Despertó Venezuela. No se puede describir más gráficamente la contundente protesta que durante dos semanas se ha cumplido en sectores de Caracas, pero especialmente en el interior del país.
Y esta protesta, hermosa, honesta, pacífica, valiente, ha recibido como respuesta la más brutal represión continua que hayamos vivido en décadas. Con un agravante, ha sido ejecutada no sólo a través de los organismos de seguridad –la Guardia Nacional y la Policía Nacional Bolivariana- si no a través de las bandas paramilitares financiadas por el gobierno y resguardadas bajo el nombre de colectivos que armados hasta los dientes, aterrorizan a la población –disparan, destrozan carros y residencias- con total impunidad, o lo que es peor con el aplauso del gobierno encabezado por un atemorizado Nicolás Maduro. Además, todo en medio de la peor censura y autocensura que se haya vivido desde la última dictadura, antes de ésta, la de Pérez Jiménez.
Lo común es que la gente se refiera a Diosdado Cabello como quien realmente está mandando, no sólo por su condición de militar si no porque el mismo Maduro lo define como el hombre fuerte del partido de gobierno. Otros en cambio, consideran que Diosdado está esperando la primera oportunidad para tomar el poder en lo que Henrique Capriles Radonski ha llamado un autogolpe.
En medio de la consideración de estas posibilidades, la calle ha arreciado en sus protestas haciendo sacudir la seguridad de Maduro. En algunos casos como en el estado Táchira, ordenó su militarización en una desproporcionada acción que le ha dado la vuelta el mundo para enaltecer el coraje, creatividad y fortaleza de “los gochos”. Tanques, aviones de guerra, salvaje represión, numerosas detenciones y torturas y la evidente incorporación de los cubanos, han sido la constante en esta protesta que sorprendió al liderazgo político, tal vez con la excepción de Leopoldo López, María Corina Machado y Antonio Ledezma.
Maduro lejos de considerar el acercamiento o el diálogo, se ha atrincherado en la mentira, en las constantes cadenas, en el afianzamiento del aparato represivo y en la descalificación del adversario –como es costumbre en el chavismo- con la gran diferencia que ahora, al contrario de su difunto predecesor, quien confronta la crisis es un hombre con evidentes limitaciones intelectuales y de liderazgo, que en menos de un año ha pulverizado la economía del país y cuenta con mucho menos recursos.
Sí, lo de Maduro es un gobierno moribundo. No sabemos hasta cuándo durará, pero tengan la seguridad que comenzó su descenso.