La caída de Bashar al-Assad en Siria ha funcionado como un espejo que refleja la monstruosidad de un régimen sangriento a través de las imágenes de víctimas cosificadas, algunas abandonadas bajo tierra durante 40 años.
Estos hechos obligan a asumir la realidad terrorífica de Venezuela con 2.000 presos políticos, incalculable cantidad de torturados y decenas de desaparecidos.
La debacle de Assad también ha activado el pánico en los tiranos que presienten casi con certeza que les sucederá lo mismo en cualquier momento.
La caída del régimen de Assad sorprendió a muchos. En poco tiempo los rebeldes capturaron ciudades estratégicas y debilitaron las defensas gubernamentales que guiaron su derrocamiento y al inmediato nombramiento de un gobierno provisional que encausará al país a unas elecciones democráticas en marzo de 2025.
El régimen venezolano acusó recibo inmediato de su miedo aumentando la vigilancia y presión sobre efectivos de la Fuerza Armada, justamente cuando la institución está en uno de sus peores momentos, con niveles de operatividad entre 45 y 47% y con una expectativa de alta deserción para finalizar este año. Por eso Vladimir Padrino López, tan en decadencia como la institución que encabeza, ha convocado a la milicia para hacer acto de presencia en los cuarteles y ha terminado uniformando y armando a guerrilleros y colectivos, convirtiendo a la FANB en una especie de montonera.
Los hechos también han reactivado el ya importante poder de los cubanos, expertos en generar paranoia en mandatarios venezolanos.
Son ellos los que han tomado el control para ejecutar medidas especiales de seguridad, incluidos escenarios de resguardo y la activación de los planes de evasión.
Desde los tiempos de Hugo Chávez la construcción de túneles ha sido un asunto estratégico para resguardo y como alternativa de escape, esto último tema de obsesión para Nicolás Maduro. Se sabe que la élite del régimen, sin excepción, valiente no es.
Para los trabajos de revisión y mantenimiento de áreas de seguridad y huida, los cubanos están utilizando parte del personal que llevó a cabo algunas modificaciones al Palacio de gobierno estando vivo Hugo Chávez, incluidos arreglos del Balcón del Pueblo. Ese equipo trabajó en mejorar el acondicionamiento de uno de los sótanos, a la altura del despacho 2 de Miraflores exactamente encima del quirófano. Dicho túnel está previsto como vía de escape.
Los cubanos dirigen, pero quienes ejecutan son efectivos militares. No todos los túneles pueden ser utilizados; algunos están sin terminar y otros requieren de una considerable inversión y tiempo para su uso. Y es evidente que Maduro siente que el tiempo le ha sobrepasado; está urgido.
Un túnel inconcluso, entre varios otros, está ubicado detrás de la Academia Militar donde se habían comenzado trabajos de remoción de tierra en la explanada bolivariana bajo el espacio del llamado Cuartel de la Montaña.
Chávez también intentó aprovechar la maquinaria del tren a Cúa; ese trabajo de excavación también fue dejado inconcluso.
Bajo la rampa 4 del aeropuerto de Maiquetía hay un túnel que se había proyectado, ambiciosamente parecido al famoso mostrado en Siria; este tiene diez pisos hacia abajo con requerimientos exigentes y costosos para el mantenimiento por las difíciles condiciones ambientales ante el exceso de humedad que exige un sistema complejo de ventilación. Este túnel que se encuentra activo desde 2007 no fue terminado, pero lo dejaron en condición de utilizable y básicamente fue diseñado para el escape. Por allí, Maduro consideró huir el 30 de abril de 2019 durante los sucesos de la llamada Operación Libertad. A ese túnel le han hecho trabajos complementarios durante este año.
Aparentemente otras vías de escape han sido activadas, dando prioridad a las que están cerca de aeropuertos como el de Charallave, lo que confirma que Maduro ve como el escenario más probable tener que huir; descartando prácticamente la posibilidad de ofrecer resistencia.
Las fuentes advierten que Maduro no es el único que tiene plan B. Miembros de la élite del régimen como los hermanos Jorge y Delcy Rodríguez han aceitado sus relaciones internacionales asegurando sus negocios en el extranjero y evaluando las posibilidades de mantener su confort en tierras ajenas a Venezuela. Otros, hacen arreglos para cuando les toque esconderse. Lo hacen con una lógica parecida a la del narcotraficante Pablo Escobar quien temblaba de pánico ante la posibilidad de que los americanos lo encarcelaran. Es el caso de Diosdado Cabello cuyo bunker ubicado en una base naval lo tiene preparado para cumplir funciones de resguardo, con lo necesario para el escape si se hace inevitable. En su caso, él no ha informado de la existencia de ese búnker a los cubanos.
Otros militares que conocen los secretos de los planes de seguridad emergentes de Maduro y sus secuaces, también han tomado sus previsiones, como por ejemplo el ex jefe de la DGCIM y ahora presidente de la CANTV, general Iván Hernández Dala, quien tiene un búnker por Táriba ¿pensando dar un saltito para Colombia?