Yudexy tiene 25 años y tres hijos, Ángelo –que ya alcanzó los tres años de edad– y dos niñas: Luzcar, de dos años, y una bebé de cinco meses de nacida. Ángelo fue secuestrado el 2 de agosto pasado. Funcionarios del Estado venezolano se lo llevaron luego de un operativo que buscaba la extracción de unas armas y a los responsables del hurto. Ángelo estuvo durante un mes y 9 días alejado de su madre.
Debemos recordar que la apropiación de menores llegó a ser práctica común en las dictaduras de Uruguay y Argentina, cuando hijos de desaparecidos o de presos políticos eran alejados de sus familias biológicas.
Ángelo fue liberado porque Yudexy en su desesperación, buscó ayuda con la diputada de oposición Delsa Solórzano, presidenta de la Comisión de Política Interior de la Asamblea Nacional, quien a su vez hizo presión a través de las redes sociales. Yudexy tenía un mes rogando ayuda en un largo periplo de entes del Estado: Miraflores, el Ministerio Público, la Unidad de Derechos Humanos... y nada.
El modus operandi de los implicados hacía temer lo peor: que se trataba de una red de tráfico de niños o que era un secuestro ejecutado por una parte de la banda de vendedores de armas que al verse traicionados extorsionaron con Ángelo. Todo indicaba que llegarían tan lejos como fuese necesario y que eran capaces de asesinarlo en venganza, si sus requerimientos no se cumplían.
Lo ocurrido con Ángelo expone la putrefacción en los organismos de seguridad de Venezuela.
Yudexy Vásquez es una avispada joven que en su corta vida solo ha escuchado preceptos machacados por el socialismo del siglo XXI. De familia muy pobre, vivió su infancia en Margarita, de donde Luis Colón la sacó para los Valles del Tuy. Luis es un joven apuesto, sin trabajo conocido y con antecedentes penales. También es el santero del barrio y embarazó a Yudexy tres veces sin darles su apellido a los bebés. Ella se acostumbró a sobrevivir con sus bolsas CLAP y la bonificación que aplicó el chavismo para estimular embarazos, es decir, para traer más criaturas pobres a este mundo. Goza del llamado plan Hogares de la Patria donde las mujeres se registran –previo carnet de la patria– para recibir una cantidad mensual durante el proceso de gestación y una bonificación para el momento del parto.
Yudexy se había separado de Luis. Ella decía la verdad a las comisiones policiales que le preguntaban por él: “No sé dónde está”. Para desgracia de Yudexy, el hermano de su exmarido, Andrés Calderón, era un Guardia Nacional desertor que se había llevado –como es frecuente– dos armas largas y una corta. Él y su esposa Vicky Martínez, en su huida, aterrizaron donde Yudexy cobija a sus niños después de haberse separado del hombre que la molía a golpes. La última vez Luis casi la mata junto a la bebé que ya estaba próxima a nacer.
Era 31 de julio cuando una docena de miembros de la Dirección de Contrainteligencia Militar DGCIM, el Comando de Antiextorsión y secuestro, Conas y las Fuerzas de operaciones especiales, FAES, entraron al rancho de Yudexy y detuvieron al hermano de Luis, a su esposa y a un vecino asomado y sospechoso.
Las armas no las consiguieron. Sin embargo, dos días después, cuatro hombres y una mujer, regresaron con armamento equipado, chalecos antibalas y los rostros descubiertos. Eran del Conas, Yudexy los reconoció. En un segundo entraron al baño donde estaba el niño y con presteza, se lo llevaron.
La funcionaria le entregó un papel a Yudexy: “Dile a Luis que por este número se ponga en contacto con nosotros. No puedes hablar de esto con más nadie. Si lo haces, vamos a matar a Ángelo, regresaremos por la niña de dos años y quemaremos tu casa”.
La lógica de Yudexy le indicó que si los que tenían a su hijo eran funcionarios públicos, era por esa vía como podría recuperarlo. De allí su intento en rogar ayuda al gobierno, pero nadie movió un dedo. Yudexy mostraba unas fotos que le habían mandado los secuestradores. Alguien llegó a decirle: “Tienes suerte porque en la mayoría de los casos, más nunca se sabe de ellos”. Su exmarido, la única vez que logró contactarlo, le deseó suerte y colgó.
El pasado 11 de septiembre Ángelo fue encontrado abandonado en un centro comercial en Cúa y alguien lo llevó a una casa hogar mientras llegaba su madre.
Este capítulo parece cerrar bien, frente al espanto de presenciar las variaciones de los delitos que propicia el régimen. Son formas de castigo, de maltrato y de sacar provecho económico. Ángelo volvió con vida. En otras oportunidades no regresan. La crueldad es ejecutada desde organismos públicos con las partes más desvalidas, los más pobres y desamparados. Y que probablemente han votado por el chavismo.