El régimen esperaba que el presidente encargado Juan Guaidó se quedara fuera de Venezuela. Maduro apostó a su política del terror. Por eso anunció que encarcelaría a quienes habían intentado ingresar la ayuda humanitaria. Su amenaza fue secundada por Diosdado Cabello quien detalló que el comité de recibimiento para detener a Guaidó, lo encabezaría el gobernador de Vargas, Jorge Luis García Carneiro.
No les funcionó. Cuesta explicar a un cobarde que es posible vencer el miedo. Para esta lucha, más importante que la decisión del régimen de abortar la orden de detener a Guaidó, es que él haya decidido regresar y plantar cara a una dictadura a la que no tiene miedo. Es un mensaje muy poderoso que no se construye con campañas publicitarias. Además, Guaidó cumplió su palabra. Ingresó por Maiquetía, por donde lo hacen los presidentes, según lo había anunciado.
El chavismo quedó absolutamente descolocado y por un buen rato silente. Después acordaron aparentar indiferencia con el tema –evitando mencionar a Guaidó– y apostar al desgaste en el tiempo, dicho por Maduro en la conmemoración de los 6 años de la muerte de Hugo Chávez.
Una semana antes, cuando la dictadura logró impedir con el uso de la fuerza el ingreso de ayuda humanitaria, el chavismo se ufanó victorioso. El país puede hundirse en el fango y Maduro flotar con fusiles y delincuentes. Así que el pasado 23 de febrero, ellos celebraron.
Luego de Colombia, la gira de Guaidó hacia Brasil, Argentina, Paraguay y Ecuador, resultó en un reconocimiento formal que en Venezuela distendió los ánimos dentro de la tristeza de muertos, heridos y la frustración de sentir que se alejaba la posibilidad de salvar vidas con las toneladas de alimentos y medicinas que el mundo había donado. El desaliento se acercó como amenaza y el país sintió temor por lo que le podía ocurrir a Guaidó. Duele y preocupa la posibilidad de un presidente en el exilio. En redes sociales aparecieron quienes desde el consuelo, explicaban que esa también podía ser una manera de gobernar. Pero habría sido terrible para la lucha. Guaidó es sinónimo de esperanza. Es un símbolo inspirador que por contraste nos aleja de lo que detestamos. Es auténtico y muy distinto a lo que hemos vivido durante estos 20 años. Es fresco y confiable. Capaz de decir que se ha equivocado. Es humilde para solicitar ayuda, cohesiona, hace más sencilla la unidad. Reivindica valores, símbolos, él es la institución. Alienta la movilización y compromete al ciudadano.
Y entonces Juan Guaidó hizo de su regreso parte de una epopeya. Llegó en un vuelo comercial, no sin antes convocar a movilizaciones en las calles. Las crónicas de ese 4 de marzo son conmovedoras. El avión salió de Panamá y Guaidó saludó a los pasajeros. Su presencia se había ocultado con especial celo. A los rostros atónitos, solo les pidió un favor: que los videos fuesen guardados hasta estar en Venezuela. Era importante no alertar sobre su llegada. Todos cumplieron. Parecerá una tontería, pero a este hecho hay que darle valor. Cualquiera que haga vida en un chat de whatsapp sabe que no existen secretos. Siempre hay un impulsivo que filtra una foto imprudente, un mensaje apasionado, que adelanta una “primicia”. Sin embargo, en este caso, los pasajeros acataron las instrucciones de Guaidó. Al aterrizar cantaron el himno nacional con gran solemnidad y estruendosa emoción. Cuentan que el presidente encargado transitó con serenidad el área de inmigración entre funcionarios que sonreían con timidez y Guardias Nacionales que contenían las lágrimas. “Bienvenido, presidente”, fue el saludo de bienvenida.
Ya una vez superado el primer escollo, una honorable comitiva de representantes diplomáticos acompañó a Guaidó en su ruta hacia Caracas, el inmenso acto de masas en Las Mercedes, bajo el eco de aplausos, vítores y consignas. En el camino tuvo que detenerse para saludar. Uno de los muchos videos que corrieron en las redes sociales, registró a un señor que luego de hacerle la señal de la cruz, besó con delicadeza el vidrio del carro en el que se estaba montando, para luego elevar su mirada al cielo rogando a Dios que lo cuidara.
Los venezolanos sentimos que teníamos de vuelta a nuestro presidente.
Guaidó siguió agenda. Al día siguiente, en una reunión con trabajadores de diferentes sindicatos de la administración pública, informó que pronto se iniciarían paros escalonados en lo que será la ruta del conflicto definitivo.
El presidente encargado se ha ido fortaleciendo y ha ido aprendiendo. Apenas hace dos meses casi nadie en el país sabía cómo decir su nombre. Ahora es uno de los mandatarios más mencionados en el mundo.