¿Han precisado la estafa del hombre nuevo? Muchos fanáticos han hablado del tema. Recuerdo a uno de ellos refiriéndose a Chávez como si fuese una especie de profeta, el guía del “nuevo amanecer de la historia” que anunciaba un ser humano distinto, “que brota como semilla germinada y que reconoce órganos ocultos en el universo, haciendo de la esperanza, de aquel anhelo, una práctica social para vivir con dignidad”. Sí, han leído bien, para vivir con dignidad. Válgame Dios. Parece un conjuro al revés.
El gobernador de Trujillo Henry Rangel Silva, por ejemplo, ignora lo que es dignidad. Él solo sabe de maltratar a la gente. Por eso sobre las manifestaciones que se han multiplicado en su región con ciudadanos hambrientos que reclaman un pernil prometido por Maduro, se expresa con desprecio. Rangel calificó de malagradecidos e ignorantes a quienes protestaban. “¿Cómo van a exigir algo que nunca han comido?”, preguntó ofensivamente. No conforme con eso, los amenazó con privarlos de manera definitiva de su cuota de pierna de cerdo, tema sobre el cual Rangel presume conocer en profundidad. Disfruta mantener a venezolanos mendigando, humillarlos, denigrar de ellos y amenazar con maltratarlos más. Rangel Silva es sin duda, un modelo de hombre nuevo del chavismo. Tanto, que ha llegado a cumplir con la cuota de traición necesaria. Esa que los lleva a hablar mal de Maduro y a asistir a una que otra reunión en la que alzan su sonoro vaso de whisky para brindar por Chávez y maldecir a su heredero.
El hombre nuevo también puede ser un bipolar sin tratamiento. En el caso del gobernador de Carabobo, Rafael Lacava, quien pareciera tomar el fármaco equivocado. Este personaje asoma su rol de Drácula para perseguir en una carroza a quienes según él, faltan a la ley. Él es una caricatura en la que encarna al villano que puede golpear y secuestrar a estudiantes y violentar la autonomía universitaria. Al rato con el mismo disfraz, se desdobla en crítico del régimen. Asegura que Maduro ha cometido errores aunque “es mi hermano”, al tiempo que parpadea con coquetería al sector privado. Reitera que las decisiones económicas han sido equivocadas y que en lo personal él cree en el libre mercado. Al rato, lanza su promesa más importante: convertir a Carabobo en una potencia de surf.
Lacava es el típico pantallero amoral que hace terapia sexual a través de las redes sociales, que se ufana de tener mucho dinero y cuyas acciones son valoradas como divertidas, demostrando que en un país donde no hay pan, el payaso acumula simpatías.
¿Y qué queda para la joya de Omar Prieto, gobernador del Zulia? Ese es la versión del hombre nuevo interpretado por un cuatrero. El sujeto que propone expropiar un club porque le gusta, porque se le antoja y “quiero ese”. Se le ocurre arrebatárselo a sus propietarios para y que instalar un supermercado bicentenario mollejúo (sin nada que vender) de lunes a sábado y que los domingos quede a disposición de lo que diga “el pueblo”. Ofrece tratar de mantener bonito el lugar, pero si no lo logra, “se lo devolvemos destrozado a los burgueses para que se queden con su pedazo de club”.
Gran dibujo del hombre nuevo. Construido sobre el resentimiento, mediocre, bandolero que asalta desde el poder la propiedad envidiada para después destruirla, procurando complacer a quien nunca habría podido obtenerla con esfuerzo y trabajo. Así asumen ellos el país, con una diferencia: Ni siquiera convirtiendo al país en cenizas, se quieren ir.
Contaba el ya fallecido Luis Miquilena, mentor de Hugo Chávez, cómo volando en una avioneta sobre Barinas el entonces Presidente descubrió la extensión de la hacienda de su amigo y ex financista Tobías Carrero. Aquello fue casi inmediato. Ordenó que se la quitaran.
Tal vez el hombre nuevo que más nos duele y preocupa porque siquitrilla los sueños futuros, es el alojado en muchos jóvenes. El moldeado por el chavismo desde su niñez. Tiene el rostro del adolescente aún sin barba, Es el niño que asusta cuando se muestra en las redes orgulloso de acumular víctimas de asesinato y manejar con pericia armas que son casi de su tamaño. Es jefe de bandas criminales, como Brayan, que fue dado de baja por sus compinches en un rancho de la invasión El Indio y su cuerpo fue arrojado a la carretera Nacional Zuata-La Victoria. Brayan Alexander Rico era requerido por homicidio y extorsión.
Su imagen de despedida es una foto con una metralladora y un pistolón, que si fueran de juguete igual asustarían. Su sonrisa no es inocente. Su cuerpo exuda violencia y asoma la muerte. Brayan ni siquiera llegó a ser hombre.