Es imposible que una negociación de dos lados en conflicto logre satisfacer a todos los sectores expectantes de su solución. Y aunque el regodeo de Nicolás Maduro con la liberación de Alex Saab nos genere náuseas automáticas -más aún después de haberlo designado gobernador del Esequibo-, es bueno recordar que su tragedia sigue viva y le corre por dentro. ¿Quién le puede asegurar que Saab no lo traicionó con los americanos?
Sentimiento aparte, las declaraciones del vocero del Consejo de Seguridad de la Casa Blanca, John Kirby, lo explican todo. Kirby deja claro que para el presidente Joe Biden es prioritario garantizar la seguridad de los estadounidenses en el extranjero, en especial los detenidos injustamente, por lo que siempre está dispuesto a tomar las decisiones más difíciles para garantizarles su regreso a casa.
Es absurdo exigir a Biden (o a cualquier otro presidente) que coloque la situación venezolana por encima de su propio país. Biden, claro está, presiona para que se reduzca la dolorosa cifra de presos políticos en Venezuela, así como también para que haya elecciones libres. Para ello buena parte de esa presión la ejerce a través de la mesa de negociación que se ha activado en Barbados.
El régimen por su parte seguirá capturando ciudadanos americanos para mantener su cuota de rehenes y aplicará la puerta giratoria que mantenga al nivel conveniente para su extorsión la alta cifra de presos políticos.
Son situaciones que posiblemente se repetirán y no nos agradarán, y sin embargo veo como señal positiva de este canje que la negociación está viva. Siempre es mejor el movimiento en una mesa política que los disparos cegando la vida de jóvenes venezolanos. Y si bien se trata de un proceso lento y complejo al que como espectadores por momentos nos provoca taparnos la nariz, es una alternativa con posibles resultados.
Además, quienes luchamos por la recuperación de la libertad, por la restauración de la democracia, no somos el único lado necesitado. Maduro se ha sentado a negociar hundido en su fragilidad, agobiado por el desprecio que el pueblo siente por él -refrendado en el reciente consultivo sobre el Esequibo-, urgido de dinero y paranoico ante conspiraciones internas activadas por su imagen desgastada.
Otra ocasión reciente en que se hizo evidente la reducción del mundo de Maduro fue en el manejo del conflicto con Guyana, situación inundada por epítetos de guerra marcados por un discurso que deliberadamente buscaba mantener en zozobra al país. La movilización efectista de tropas a Tumeremo (hasta ahí llegaron a regañadientes porque a la selva del Esequibo ni a palos), o la modificación del mapa venezolano formaron parte del show.
Su problema es que nadie le creyó y nadie quería guerra. Los amigos naturales de Maduro, sus socios de francachela como Cuba y Brasil estaban incómodos ante los aires de conflicto.
En esas condiciones la presión internacional organizó el encuentro con el presidente de Guyana, Mohamed Irfaan Alí, donde Maduro quedó expuesto por haber alimentado imprudentemente una situación peligrosa pensando en ganar terreno, confiado en que el camino de agresiones agitaría el nacionalismo y le resultó al revés. Terminó debilitado interna y externamente. Las agencias internacionales fueron precisas: Venezuela reculó. Los especialistas en política exterior resumieron los acontecimientos posteriores como un gran fracaso para Nicolás Maduro.
Así que no queden dudas del volumen que dará Maduro a la entrega de Alex Saab. Lo relucirá, lo abrazará, decretará haber humillado a Estados Unidos, vociferará sobre la ingenuidad de la oposición a la que repetirá los insultos.
A final de cuentas, el triunfo de un presidente corrupto como Maduro es el regreso de su socio ladrón. No tiene más.
Me viene el recuerdo de los detalles que me contó el general Hugo Carvajal sobre el show que montó Maduro a finales de julio de 2014 para recibirlo luego de haber logrado su liberación pocos días después de haber sido detenido en Aruba acusado de narcotráfico por la justicia de Estados Unidos. El exdirector de contrainteligencia había sido nombrado cónsul general en Aruba como una manera de mantenerlo alejado del país porque Maduro no lo quería. En realidad, se detestan mutuamente. Carvajal, ahora preso en EEUU, fue recibido como un héroe patriota a su regreso. Igual harán a Saab, que tal como El Pollo, se mostrará profundamente conmovido.
El asunto es que Maduro puede haber comprado su propia pesadilla. ¿Cómo espantar la duda de que su hermano del alma cantó fuerte y claro para los americanos?
Entretanto, que sigan las negociaciones.