30 May
Un villano espichado
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Nicolás Maduro no imaginó lo útil que le resultaría a quienes lo desprecian la figura de súper bigote. Ahora Maduro es una caricatura, un muñeco inflable y espichado.

La inmensa mayoría está harta de Maduro; estoy clara de que con esto no hago ninguna revelación, pero me gusta escribirlo. También me complace, me enorgullece, lo que está sucediendo en mi país. Cada día es una bitácora de sorpresas creativas donde todas las capas de la sociedad expresan su desprecio a la tiranía, y lo más importante, su certeza de que por la vía electoral es posible restablecer la democracia e iniciar el duro y difícil, pero esperanzador, camino a la reconciliación y con ello la recuperación de la civilidad.

Haga lo que haga, Nicolás Maduro ha quedado expuesto ante los ciudadanos que en su inmensa mayoría lo quiere fuera del poder. Su registro de corrupto, de despiadado, de ineficiente, de sanguinario, está bajo el foco de quienes reclaman su expulsión, y ese momento que tanto temía, aquel que lo presiona a medirse, lo acecha peligrosamente. Y si bien es cierto que podría intentar evadir la ley otra vez torciendo la voluntad del pueblo, en esta ocasión el costo es más alto, incluso con el riesgo de que varios de los suyos estén conspirando para sacarlo a patadas sin piedad.

Por eso Maduro ha intensificado su sistema de seguridad, envía informaciones contradictorias sobre su agenda y limita sus movimientos en la calle evadiendo también el trago amargo de la burla y el desprecio.

Por estos días de especial nerviosismo en Miraflores, Nicolás ha comenzado a repetir que está bloqueado en las redes sociales. Él prefiere creerlo así probablemente para no deprimirse. Quienes lo conocen insisten en que siempre procura alimentar su odio para reforzar su maldad. Lo cierto es que la censura cobarde del oficialismo ha generado un hermoso y explosivo despliegue de talento -que sin recursos y sin distingo de edades o clases sociales- se expresa luminosamente de todas las maneras posibles, demostrando la legendaria creatividad y el delicioso humor del venezolano.

Y por contraste, los apoyos a María Corina Machado y al candidato de la Unidad, Edmundo González Urrutia, han sorprendido hasta al más optimista convirtiéndose todo en una masiva sacudida de esperanzas y la infranqueable decisión de que Maduro salga del poder.

Lógico, Maduro anda paranoico. Asomarse a cualquier espacio comunicacional no censurado por su régimen significa encontrarse a millones, sí, millones de venezolanos que lo retan sin miedo, que se burlan de su fingido entusiasmo de saludar a la nada desde caravanas abultadas con guardaespaldas.

Le sucedió hace poco que varios ciudadanos humildes llamaron su atención a distancia. Él no oye lo que le dicen, cree que son de los suyos y se excita convirtiendo sus brazos en las hélices de un helicóptero mientras el audio registra mentadas de madre, voces atropelladas por sus camionetas de lujo cuando ellos no tienen para comer, están sin electricidad y el agua les llega en gotas dos veces por semana. Las redes lo registraron.

No Nicolás, eso no es censura, es la verdad. Quienes te bloquean individualmente es porque no quieren saber nada de ti. Y no puedes evitar que la gente se informe por las redes sociales.

La fiesta del optimismo democrático igual funciona como activador de sonrisas. Por ejemplo, la cuña de los jóvenes que se grabaron enumerando razones por las que votarían por Maduro es para desternillarse de risa si la realidad no fuera un drama. Ver las caras de nuestros muchachos preocupados por su futuro restregándole a Maduro la verdad con ironía, convirtiendo en burla su intención de que voten por él: “Yo voto por mi presidente Nicolás Maduro porque gracias a él tenemos el sueldo más miserable de todo el mundo. Yo voto por Maduro porque nos manda una bolsa llena de gargajos y gusanos…”.

En paralelo, las redes sociales registran a militares poco entusiastas que tratan de poner rostro de temibles a conciencia de que hay celulares que los graban. La orden es impedir el paso de María Corina hacia Apure, pero ella siempre lo logra. Y de eso también se entera la gente.

El odio es enfrentado con carcajadas como las generadas por el meme (o fue real ¿por qué no?) de dos niñitos con la voz de fondo de una maestra que les pregunta por el significado de las siglas MCM, y ellos entusiastas de tener la respuesta correcta dicen a coro: “¡María Corina Machado”! siendo corregidos: es Mínimo Común Múltiplo.

Todo es genial, tanto que asusta, pero cuando el fantasma de la angustia aparece de nuevo, resulta alentador ver por las redes, a centenares de niños y adolescentes estallando emocionados a las puertas de un colegio en el interior del país, vitoreando a María Corina. Ellos saludan ese futuro con algarabía y tengo la seguridad de que sus padres también.