15 Apr
Santa protesta
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Más de dos meses de protestas. En este caso, dolorosamente todo es más. La cifra va creciendo día a día. Son más de 40 los muertos; de largo, más de dos mil 300 las detenciones. Difícil de calcular quiénes siguen presos. El número cambia minuto a minuto así como su categoría entre libertad plena y medidas sustitutivas de libertad, casi todos con régimen de presentación y con infames condiciones que limitan su derecho de protestar. Los heridos y torturados son un tema especial. No todos han entrado en la estadística. Muchos han sido atendidos en ambulatorios o con voluntarios que asisten a las manifestaciones y los más severos en centros asistenciales. Muchos con graves consecuencias. En su mayoría se trata de jóvenes de escasos recursos económicos cuyas vidas quedarán marcadas para siempre por la represión.

 

Sobre las torturas… nunca imaginé que iba a escribir de ese tema en mi país. Todo ha ocurrido bajo el manto de la impunidad, de la complicidad del gobierno. Efectivos de los cuerpos de seguridad andan a la caza de criaturas –mientras más jóvenes mejor- para montarlas en sus motos, o carros sin placas, y secuestrarlas, con abuso físico seguro. Luego de cobrar rescate las entregan. Los efectivos se sienten tan sobrados que han llegado a tomarse fotos abusando de los jóvenes y colocado las imágenes en las redes sociales. Tal es la certeza de que Luisa Ortega Díaz, va a asegurar –tal como ocurrió- “aquí no hay torturas”, o peor aún lo que hizo la defensora Gabriela Ramírez, que las terminó justificando en casos de que se esté procurando una confesión.

 

Nicolás Maduro mandó a hacer público que han detenido por lo menos a 30 oficiales de la FANB (los nombres que confirma son los que les indiqué días antes en el texto “Militares”), tratando de justificar que es víctima de un golpe en curso, luego que Henry Ramos Allup, le tumbó en Miraflores el cuento de que la MUD estaba conspirando. El jefe de AD, se burló de todas las versiones de Golpe que el gobierno ha dado.

 

Así las cosas, estos dos meses nos han cambiado a todos. La protesta que se inició con fuerza el 12 de febrero, se ha extendido por las principales ciudades del país, sobrevivió a los carnavales y ha arreciado frente a la represión. El gobierno ha quedado perplejo. Tanto, que se vio obligado a llamar al diálogo a la MUD y transmitir –para su pesar- en cadena nacional. 

 

Por primera vez en 15 años el mundo parece darse cuenta de que en tanto la democracia, aquí no van bien las cosas. A eso hay que unir la vergüenza de referir que un país tan rico en recursos, tenga el índice de inflación más alto del mundo y se acerque a una situación de escasez que obligue a la generosidad internacional.

 

Sólo en el tema de los medicamentos y la situación hospitalaria del país el panorama es aterrador. Con la terrible circunstancia de que el gobierno en lugar de admitir el problema dirige el dinero que entra –además de a sus cuentas personales- a la adquisición de armas, equipos represivos, y el pago de propaganda –uno de los presupuestos más altos del planeta- para hacer sentir que todos somos felices y que los malos son quienes protestan.

 

No recuerdo una Semana Santa con el ánimo de calle que hoy percibo. Luego hablaremos del tema. Por el momento, a rezar y protestar.