Nicolás Maduro,tirano de Venezuela, títere de Cuba, ha decidido avanzar en la extensión de su fuerza irregular, reforzando su brazo armado con los grupos de la guerrilla colombiana, específicamente el ELN, lo que en consecuencia le complica el país a su homólogo Gustavo Petro, su usual aliado, y quien últimamente viene sudando frío por sus desatinos e imprudencia luego del rifirrafe epistolar a través de redes sociales con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, a partir del regreso de inmigrantes colombianos; hecho del que Petro salió penosamente humillado.
Semanas antes Maduro había profundizado su plan para interferir el idílico proyecto de “paz total” lanzado por el presidente colombiano en el 2022 prometiendo acabar con los conflictos armados en su país. Así, este 16 de enero pasado la zona del Catatumbo al noreste de Colombia y fronterizo con el estado Zulia en Venezuela, se convirtió en un infierno de enfrentamientos entre el ELN y las disidencias de las FARC, específicamente el frente 33, lo que ha dejado la dolorosa estadística de por lo menos 40 muertos y 80 mil desplazados.
Cualquier venezolano podría decir, ese no es mi problema y estaría equivocado, no solo por la injerencia directa de Maduro en el conflicto, sino por las razones para hacerlo y de cuánto nos afectan las consecuencias.
Un eventual plan de Maduro es entregar a sus aliados del ELN parte de territorio venezolano y forzar por extensión que se facilite lo mismo del lado colombiano para que supuestamente cesen los conflictos, creando en realidad una zona de alivio, de impunidad para los guerrilleros y un problema de grandes dimensiones. Sería el paraíso del crimen organizado porque además del control político, la gran disputa es por la posesión de los negocios lícitos e ilícitos que ofrece la zona, ya inventariada por los regímenes de Cuba y Venezuela cuyos tiranos salivan ambicionando disponer de esas riquezas petroleras, de carbón, uranio, así como de los suelos fértiles para producir mucha cocaína con ubicación excelente para su traslado por vía aérea y marítima hacia el Caribe, México, Estados Unidos y Europa.
Los días a partir de los ataques de la guerrilla han sido desoladores para los habitantes del Catatumbo obligados a escapar despavoridos dejando abandonados los cadáveres de sus afectos por no atreverse a recogerlos.
Gustavo Petro sabe lo que sucede, pero prefiere referirse al conflicto con sugerencias: “hay una fuerza extranjera ocupando el territorio colombiano; esto es un problema de soberanía nacional”; pero el mundo informado puso nombre a los responsables: Nicolás Maduro y su ejército irregular. Por el momento el presidente de Colombia estimula la vía diplomática propiciando reuniones entre los titulares de Defensa de ambos países.
Lo cierto es que desde hace por lo menos cinco años, gracias a Maduro la paz se ha alejado para Colombia con el fortalecimiento de los grupos armados. Investigaciones periodísticas de la revista Semana lo confirman: “Maduro quiere dominar por completo la frontera, ajustar la retaguardia y frenar planes que puedan desestabilizarlo”. Lo confirman fuentes de la fuerza pública, mandatarios locales, líderes sociales, campesinos y los propios guerrilleros.
En efecto, el tiempo y los hechos han ido demostrando los planes de expansionismo de las fuerzas irregulares colombianas y el apoyo brindado por Nicolás Maduro al apalancar al ELN, reducir a la disidencia de las FARC y enlazar lo que va quedando de la Fuerza Armada venezolana con los irregulares. De hecho, la versión de las FARC es la evidente complicidad entre el ELN y los militares al mando de Vladimir Padrino López y especialmente de Diosdado Cabello; así como la operación de tirar una celada y acorralar a las FARC. Fuentes de inteligencia la describen como un trabajo de compinches en la que los militares venezolanos facilitaron al ELN la ejecución de la masacre.
En cuanto a Venezuela, Maduro trata de reforzar su cuestionado poder bajo la fuerza de las armas guerrilleras extranjeras y para ello solo confía en los cubanos que ahora junto a sus socios del ELN resultan en su filtro de seguridad para protegerlo del pueblo al que Nicolás le teme con la certeza de su desprecio refrendado mediante el voto el pasado 28 de julio.
Los hechos no hacen más que demostrar que entre otras muchas destrucciones, para Maduro es fundamental eliminar el último vestigio de democracia en la Fuerza Armada venezolana. Por eso pervierte a sus miembros convirtiéndolos en traficantes de droga, uranio, oro. Son realmente sus rehenes delincuentes, mientras a los guerrilleros les entrega comida, municiones, armas, y sí también la participación en los delitos.
Esa es la evidencia. La desgracia la completa que del lado colombiano esté Gustavo Petro, un hombre sobrepasado por el cargo. Un incapaz que no por eso deja de ser peligroso.