La frase es atribuida a “Garganta Profunda”, personaje mítico, fuente clave para los reporteros del The Washington Post Bob Woodward y Carl Berstein, en la investigación del asalto a unas oficinas del Partido Demócrata conocido como el escándalo Watergate.
Mark Felt, exdirector adjunto del FBI, fue “Garganta Profunda”. Eso lo reveló él mismo, en un artículo de opinión publicado en el 2005. Habían transcurrido 33 años del suceso. Al desvelar la identidad de la fuente, también fue aclarado que la frase que le atribuyen a Felt , “follow the money”, nunca la dijo. La confusión nace porque es la recomendación de su personaje a Robert Redford (Woodward) en la película “Todos los hombres del Presidente”, para llegar con eficiencia a los verdaderos responsables del Watergate. La frase quedó en la memoria de muchos porque es una propuesta lógica y porque debe ser una norma a seguir para cualquier periodista de investigación.
A pesar de los esfuerzos de organismos internacionales y de algunos países para enfrentar la corrupción y el lavado de dinero, la maldad va siempre a mayor velocidad. Avanzados y complejos algoritmos y en especial, la ausencia de ética ante la tentación de obtener dinero fácilmente, protegen al ladrón y dificultan que la ley sea acatada. Sin embargo, muchos delincuentes poderosos que parecían intocables, caen a pesar de tener poder, dinero y capacidad de comprar conciencias.
Seguir la ruta del dinero a los corruptos en Venezuela es más sencillo que hacer públicos los resultados de la pesquisa. El miedo y la hegemonía comunicacional conforman un pésimo escenario para revelar la verdad. En nuestro país, además, no hay justicia.
Muchos de quienes han asaltado las arcas del país han estado o siguen estando, en las directivas del PSUV, de la Asamblea Nacional Constituyente, en cuanto organismo público existe, en la alta nómina del Ejecutivo nacional y regional. Pero también existen en otros lados, incluido el sector opositor.
En la medida en que Venezuela se sostiene menos por el petróleo y más por el dinero fraudulento que se mueve sin ningún tipo de control, más obligadas están las cabezas del régimen a aceitar el sistema de corrupción, dentro y fuera de nuestro territorio. En el caso interno, los militares han sacado un inmenso provecho a esa circunstancia. Dicen que lo de Vladimir Padrino López es grotesco.
El asunto del dinero es lo que a todo corrupto realmente le importa. Por eso es que las sanciones, aplicadas con eficiencia son pieza clave para amordazar a la tiranía. Son las sanciones lo que les preocupa y los transforman en diligentes negociadores que proponen diálogo y hacen promesas a cambio de indulgencia.
Ya debería estar claro que después el régimen nunca cumple y lo que es peor: aprieta las tenazas de una dictadura.
Más recientemente, siguiendo la ruta del dinero, las agencias federales llegaron a Raúl Gorrín, quien fue acusado en una corte de Florida por corrupción y lavado. Gorrín es dueño de Globovision, Seguros La Vitalicia, Banco Plaza y otras propiedades millonarias. Si alguien no sospechaba de él, es por idiota. Gorrín operaba con Alejandro Andrade quien ya se declaró culpable en Estados Unidos de haber recibido 1.000 millones de dólares en sobornos. Estamos hablando de un solo funcionario.
Sin embargo, en los últimos años, Gorrín floreció conviviendo con el régimen y con la oposición. La sociedad cómplice venezolana en su máximo esplendor.
¿Por qué nos vamos a sorprender? A nadie espantó que Gorrín fuera miembro de la banda de Los Enanos junto a Maikel Moreno, quien agregaba a su curriculum dos homicidios y ser marido de una Miss para ascender al Tribunal Supremo de Justicia.
La decisión contra Gorrín debería servir para reflexionar sobre la permisividad que ha existido frente a muchos deshonestos que “son menos malos, si ayudan” y de opositores que en alivio de sus conciencias, llegaron a argumentar que Gorrín y Maikel Moreno solo esperaban el momento oportuno para saltar la talanquera y sacar a Maduro para favorecer la transición.
De ser cierto que Maikel Moreno y Raúl Gorrín se plantearon esa posibilidad, tengan la seguridad de que en ese escenario, el dueño de Globovision se veía como presidente. Eso explicaría la voluminosa inversión para mejorar su imagen. No olviden que en 2016 recibió el premio de “personalidad Iberoamericana del año”. Son merecedores de esta distinción entregada por la Organización de Periodistas Iberoamericanos, figuras representativas de la comunidad internacional que han contribuido a la paz mundial. Ustedes me dirán.
