Venezuela no puede ser igual después de la violencia de este año que ha finalizado. Y no es que antes la dictadura no se haya manchado de sangre, pero haber presenciado casi en vivo, la ejecución de siete personas, como sucedió con Oscar Pérez y seis de sus compañeros de lucha, marcó la psiquis de muchos. Ocurrió arrancando el año, el 15 de enero de 2018. La llamada Operación Gedeón movilizó más de 500 funcionarios junto a equipos de alta potencia (incluido un lanzacohetes ruso), fusiles y un arsenal de tanquetas. Los enviados del oficialismo burlaron la palabra para el acuerdo de rendición y bombardearon la humilde casa donde los rebeldes se encontraban en El Junquito. El piloto tenía más de seis meses viviendo en la clandestinidad y ese reto no lo soporta una dictadura. Los miembros del grupo fueron ejecutados. Pérez tenía 36 años y una hoja de servicio intachable.
Después Maduro reiteró su amenaza: “A cada grupo que armen y financien para traer el terrorismo, le va a tocar el mismo destino”. Es evidente que a Maduro no le interesa cumplir con la ley o respetar los derechos humanos. El asunto para el tirano es mantenerse el poder. Así tenga que asesinar a medio país.
Lo está haciendo.
El 8 de octubre, el cuerpo del concejal Fernando Albán fue lanzado del décimo piso del edificio de la policía política, SEBIN, ubicada en Plaza Venezuela. Albán había sido detenido de manera irregular. Los antecedentes conocidos por testimonios de presos políticos y las circunstancias del hecho, llevan a la certeza de que el concejal fue salvajemente torturado y que durante ese proceso, falleció.
Los representantes oficiales se enredaron en sus propias mentiras. Tarek William Saab, en su carrera por desplazar del Tribunal Supremo de Justicia a Maikel Moreno, se mostró dispuesto a inventar cualquier historia que justificara la hipótesis de suicidio, pero no pudo. El desprecio hasta de sus militantes lo calló. El régimen optó por cercar la información y silenciar el caso. Después saldría de su cargo Gustavo González López, jefe del SEBIN.
Fue muy rudo para los venezolanos constatar la manera despiadada como son torturados los presos políticos en el país. Eso demuestra mucha violencia.
Este diciembre el Observatorio Venezolano de Violencia presentó su informe anual que confirma estadísticas que preocupan. Y lo más terrible es que la situación es generada por los cuerpos de seguridad del mismo Estado, responsables de una de cada tres muertes violentas. Coherente con la actuación de un Estado criminal.
En Venezuela mueren 63 personas diariamente como consecuencia de la violencia.
Precisa Roberto Briceño León director del OVV, que de acuerdo a los parámetros de la Organización Mundial de la Salud, puede afirmarse con claridad que una epidemia de violencia se expande en el territorio nacional.
Otro rasgo que inquieta de esta situación, es el registro de un nuevo rostro de la violencia: el del empobrecimiento, que a su vez lleva a cambiar las formas del delito y a incorporar nuevos actores.
Destacan los expertos, las señales de actos despiadados cometidos en asesinatos múltiples originados en enfrentamientos entre bandas delictivas a distinto nivel, desde el control del sector en un barrio hasta el de las minas de oro. En los hechos se evidencia saña en las ejecuciones. Se trata de mostrar quién detenta el poder, quién maneja el negocio.
Las muertes de menores de edad, deberían alarmar. Niños víctimas de la violencia pero además, niños actores de la violencia. Se trata de una realidad sostenida en cifras, que apuñala la esperanza. Las bandas de muchachitos son una bofetada tan contundente como las aulas vacías.
La violencia en nuestras almas, eso es muy triste. Atormenta que ese comportamiento, la utilización constante de la fuerza, pareciera haberse incorporado a la cotidianidad del venezolano donde lo natural es la respuesta agresiva y la reacción ruda, aniquilando el debate, cancelando la procura de un acuerdo. Aterra la posibilidad de que el comportamiento chavista que hemos enfrentado haya contagiado al país. En es manera de actuar han muerto la sonrisa y la solidaridad.
El régimen de Maduro maltrata y humilla a los ciudadanos. Promete perniles y no cumple (y si lo hace, los entrega podridos). Mantiene a los ciudadanos pasando hambre, sin medicinas, sin servicios básicos. La dictadura de Maduro ejecuta violencia.
En el 2018 el odio venció sobre los venezolanos. Ruego porque en el 2019 se produzca un reacomodo que cambie eso. Que devuelva a Venezuela la bondad y la generosidad para alcanzar la justicia, la paz y la libertad.