“Hay que dejar de escuchar a los estafadores y a los perdedores. Hay que pararse, quitarse el polvo y seguir. Estamos enfrentando un sistema criminal por lo que hay que recuperar la fuerza”, dijo recientemente en una reunión con periodistas la líder María Corina Machado.
En efecto, pasamos por un momento muy difícil en el que la dictadura se aprovecha del desaliento y alimenta la desesperanza, arremetiendo además con mucho dinero para desacreditar al liderazgo opositor y procurar su división. La tiranía estruja también la circunstancia de seguir en el poder a pesar de su derrota del 28 de julio burlando la voluntad de casi 8 millones de venezolanos que pasmados por la frustración se ven vencidos por la tristeza y pisados por la bota de la represión.
Nicolás Maduro trata de convertir su derrota en una oportunidad de mantenerse en el poder y de avanzar en su sistema criminal captando adeptos ansiosos por participar en negocios ilícitos. A eso también se suman a los agazapados envidiosos, los frustrados, los de doble rasero, los que traicionan por un cargo que nunca obtendrían en un proceso electoral limpio.
La circunstancia descrita en Venezuela me ha llevado a documentar la caída de algunos dictadores en nuestra región. Saltaron varios casos, pero hoy quiero referirme a un régimen que contó por más de 40 años con el apoyo de Estados Unidos. Una dinastía familiar que se apoderó de la vida y de las riquezas de un país. Me refiero a los Somoza en Nicaragua.
La dinastía de los Somoza mantuvo por más de cuatro décadas el control absoluto del aparato estatal bajo una represión feroz. Por eso da tanto dolor que luego de recuperar la democracia, el tirano Daniel Ortega la esté aplastando de nuevo.
No pretendo comparaciones. Se trata de realidades distintas, aunque me resultó inevitable explorar experiencias y reflexiones sobre las acciones, las derrotas y finalmente el éxito de la oposición en ese país.
En el ejercicio del poder, la familia Somoza asaltó una sexta parte de las tierras consolidando una abultada riqueza, mientras el pueblo cada vez más empobrecido y desmoralizado perdía las esperanzas. A pesar de todo, la oposición de varias generaciones nunca claudicó, aunque estaba fragmentada entre los grupos liberales tradicionales, los movimientos estudiantiles y los guerrilleros marxistas del Frente Sandinista de Liberación Nacional. Parecía imposible que grupos tan disímiles alcanzaran acuerdos.
¿Qué se ajustó para lograr expulsar al último dictador de esa familia, Anastasio “Tachito” Somoza?
Contrario a los pronósticos, el Frente Sandinista de Liberación Nacional logró articular una alianza con sectores empresariales, sindicatos, la Iglesia, intelectuales y estudiantes, que, juntos, activaron una movilización sostenida que fue desgastando a la dictadura lo que generó primero la atención y luego el apoyo de la presión internacional.
También en Nicaragua la vía armada fue determinante. EL FSLN lanzó ataques a cuarteles y creó una red de resistencia en las ciudades y zonas rurales.
Visto está que en Venezuela la situación es distinta; pequeñas iniciativas armadas han sido aplastadas; además no hay señales de grupos insurrectos en la FANB.
Los expertos coinciden en que se hace imprescindible en nuestro país estructurar una resistencia civil activa lo que significa la capacidad de organizar actividades como sabotajes estratégicos y alianzas con militares descontentos de quienes el régimen no sospecha. Hasta el momento en la FANB no ha habido señales de resquebrajamiento, al contrario, se mantiene como un bloque que opera en comunión con el crimen organizado.
En la caída de Somoza el 17 de julio de 1979 también fue clave el retiro del apoyo norteamericano y la acción de organismos internacionales y gobiernos democráticos que facilitaron el aislamiento de la dictadura. Claro, ahora la geopolítica es mucho más compleja.
La urgencia presente, la obsesión de Nicolás Maduro, es desgastar, debilitar el liderazgo de María Corina Machado. Ella es el blanco de toda la estrategia porque ella construyó un poderoso movimiento; ella llegó al alma de los venezolanos y todavía ella es el símbolo de la esperanza.
Por eso Maduro empuja a todo pulmón una campaña de desprestigio para alimentar la desesperanza del pueblo disparando contra ella. El régimen lo hace con mucho dinero y sobre muchos tontos y egoístas a quienes les es más fácil echarle la culpa a otros sin darse cuenta de que van al cadalso por su propia trampa.
Toca entonces no solo enfrentar a un régimen sanguinario, sino también a aquellos que se revuelcan en la tortura de convertir un éxito en derrota.
Es necesario insistir en que el régimen de Maduro es insostenible. Que los dictadores pueden y han sido derrocados en iguales o peores circunstancias para el mundo libre.
Lo que tumba a una tiranía es la tenacidad y para ello la oposición debe mantenerse unificada.
Dicen los expertos: El esfuerzo ha de ir por la movilización permanente, estructurada como una resistencia sostenida promoviendo paros nacionales, campañas de desobediencia civil y presión en sectores clave para la dictadura.
Y por supuesto insistir en dos frentes, el de la Fuerza Armada y la presión internacional.
No compro la desesperanza. Creo como María Corina que Venezuela será libre.