Los movimientos del general Hugo “el Pollo” Carvajal desde que rompió con Nicolás Maduro a finales de 2018 han estado marcados por la estrategia de evadir la justicia de Estados Unidos. No es el interés de El Pollo desenmascarar las operaciones de la guerrilla y el narcotráfico en las que él mismo participó. Su prioridad es permanecer vivo en libertad, camino que ahora se le muestra muy difícil porque en un juicio tendrá que hacer algo más que cacarear. Le llegó el momento de presentar pruebas para poder negociar.
Cuando lo entrevisté en Madrid en octubre de 2019, El Pollo me insistió en que El Cartel de los Soles no tenía un capo mayor, ni su operación se parecía a la de otros carteles de droga. Su descripción se amoldaba más bien a la referencia del tristemente histórico bochinche venezolano. Me insistía sí, en que toda Venezuela está tomada por el narcotráfico en sus distintas vías: aire, tierra, ríos y mar, así como en todas las instituciones en sus diferentes jerarquías civiles y militares. Me aclaró que, de la misma manera, en el país había muchos subcarteles, determinados por regiones cuyos jefes temporales tomaban el control mientras estuvieran allí. Así, por ejemplo, un gobernador con mucho poder en Zulia sería el capo del cartel de la Goajira del lado venezolano; en Táchira podía ser una autoridad designada por Maduro; en Apure un representante de la disidencia de la FARC, en Bolívar uno del ELN, en Amazonas un jefe militar y así... Entre ellos existen reglas inviolables. Militar o civil que no colabora y viene con el cuento de la soberanía y ataca la guerrilla o sabotea la distribución de la droga, es aplastado. Los miembros de la Fuerza Armada entre chiste y tal vez algún remordimiento, terminaron diciendo que ellos solo dejaban pasar la droga sin tocarla, como si con eso fueran menos culpables.
Y el Pollo me insistía, “cartel, así como cartel, el Cartel de los Soles no existe”. Entretanto, el negocio de la droga ha continuado fagocitando a nuestro país.
Seis meses antes de esta explicación, en Monagas, la tierra donde El Pollo era diputado y Diosdado Cabello había nacido, el decomiso de 388 kilos de cocaína de alta pureza demostraría cuánto ha permeado el narcotráfico a la institución militar venezolana. La droga había sido transportada desde Puerto Carreño, Colombia y depositada en la población de Uracoa, donde fue hallada. Su destino pautado era ser transportada vía fluvial hasta San Félix, Bolívar, para ser trasladada a Brasil donde seguiría la ruta hacia Trinidad y Tobago para luego ser distribuida a Estados Unidos.
Por esas cosas atribuibles al desorden o a que en Venezuela sí hay gente decente que hace su trabajo, dos narcotraficantes de una banda apodada “Los Seniors” fueron detenidos. La acreditación de uno de ellos merecía un escándalo, pero el hombre solo informó con tranquilidad dónde había escondido la droga. El sujeto de nombre Alexander José Aponte Ramírez de 48 años, era propietario de un local en Puerto Ordaz donde compraba oro con el que lavaba dinero de la droga. La detención de Aponte Ramírez la había realizado un cuerpo policial (el CICPC) por lo que con prudencia guardó silencio sobre sus socios protectores confiado en que todo se resolvería. Estaba claro en que no es ninguna tontería estar bajo el cobijo de un alto oficial de la FANB. Hay pruebas de que es así porque un año antes, el 17 de abril 2018, Aponte Ramírez había sido designado funcionario adscrito a la Dirección Naval de Inteligencia por el director de Inteligencia de la Armada venezolana, vicealmirante Harrys Rodríguez Totesautt. El nombramiento de este personaje sin formación militar quedó registrado en un documento bajo la categoría de “reservado”, que le otorgó atribuciones “en el área operativa como controlador de redes de inteligencia de los estados Bolívar, Delta Amacuro, Anzoátegui, Monagas y Sucre”. El texto también le ordena “coadyuvar a la toma de decisiones del Alto Mando Naval”. ¿Qué más puede desear un narcotraficante?
Era tal la cercanía del narco con una autoridad de la Armada que era él quien se encargaba de condecorar al personal militar como quedó registro en una foto en la que coloca una insignia al sargento Jean Carlos Salazar, ayudante directo del vicealmirante.
El narcotraficante asumió sus potestades con confianza y placer que mostraba sonriendo en imágenes por si alguien lo dudaba. Las fotos del Aponte Ramírez portando uniforme y utilizando las embarcaciones militares, son prueba de lo bien que la pasaba. Será interesante a partir de esta historia conocer si el narcotraficante ya fue liberado como sucede con la mayoría de los que se dedican a su misma actividad en Venezuela.
En cuanto al vicealmirante, Maduro lo ubicó en agosto de 2020 en un puesto clave para la FANB y también para el narcotráfico: segundo al mando en la Región de Defensa Integral de Guayana.
Sí, el Pollo tiene mucho que contar.