Vergüenza
Un país es una palabra, un nombre. También puede ser un sentimiento o un adjetivo.
Venezuela generaba envidia por sus riquezas, guiños de complicidad con placer masculino por sus bellas mujeres, gritos de orgullo por sus peloteros, lágrimas de emoción por sus músicos, en fin, Venezuela sonaba a gigante, retumbaba e hinchaba. Ya no es así.
Los espacios de los medios internacionales apenas alcanzan para registrar los montos asaltados por la banda que está frente al gobierno. Realmente "las bandas", sí de bandoleros.
Ausentes de moral, saquearon los recursos y entregaron a terroristas y ladrones no sólo los recursos materiales. De lo que más se vanaglorian es de haber pisoteado el alma, humillado el espíritu, impuesto el miedo y logrado la resignación de los venezolanos.
Pero es ese impudor el que los llevará al cadalso. Ellos mismos se han comenzado a ahogar entre las toneladas de dinero que contrastan con la pobreza a la que han llevado al pueblo venezolano. Quieren más y ya no pueden. No existen bancos suficientes para asegurar su fortuna. No hay tantos delincuentes para contratarlos para que laven su dinero. Los testaferros van dejando de ser confiables. Además, ¿dónde van a disfrutar su riqueza?
Igual duele mucho. Y da vergüenza. Esos segundos de silencio que prolongan el silencio de los ciudadanos de otros países, quienes casi siempre te consuelan con el golpeteo de una mano sobre tu hombro. "Lo peor es que además de ladrón es bruto, y ustedes lo han permitido". Sin comentarios.