No me voy a referir al dicho que tanto circuló cuando se conoció la muerte de Eliézer Otaiza, ex director de Disip, y ex de otros tantos cargos en este gobierno que ya pasa de 15 años: quien a hierro mata…
Me niego a que mi espíritu se haya contagiado de sed de venganza y de todos esos sentimientos oscuros sobre los que se ha sostenido este régimen.
Cuando digo la ley de Otaiza pienso en la que le están aplicando los jefes del régimen a los ciudadanos de este país, al convertirnos a todos en presas de maleantes que con total impunidad acaban con vidas, sin distingo de ideologías o colores políticos.
No voy a señalar estadísticas, que son terribles por ser eso, estadísticas. Nos hemos olvidado de los nombres porque son demasiados, ya no caben en un tuiter, ni en una foto de Iphone. No hay espacio para tanto dolor.
Según informaciones policiales y de periodistas serios, a Otaiza intentaron robarlo y al descubrir que estaba armado y probablemente resistirse al asalto, lo mataron. Luego lo lanzaron por un barranco. Se presume que los zamuros de la zona –ladrones asalta muertos- le quitaron sus bienes personales, entre ellos su ropa.
Además, sus restos ni siquiera fueron reconocidos, aun cuando habían pasado horas suficientes para prender las alarmas por su desaparición. Fue depositado en la morgue, donde pasó a ser un número más de las víctimas del fin de semana en Caracas. Su cuerpo se incorporó a la estadística.
La ley de Otaiza fue que todos los opositores éramos sospechosos para él. Muerto ya, el gobierno intenta desviar la atención sobre el móvil de su crimen para tratar de disfrazar su asesinato en una venganza política, o algo así, porque están tan enredados que una cosa dice CICPC, otra Rodríguez Torres y otra Nicolás Maduro.
Para los efectos, ser opositor es ser un criminal. Lo es para adolescentes, niños incluso, hasta para todo aquel que se atreva a expresar su pensamiento y defienda la libertad.
Pero Otaiza ya no puede defender su ley. De nada le sirve una vez muerto. El gobierno hará de él un show, y en ese esfuerzo es probable que los verdaderos responsables continúen la fiesta que les interrumpió la policía de Baruta al detectar una camioneta con unos ocupantes sospechosos, lo cual les hizo huir.
El afán de este gobierno en sostenerse sobre la delincuencia que alienta, se le puede convertir en un boomerang. Nadie lo desea porque en ese escenario todos somos eventuales víctimas. Pero tampoco creo que la muerte de Otaiza los haga reaccionar. Al contrario, encuentran una oportunidad para atacar a la oposición.
Maduro como supuesta reflexión, lamentó que Otaiza se haya descuidado al andar sin sus escoltas. Así viven ellos. Bajo los privilegios de carros blindados, muchos escoltas y sobradas armas. Y aún así, no pueden salvarse del hampa.
Mucho miedo cargan los jefes del gobierno. Y no entienden que aún teniendo la máxima protección de seguridad, jamás podrán escapar a sus conciencias.