La muerte de Mahsa Amini se transformó en este 2022, en elemento activador de una poderosa lucha contra el trato del régimen a las mujeres de Irán, y más allá, contra la esencia del poder político de ese país. Sin embargo, en los albores de 2023, el implacable liderazgo clerical está dispuesto a prolongar la represión brutal y la demostración de fuerza con ejecuciones públicas. No se plantea ceder y se prepara para radicalizarse aún más, alistando, por ejemplo, tecnología de vigilancia para supervisar y acosar a toda mujer que no cumpla con el velo obligatorio.
A pesar de un escenario tan poco alentador, las protestas no han bajado su intensidad. El sufrimiento de la población se expresa contra la imposición de los valores políticos, culturales y religiosos establecidos por el régimen teocrático que sustituyó al Sha Reza Pahlevi en 1979, aún más despiadado desde 1983, cuando fue aprobada la ley sobre el velo obligatorio que establece que tanto las mujeres iraníes como las extranjeras, independientemente de la religión, tienen que cubrirse el pelo con un velo y llevar ropa holgada en público. Pero no es sólo el velo lo que se impone en esa sociedad; la realidad es que en Irán las mujeres son despreciadas. El mundo ha cambiado, pero el líder supremo de ese país Alí Jamenei, no se da por enterado.
Ahora, mujeres de todas las edades y la juventud iraní se han rebelado. El pueblo, además, está agobiado por la crisis económica y se les ha unido.
Las protestas han sido calificadas por analistas como una revolución desde el asesinato de Mahsa Amini el pasado 16 de septiembre luego de haber sido detenida y torturada por la policía moral iraní. Amini, conocida como Jina, era una chica común, ni siquiera podía catalogarse de activista. Tal vez por eso la sociedad se sacudió ante el crimen, porque a cualquier madre, hija, abuela, le habría podido pasar. Abundan las historias de mujeres abusadas, humilladas, maltratadas. En Irán, está institucionalizada la discriminación, “la vida de la mujer vale la mitad que la de un hombre, su testimonio vale la mitad que la de un hombre y han perdido el derecho a divorcio, a la custodia de sus hijos”, precisó Roya Boroumand, cofundadora y directora ejecutiva de la organización iraní de derechos Abdorrahman Boroumand Center.
El crimen de Mahsa logró ser difundido gracias a la valentía de dos reporteros, Nillofar Hamedi y Elshe Mohammadi, encarcelados de inmediato. Luego se multiplicaron las imágenes de mujeres arrancándose los hijabs, sacudiendo su cabello bajo un grito de guerra: “mujeres, vida, libertad”, logrando el reconocimiento del mundo.
Pero como todo régimen sanguinario, la vida de la gente poco les importa con tal de mantenerse en el poder. Las cifras que trascienden de la represión dan vértigo. El más reciente registro de Human Rights Watch es de 469 fallecidos en disturbios, incluidos 63 niños. El número de prisioneros es de 18 mil, 39 en riesgo de ser ejecutados. Entre los detenidos hay rostros conocidos, como la actriz Taraneh Alidoosti, estrella de The Salesman, ganadora del Oscar en 2017 a la mejor película en lengua extranjera. El médico Hamid Ghareh Hassanlou está condenado a muerte, incomunicado y torturado, le antecede haber construido cuatro hospitales en barrios pobres. Más recientemente, Nasr-Azadani, futbolista de 26 años que fue parte de la selección de Irán en la categoría Sub-16, está detenido frente a una posible sentencia a morir. A
otros activistas le han reabierto procesos, entre ellos al rapero kurdo Saman Seydi a quien también quieren ejecutar.
El gobierno iraní se encarga de mostrar la suerte de los rebeldes. Dos ejecuciones públicas se han cumplido. El 8 de diciembre Mohsen Shekaru de 23 años fue ahorcado y cuatro días después Majid-Reza Rahnavard también de 23 años, fue guindado hasta morir en una grúa cuya cabuya alzó su cuerpo indefenso con su rostro oculto bajo una máscara, sus pies amarrados y sus brazos esposados hacia atrás.
Los juicios llevados a cabo son una farsa. Los procesados son acusados de “enemistad con Dios”, delito gravísimo para el régimen teocrático iraní.
Si bien países de la Unión Europea y la Organización de Naciones Unidas han levantado su voz contra los graves crímenes en Irán, es imperativo activarse con mayor fuerza y tomar medidas más firmes que logren hacer presión. A decir verdad, el régimen iraní sigue siendo reconocido por la mayor parte de los países del mundo y cuenta con el apoyo denodado de regímenes como el de Venezuela. Ya se sabe que Maduro siempre se retrata con el totalitarismo.
¿Qué quiere el pueblo de Irán? Libertad, respeto, vivir mejor. Es inocultable la urgencia de un cambio profundo.
Una adolescente cuya madre trató de impedir que saliera a protestar por temor a que la mataran, arrojó una respuesta lapidaria: “no puedo elegir lo que me pongo, no tengo derecho a bailar en público. Por ley, no se me permite ser yo misma. Ya estoy muerta. Pero cuando salgo a la calle tengo un sueño. Y eso me da vida”.