La verdadera guerra está allí, cercana entre ellos. El choque hoy promete ser inevitable, aunque la situación siempre puede cambiar. Ya hemos visto cómo la convicción por el poder logra transformar fieras en coletos. Sin embargo, en este momento algo pasa dentro del régimen que tiene alterado a Nicolás Maduro. Su aparente fortaleza se ha desajustado -aun cuando lo niegue- ante la candidatura presidencial anunciada por Rafael Ramírez. Y no por Ramírez en sí mismo, sino porque el expresidente de Petróleos de Venezuela se lanzó enarbolando la bandera del chavismo apelando al recuerdo, evocando amor por su comandante.
Hasta ahora Maduro ha logrado doblegar a sus enemigos, abortando rumores y conspiraciones, comprando simpatías -especialmente militares-, entregando muchos recursos, y nuestra soberanía si es necesario. La batuta de los cubanos le aconseja y Maduro obedece, mientras engrosan expedientes de torturados, de presos políticos inocentes.
Durante estos años hasta los que se dan de bravucones han mostrado genuflexión.
A Maduro no le importa que lo califiquen de sanguinario. Él sigue en el poder, lo demás se compra, se matiza, se oculta, se distorsiona. Muestra desenfado, aunque la gente lo deteste. Él no tiene que medir simpatías, y si lo llegara a hacer, sería contra una oposición agónica que se ha canibalizado. Es terrible, pero para Maduro la oposición es un pequeño problema político. En esa materia el peligro lo siente en casa y hay evidencias públicas sobre una crisis interna que lo enfrentaría al chavismo. La decisión de cerrar el paso a cualquier otra candidatura viene creando algunos sinsabores y dejando al descubierto su desmedida ambición por la que es capaz de traicionar al padre y a los suyos. Pareciera que en esa posible guerra los que se asumen herederos no están dispuestos a dejarse aplastar.
La carnada de Rafael Ramírez al lanzar la candidatura por el chavismo generó una reacción predecible sobre la que aún no se vislumbra el final. Expertos coinciden en que fue un error -realmente una muestra de cinismo- colocar de vocero a Tareck El Aissami para acusar al exministro de Petróleo de un desfalco de 4 mil millones de dólares a través de operaciones bancarias irregulares. De inmediato, la reacción de Ramírez anunció una inminente cascada de acusaciones mutuas que involucraría a mandatarios, empresarios, banqueros y miembros del crimen organizado de la región.
Rafael Ramírez asegura que tiene evidencia de los delitos cometidos por Maduro y toda su familia. No se debe dudar de que él es poseedor de secretos decisivos que el régimen creía que estaban asegurados. Maduro confiaba en que Ramírez jamás hablaría porque de hacerlo, ¿cómo podría librarse de la cuota que lo involucra al haber manejado la chequera poderosa de PDVSA? La respuesta, nada menor, la han despejado quienes han negociado exitosamente con Estados Unidos.
El lanzamiento de Ramírez muestra la llave de una posible caja de Pandora. Una señal fue más que reveladora: La solicitud al nuevo presidente de Colombia Gustavo Petro para que sea garante de su seguridad y de su familia. ¿Cuánto puede haber recibido Petro en años pasados por su colaboración para la expansión del socialismo del siglo XXI?
Son tantos los secretos que Ramírez puede contar… y a diferencia de otros denunciantes, son tantas las pruebas que puede aportar…
La elocuencia de Ramírez podría extenderse contra Lula Da Silva flamante candidato para volver a presidir Brasil.
Una fuente me precisa un evento que trascendió durante las investigaciones en la Operación Lava Jato y que asoma conductas opacas. Es conocido que el verdadero lobista de los contratos que beneficiaban a Odebrecht era el propio Lula. Igual que lo hizo en Venezuela, en varios países de Latinoamérica también penetró las campañas electorales de sus socios amigos. Joao Santana era el estratega político a cargo, con el pedigrí de triunfos presidenciales. Cuentan que Chávez en su última campaña, la de 2012, ya bastante deteriorado, aceptó a regañadientes a Joao Santana. “El encargado de los pagos a Santana (que salían de Pdvsa) era el canciller Nicolás Maduro -recuerda la fuente-. Después del triunfo de Chávez, Santana exigió que le cancelaran 20 millones de dólares que le debían de un total de 40 millones. Rafael Ramírez aseguró que el dinero completo se lo había entregado a Nicolás, pero a las manos de Santana solo llegó la mitad”. El reclamo diluyó cuando Santana fue detenido en la Operación Lava Jato por recibir pagos vinculados al fraude de Petrobras.
Las sospechas sobre Maduro por mal manejo de fondos, no lo arredró de solicitar meses después -esta vez a Odebrecht- 50 millones de dólares para su campaña presidencial. Lo asegura quien fuera director de la empresa brasileña en Venezuela, Euzenando Prazeres Azevedo, que detalló cómo terminó entregándole 35 millones de dólares.
Sí, esto apenas parece comenzar.