Nicolás Maduro no sale de una pataleta. Eso no lo hace menos peligroso, al contrario, las informaciones que se filtran de su entorno es que el miedo de dejar la presidencia lo saca del guion que obedientemente cumplía antes del 28 de julio en el falso rol de creer en la democracia y lo ha regresado a su esencia, la sanguinaria, la terrorista, dispuesto a cualquier cosa para conservar el poder.
Maduro nunca ha sido un demócrata, por eso los cubanos lo escogieron como el sucesor de Chávez. Con él una negociación está casi descartada.
Entonces ¿por qué corrió el riesgo de medirse en elecciones? Porque confió en el poder de coacción del régimen sobre el pueblo con chantaje y amenazas, en la imposición del miedo, en los recursos inyectados para operativos que arrastrarían bajo presión a votantes, y en la trampa final, en esos ajustes con los que el Consejo Nacional Electoral podía inyectarle entre 500 mil y 700 mil votos si la cosa estaba muy ajustada. ¿En qué basaba su optimista expectativa? Básicamente en la información suministrada por dos personajes que ahora son objeto de la ira de Nicolás en los últimos días: Jorge Rodríguez y Diosdado Cabello. El primero le mintió y entre otras acciones, maquilló encuestas que convertían su derrota en un empate técnico. En cuanto a Cabello, el rocambolesco 1x10x7 resultó en un fiasco gigantesco que incluso contribuyó a que votantes cautivos terminaran convencidos de votar por Edmundo González Urrutia.
Ni Jorge Rodríguez ni Diosdado Cabello se atreven a decirle a Maduro que la verdadera razón de la estruendosa derrota es él mismo. Da igual porque de cualquier manera el dictador no está dispuesto a admitirlo, mucho menos airse. Pero tendrá que hacerlo.
El régimen ha quedado desenmascarado, aún más, luego de que observadores internacionales como el Centro Carter y el panel de expertos de la Organización de las Naciones Unidas, han determinado que el organismo electoral no cumplió con las disposiciones de transparencia e integridad al proclamar ganador a Nicolás Maduro, situación sin precedentes en elecciones democráticas contemporáneas. Adicionalmente, descartan el cuento del ciberataque y en paralelo otorgan credibilidad a las actas impresas por la Unidad Democrática, certificando que cumplen con los requisitos de legitimidad.
La reacción del oficialismo ha sido visceral y torpe al insultar al Centro Carter y luego fue peor, cuando el régimen confesó haber espiado ilegalmente comunicaciones y movimientos de los miembros de la comisión de la ONU (además de llamarlos basura).Digamos que el comportamiento con los entes internacionales terminó por ilustrar el atropello constantemente sufrido por los venezolanos en los últimos años.
También se han producido revelaciones importantes y decisivas. Para quienes ansiamos el retorno de la democracia fue clave confirmar que más del 80 por ciento de los venezolanos comulgamos con principios, que valoramos el respeto y la honestidad.
Tampoco es casual que María Corina Machado haya resumido todo este proceso como la lucha espiritual entre el bien y el mal.
Y es que en estas dos semanas y media hemos comprobado contundentemente que Maduro está enposesión del mal. Él y sus subordinados criminales ejecutan sin esfuerzo acciones sobradas de cobardía,dirigidas hacia los más débiles, como los habitantes de sectores populares, niños y adolescentes, mujeres, y ciudadanos discapacitados, a quienes han detenido sin orden judicial, es decir los han secuestrado sin derecho a un abogado. Torturadores con tanta impunidad que graban sus tropelías y las colocan en sus redes publicitando su impunidad y sadismo, con la certeza de que Maduro los premiará, mientras activa canales de comunicación para que delatores con garantía de protección entreguen a los suyos. Su plan para la colectividad es el acondicionamiento de cárceles con la misión de“reeducar” a quienes se han atrevido a exigir que se respete la soberanía popular.
Hoy Maduro piensa que puede mantenerse en el poder. Presume que el tiempo jugará a su favor para desalentar a la oposición y que con mano dura logrará debilitar a sus enemigos y se impondrá sobre un pueblo desorientado y desinformado que solo recibirá mensajes venenosos manipulados, dirigidos a fulminar la fuerza del liderazgo opositor. Y es que Maduro atribuye su derrota al poder de la comunicación entre el pueblo venezolano, de ahí su obsesión con aislarnos, de bloquear todos los mensajes, impedir que incluso las familias se contacten y garantizar que nadie registre ni difunda atropellos y crímenes.
Eso quiere Maduro, pero no podrá. Ahora la oposición es mucho más que un discurso político. Se ha fortalecido inmensamente. La mayoría es militante de una lucha que fusiona a los venezolanos hartos de maltrato y miseria, testigos y víctimas de corrupción grotesca de Maduro y su camarilla. Es un pueblo decidido a recuperar su libertad y a su familia. La oposición cuenta además con un liderazgo sólido inexpugnable que representa más del 80 por ciento dentro del país, cifra muy superior al sumar a quienes vivimos en el exterior. De hecho, tenemos un presidente electo.
Nadie dijo que esta lucha sería fácil. Hemos pasado muchas frustraciones, pero finalmente estamos preparados. Vamos a retomar la democracia. Solo debemos resistir y persistir. Hasta el final.