Con franqueza, pensé que el asunto iba a resultar peor. Siempre es un riesgo asistir a un territorio minado, donde el anfitrión tiene francotiradores y va a esperar el mínimo descuido para dar la orden de disparar.
Sin embargo, apenas conocí la invitación a un “diálogo” a los alcaldes recién electos por parte del gobierno, pensé que valía la pena acudir. A final de cuentas el diálogo es nuestra propuesta, no la de ellos. Durante toda esta travesía hemos convocado a la integración del país, a ejercer la tolerancia, a procurar el debate, a respetar al adversario. Así que hubiese sido absurdo esquivar esta responsabilidad.
El país necesita con urgencia que cese esta destructiva división. Urge aniquilar el odio.
La circunstancia llevó a no desgastarse en polemizar con los discursos radicales, con los pistoleros de tabletas que viven convocando a fórmulas distintas al voto pero que se ponen de últimos en la fila cuando alguien nos ataca, si es que están.
Una vez tomada la decisión de asistir, se requería cierta organización que mostrara el nivel respetuoso de nuestra dirigencia política. También era necesario evitar que salieran “locos con agenda propia” que avergonzaran los esfuerzos opositores. Recordemos que en esa reunión el gran espectador era el país completo.
Las intervenciones de Antonio Ledezma, Henri Falcón, Carlos Ocariz, Enzo Scarano, David Smolansky, Alfredo Ramos, el cierre espectacular de Gerardo Blyde me llenaron de orgullo. Las palabras de otros alcaldes –que prefiero no nombrar- me parecieron penosas. Es lo que hay.
Cuando los amigos me preguntan ¿quién ganó?, les digo: la democracia.
Claro, ahora –tal como enfatizó Henrique Capriles Radonski- habrá que ver cuánto de sinceridad hay en la postura asumida por Nicolás Maduro. Porque sin duda esta convocatoria es producto de la necesidad. El salvavidas se lo está lanzando él mismo, después de haber hundido el barco.
La oposición tendrá que seguir haciendo su trabajo. Y que los alcaldes lo hagan bien, que se multiplique el liderazgo serio, honesto, comprometido, trabajador, es parte de la garantía de que más tarde o más temprano, recuperaremos el país.