28 Feb
Monseñor sabe quién es el demonio
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“Abra la puerta y póngase a un lado. La inmensa mayoría de los venezolanos le está pidiendo que ya no siga frente al Poder Ejecutivo”. La solicitud no la hace un jefe opositor. El planteamiento casi desgarrador, lo hace monseñor Mario Moronta, obispo de San Cristóbal, primer vicepresidente de la Conferencia Episcopal Venezolana, amigo entrañable de Chávez hasta su muerte.

En realidad fueron dos cartas. Una dirigida a Nicolás Maduro. La otra a la Fuerza Armada. Son misivas con un significado especial, en medio del enfrentamiento del país con el régimen ante su negativa de ayuda humanitaria y con el papa Francisco ante su tibia posición frente a la dictadura.

La simpatía de Chávez hacia Moronta trascendió en decisiones políticas. El mandatario fallecido llegó a tratar de intervenir para que monseñor fuese designado cardenal de la Iglesia católica en lugar de Jorge Urosa Savino, quien fue objeto de ataques viperinos del militar, que lo calificó de indigno y troglodita por meter miedo a la gente con el comunismo. Eran tiempos en los que Moronta había sido trasladado de Los Teques, estado Miranda, al estado Táchira, donde aún continúa. La lectura de muchos, incluido Chávez, fue que alejarlo de Caracas era un castigo, casi un exilio, decidido por la jerarquía eclesiástica.

Moronta nunca negó su amistad con Chávez. Luego del golpe frustrado el 4 de febrero de 1992, monseñor acudía a visitarlo a prisión e incluso llegó a ayudar a ingresar una cámara de televisión para que el militar pudiese ser entrevistado por periodistas. A Moronta le había tocado actuar como mediador en momentos de tensión cuando los golpistas detenidos fueron trasladados desde el cuartel San Carlos a la cárcel de Yare. Desde entonces surgió una estrecha amistad que se prolongó hasta su agonía. El prelado fue quien le administró a Chávez el sacramento de la unción de los enfermos.

Moronta ha sido el único de los obispos de la Conferencia Episcopal que le dedicó una Carta Pastoral al Socialismo del siglo XXI y luego invitó a que el proyecto político de Chávez fuese discutido por los fieles.

Y entonces a Monseñor Moronta, Dios le abrió los ojos. En los últimos años ha sido crítico de la gestión de Nicolás Maduro. Varias frases son memorables en las cartas que envió recientemente al dictador y a la FANB. El obispo, que escribe como ciudadano y pastor de la iglesia, narra con crudeza la tragedia de los venezolanos. El hambre, la pobreza crítica, los índices de desnutrición, la crisis hospitalaria y la falta de medicinas “Me imagino que a usted eso no se lo informan”, dice al usurpador.

“Debo decirle la verdad, como lo sugirió Bolívar en su poema desde El Chimborazo. La gente del pueblo está cansada porque sigue siendo menospreciada . Aunque no guste, la inmensa mayoría del pueblo , sufre una crisis de carácter humanitario. Se lo puedo atestiguar”, asevera.

Moronta le insiste a Maduro: “En estos momentos nuestro pueblo carece de felicidad, tiene hambre y no hay estabilidad política. Arriésguese y la historia será mucho más benigna con usted”.

El prelado reta a Maduro a que escuche al pueblo. Supone que si el usurpador lo hiciera, permitiría la ayuda humanitaria. Y precisa: “fíjese en algo delicado. A muchos sacerdotes y laicos acuden silenciosamente un sinnúmero de oficiales de las Fuerzas Armadas para que podamos conseguir en Cúcuta medicinas o alimentos para ellos o sus familiares. Ciertamente que no se lo dicen por miedo. Pero eso es verdad”.

Se refiere también al dolor que sienten los venezolanos al tener que huir de su país.

“Evite el derramamiento de sangre”, insiste.

“¿Es que acaso los militares no son pueblo? Deje a un lado la persecución a los disidentes; escuche y sienta el padecimiento de un pueblo que quiere libertad y justicia, pero con dignidad y sin opresión”.

Destaca este ruego en la carta de monseñor a la Fuerza Armada: “Ustedes han prestado el juramento de defender la patria y sus instituciones. Ese juramento no significa que deben estar servilmente a la defensa de una parcialidad política… Les pido en nombre de Dios, en el que la inmensa mayoría de ustedes creen, que nunca levanten la voz ni las armas en contra de sus hermanos… No dejen de sentirse pueblo, no dejen de acompañarlo, no dejen de protegerlo. Actúen en el nombre de Dios. En ese mismo nombre acompañen a su pueblo que quiere ser escuchado y que necesita una ayuda humanitaria que también les favorecerá a ustedes y sus familiares y cercanos”.

Llama la atención que monseñor Moronta reitera que solo él es responsable de sus palabras. “Así que no tomen represalias, ni persecuciones, ni nada que atente contra la seguridad física, psíquica e integral de mi familia, de mis amigos allegados, de los sacerdotes, ni de las comunidades que sirvo como pastor de la Iglesia”,

Monseñor sabe quién es el demonio.