasse con el sufrimiento de millones de venezolanos que se han visto obligados a emigrar y específicamente en este caso, a los que han escogido penetrar la Cordillera Andina pasando por Colombia y atravesando Ecuador y Perú; son 6.600 kilómetros aproximadamente en los que deben enfrentar condiciones climáticas muy adversas para poder llegar a Chile. Es una odisea con tramos largos a pie, cargados de miseria, tristeza, miedo, y apenas con lo esencial para sobrevivir. Es una travesía que además de extenuante resulta ineludiblemente peligrosa con la segura compañía de bandas criminales que roban, extorsionan incluso abusan sexualmente.

Por todo esto, determinar lo sucedido en la Quinta Vergara es un asunto muy complejo que no debe excluir ese puñal que millones de venezolanos cargan enterrado en su dignidad y en el corazón. Son nuestros compatriotas obligados a salir de su país huyendo de la tiranía, la persecución política, y la miseria. Profesionales en muchos casos, ciudadanos decentes, trabajadores que han de mendigar y depender de gente piadosa. Familias desesperadas que ansían, al parecer equivocadamente, ser abrazadas en este caso en Chile; abrazos que sí correspondimos los venezolanos cuando ellos lo necesitaron.

Hablamos entonces de gente querida que es víctima de la xenofobia.

No se debe restar relevancia al suceso en la Quinta Vergara con el argumento de que otros comediantes han sufrido lo mismo. Tampoco es sensato ni generoso afirmar que quien se sube a una tarima tiene que estar dispuesto a recibir tomatazos, reduciendo el asunto a que todo es parte del espectáculo.

Bastó conocer el clima hostil en medios de comunicación y redes sociales que fue construido previamente a lo que sería la presentación del venezolano George Harris, para esperar lo peor. George como ustedes saben, es un profesional con éxito en la comedia desde hace 20 años, y es además un hombre bueno y muy trabajador.

Pasado el mal trago, algunas cosas se han ido aclarando; ha trascendido, por ejemplo, el testimonio del director del festival Viña del Mar, Alex Hernández, quien denunció que un grupo organizado de chilenos se colocó en puestos estratégicos para sabotear, lo que significa que no se trató de una insatisfacción circunstancial, sino que, al contrario, fue una celada que ubicó agresores con acceso a micrófonos que llevaban el objetivo de desencajar a George y boicotear su actuación.

También está el tema de los presentadores. Había que ver su actitud en el escenario con comentarios como “no hay que pelear con los chilenos; siempre ganamos”.

Todo fue penoso, duro, triste.

Eso ha sucedido en el mismo país donde el 21 de febrero de 2024 fue asesinado el teniente venezolano Ronald Ojeda, cuyo caso apunta a responsabilizar a miembros del Tren de Aragua contratados por Diosdado Cabello, organización delictiva que entrega argumentos a quienes quieren perseguir a migrantes venezolanos, en un discurso repetido incluso por comunicadores que olvidan adjuntar correctamente que la existencia de esa banda es una excepción entre nuestra migración, cometiendo con ese un error y una maldad narrativa que mimetiza nuestra idiosincrasia con el comportamiento criminal.

Estimaciones oficiales chilenas registran en ese país a 532.715 venezolanos lo cual representa casi 33 por ciento de la población migrante, sin embargo, cálculos expuestos en la reciente Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas por el presidente Gabriel Boric indican que la cifra ha ascendido a 800 mil.

Es compleja la situación ante el incremento de hechos registrados y testimonios de venezolanos que aseguran comportamiento xenofóbico de parte de algunos chilenos. Ejemplos sobran. Registro uno que ocurrió en diciembre pasado, en una escuela chilena que acogía estudiantes venezolanos quienes fueron atacados con piedras.

Así que el saboteo agresivo a la presentación de George Harris es correctamente interpretado como xenofobia.