La pregunta clave en los escenarios de inteligencia es cuán lejos podría llegar Nicolás Maduro con el tema del Esequibo. Sabemos que sin importarle la seguridad de los venezolanos su prioridad es mantenerse en el poder. Es entonces un asunto de alto peligro.
Probablemente el simulacro del pasado 19 de noviembre no distará mucho, en tanto la escasa participación, del referéndum consultivo a realizarse el 3 de diciembre. Está cantado que el resultado será tan falso como los anuncios de prórroga del presidente del Consejo Nacional Electoral, Elvis Amoroso, ante “larguísimos colas” para depositar el voto, así como Maduro anunciando que más de tres millones habían participado. Pero esta farsa no debe ser desestimada, al contrario, es un referente para recordarnos cómo suele actuar el oficialismo. En este caso es fácil prever que el ente electoral abultará grotescamente la cifra de participación en la consulta, comportamiento fraudulento que intentarán repetir y potencializar en una elección presidencial. Entonces hay que prepararse.
Es irresponsable y temerario lo que hace Maduro al jugar con un tema estratégico fundamental que utiliza para manipular, intentando cohesionar el sentimiento nacional, evadiendo a la vez el espinoso tema electoral, asunto en el que evidentemente le va muy mal, porque a estas alturas a Maduro no solo los números le gritan que María Corina Machado le daría una paliza. La humillación va a peor porque hasta con el más impopular opositor, perdería.
El esfuerzo de expertos y políticos opositores razonablemente se ha centrado en explicarle al país los motivos ulteriores tras esta convocatoria y las graves consecuencias de salirse del escenario de la Corte Internacional de Justicia y con ello, coquetear con la guerra, sobre lo que un análisis descarnado concluye que nos agarraría “con los pantalones abajo”; comenzando porque si bien el poder reactivo de combate de Venezuela es considerablemente superior, también lo es la fortaleza de los aliados de Guyana, encabezados por Estados Unidos y Brasil.
Fuentes militares venezolanas dudan que la sangre llegue al río por varias razones. La primera, son ellos mismos. Los jefes de la Fuerza Armada viven en el confort de la corrupción mientras la tropa no se come el cuento del sacrificio porque además de sufrir la realidad de la escasez, percibe que sus superiores no se lo están tomando muy en serio. De hecho, el desastre del simulacro alimentó la hipótesis de que todo es puro teatro. Eso podría explicar por qué no ha sido planificado un trabajo de inteligencia en la zona tal como la situación lo amerita, ni ha habido esfuerzos de espionaje electrónico hacia el eventual enemigo. “No hay dinero, ni gente; 55 por ciento de las plazas están vacantes”, se quejan miembros del grupo más institucional que estarían dispuestos a evaluar como patriotas el escenario bélico, aunque admiten con dolor que una operación de esa exigencia, Venezuela no la podría mantener ni tres días en el Esequibo.
Como bien han explicado los expertos, las preguntas planteadas en el referéndum consultivo y la campaña para que la gente vote de manera afirmativa pueden impulsar situaciones extremadamente delicadas y con graves consecuencias jurídicas para Venezuela, como lo sería el desconocer o apartarse de la Corte Internacional de Justicia. También hay otros aspectos que demuestran grave descuido de parte de Venezuela en una materia de alto interés geopolítico, como lo es haber permitido que Brasil mantuviera operaciones militares en el territorio en disputa, así como que las Fuerzas Armadas de Guyana hiciesen entrenamiento en el territorio en reclamación.
Bajo esta tensión diplomática el liderazgo opositor ha asumido la situación con sobriedad y serenidad. Lejos de acercarse al terreno movedizo de Maduro, la Plataforma Unitaria Democrática advierte que el tema del Esequibo es de gran interés para la nación, respetando el derecho de los venezolanos a ejercer en el referéndum el libre albedrío participando o no, sin dejar de advertir el grave riesgo en que se está colocando la soberanía del país de votar afirmativamente, en especial las tres últimas preguntas.
Recordemos que fue la bancada opositora la que en su momento denunció la irresponsabilidad de Hugo Chávez de priorizar su proyecto personal de liderar la política continental en perjuicio de la disputa que reclamaba la soberanía de Venezuela sobre el Esequibo.
A esto hemos llegado por la inmensa irresponsabilidad del chavismo. ¿O acaso se nos olvida que mientras Guyana estrechaba alianzas con Estados Unidos, lograba apoyos de Caricom (incluida Cuba, por supuesto), y del Grupo de Lima, y avanzaba en la entrega de concesiones petroleras, Chávez dijo que el gobierno de Venezuela no sería un obstáculo porque todo sería en beneficio de la región?
Cuesta creer que la guerra sea un escenario para Venezuela. No merecemos tantas desgracias concentradas.