“Carnaval adelantado en noviembre”, comenta con sorna una voz masculina en off que observa a unos hombres con uniforme de laFANB desfilando por una calle de manera desordenada, sonreída y ridícula. Ocurrió esta semana. Los sujetos del video llevan en las manos bombas de piñata con los colores de la bandera, amarillo, azul y rojo, mientras baten sus cuerpos con bastante entusiasmo, fuera de cualquier disciplina militar. Los globos en proceso de desinflarse, ni siquiera explotan. El espectáculo deja en pasmo a la audiencia, incluidos los niños que detienen sus bicicletas con rostros sorprendidos de ver a hombres asociados con la severidad agitando sus caderas por la calle pegando saltitos infantiles, procurando agitar al pueblo para un eventual conflicto bélico con Guyana.
¿Estos son los hombres preparados para recuperar el Esequibo para nuestra patria?
Otra muestra la aporta un oficial papeado, como todo jefe enchufado, bautizado “general Toyota” (por su camionetota aún sin placas), que ante el Arco de la Federación en Caracas informó estar cumpliendo instrucciones (y haciendo méritos para ganarse sus churupos extra, porque con 60 dólares mensuales de salarios no le da ni para el combustible), colocando una vistosa etiqueta que dice “El Esequibo es nuestro y venceremos”. La escena en Tik Tok cumplió con el relato
usual de los serviles: “a las órdenes de mi comando superior, por mi patria por la historia”.
¿Alguien puede creer que a este sujeto le importa el Esequibo, salvo que allí pueda guisar”?
Más allá, en San Juan de los Morros, estado Guárico, niños y adolescentes son extraídos de sus salones de clases en escuelas y liceos, obligados a llenar al menos una calle que sirva para la imagen que será enviada a redes sociales de un acto del PSUV con Diosdado Cabello en favor del referéndum consultivo. Igual que en el resto del país sus eventos políticos son un desastre. Nadie asiste, la militancia desapareció o, mejor dicho, se hartó.
En varios escenarios internacionales hemos vuelto a ser noticia. El anuncio de un referéndum consultivo creado como un arma y no para defender la soberanía del país, así como la agresiva asistencia de la delegación venezolana en la Corte Internacional de Justicia, solo acumulan sospechas.
El régimen no está procesando bien el rechazo creciente. Las protestas por mejores salarios no han cesado ante el continuo deterioro de la calidad de vida del venezolano. El salario mínimo y las pensiones tienen más de 600 días sin aumento. El monto ni siquiera alcanza 4 dólares en un mes, con una cesta básica que ronda los 380 dólares. Los bonos estudiantiles prometidos se agotarán en tres pasajes de autobús. Maduro sabe que no tiene dinero para ejercer el clientelismo político que lo ha sostenido, por eso presiona por el cese de las sanciones y se desespera. Alza la voz y tiene miedo.
El equipo de Maduro parece haber perdido la brújula.
Otro miembro de su corte (literalmente), la presidenta del Tribunal Supremo de Justicia, Gladys Gutiérrez, organizó muy oronda un acto protocolar con cinta tricolor mediante, para dar por inaugurado un grifo que servirá para recargar los botellones de agua potable del más alto tribunal del país. Es un chiste sin comentarios.
Así las cosas, Tarek William Saab desde la fiscalía general parece no haberse enterado de la audiencia efectuada en La Haya en la Corte Penal Internacional en la que el papelón del oficialismo dio pena ajena. El representante del Ministerio Público, más atento a los casos que le aporten seguidores en redes sociales, no ha aclarado por qué su mayor esfuerzo en la audiencia para aportar una evidencia frente a los señalamientos de crímenes de lesa humanidad resultó en su fichero en el que presuntamente agendó diligencias para investigar los delitos señalados y a sus responsables.
Tarek, que siempre ha bailado al son que le toquen, debe tener preparado un tatuaje, esta vez del Esequibo en la mira de un arma letal. Debería, en beneficio de su sensible y publicitada inspiración artística, ver el capítulo de la serie Los Simpsons, creo recordar que transmitido hace unos tres años, donde Bart Simpson tomó para su diversión (y la nuestra) un tanque de guerra que manejó a placer por las calles de Springfield. Bart, influido supuestamente por los efectos de una sustancia llamada Focusyn, entona entre carcajadas mientras aplasta todo lo que tropieza: “Mambrú se fue a la guerra, que dolor que dolor que pena…”