Un desvencijado camión de aseo urbano es rodeado por una docena de personas que miran hacia la cava de desechos. Se trata de gente humilde, con ropa gastada y rostro de desaliento. Caminan con lenta curiosidad. Se ven pálidos, débiles. Una voz agitada dirige a los curiosos confundidos que no terminan de entender que en ese camión hay un ser humano herido. Alguien filma. “Vamos a sacarlo”, propone un espectador diligente.
Una señora se va a un extremo, estira su cuerpo hasta el fondo y levanta la cabeza de un hombre moreno que en algún momento debió ser fuerte. Ella lo sostiene con voluntad y al mismo tiempo con amorosa delicadeza. Puede ser un familiar. Un joven veloz ingresa al camión y toma por los piernas al señor. No tiene zapatos. Sus pies se derriten desvanecidos, su humanidad está a la voluntad de quienes lo socorren, mientras con uno de sus brazos hace intentos por taparse la cara. Su pudor se impone. No hubo camilla de asistencia, ni personal con bata de médico. Lo que adentro ocurrió ha de ser muy parecido a la realidad exterior. Enfermarse en Venezuela es una sentencia.
“Un camión del aseo transportando un herido, nada más en Venezuela. ¡Qué tristeza! Pero aquí no necesitamos ayuda humanitaria”, dice con una mezcla de ironía y dolor quien registra en su teléfono móvil lo que está sucediendo a las puertas de ese centro asistencial en Acarigua, estado Portuguesa.
La última vez que un camión de basura se hizo viral en redes sociales en el país, fue hace casi dos meses atrás cuando el periodista mexicano Jorge Ramos hizo pública imágenes tomadas por él con su móvil cuando entrevistaba a tres jóvenes ingiriendo desechos que encontraban al escarbar un camión de basura, a poca distancia del Palacio de Miraflores. Rato después, esas imágenes y varias preguntas lógicas generaron la ira del dictador Nicolás Maduro quien ordenó el secuestro durante más de dos horas del equipo de prensa de Univision, que finalmente fue deportado a México en el primer vuelo posible, luego de decomisarle sus equipos y el material grabado.
Años antes en el 2009, el presidente fallecido Hugo Chávez había donado 170 ambulancias a Bolivia, entregadas y lucidas por Evo Morales en el estadio Hernando Siles de la Plaza. Tiempos de derroche, de comprar simpatías por el mundo, de apostar a la expansión del socialismo y de consolidarse en el poder por siempre.
Ahora decir “no me acostumbro” trata de ser un grito de resistencia de venezolanos que se niegan a resignarse a la mala vida y tanta humillación. Vivir en la absoluta precariedad- sobrevivir realmente- era algo impensable para el venezolano promedio. Aún cuesta procesar que el panorama cotidiano sea el registro de personas bañándose en el río Guaire pescando algún bien de valor, de hambrientos a la caza de desechos, de enfermos agonizantes rozando la muerte como una solución o de asaltantes de cadáveres en el cementerio. Casi nada nos sorprende entre tanta tragedia.
Había señales suficientes que debieron activar alarmas, pero nada detuvo llegar al cadalso. Actualmente el panorama es oscuro para Venezuela aunque Juan Guaidó representa un rayo de luz.
Al país ha comenzado a llegar ayuda humanitaria que bajo la coordinación de la Cruz Roja será distribuida en los sectores más desasistidos. La condición es que estén fuera de la manipulación de la política. “Espero que la Cruz Roja no se preste al juego del régimen que ya está de salida”, advirtió el presidente encargado Juan Guaidó.
El régimen que durante años negó la crisis humanitaria, que rechazó alternativas para mitigar el dolor de venezolanos, es el responsable de miles de vidas perdidas por falta de asistencia y medicamentos. Ante la evidencia, la presión internacional y de manera especial la voluntad de Juan Guaidó con el apoyo de los venezolanos, la ayuda humanitaria ha comenzado a ingresar al país. Aún así, la esencia del régimen debutó en Caricuao y el 23 de Enero donde sus pistoleros lanzaron tiros al aire para amedrentar al personal de la Cruz Roja.
La ayuda busca socorrer a decenas de hospitales públicos y ambulatorios que están en condiciones paupérrimas. Al respecto, testimonios de enfermos, familiares, médicos, enfermeras, son tan dolorosos como aterradores. Los males crónicos han dejado de ser atendidos.
La vida es transportada en un camión de basura.
Pero eso no le importa a la dictadura que convertirá la ayuda humanitaria en una coartada para aumentar progresivamente la invasión de China, Rusia, Irán y Cuba. Y transformará la asistencia en propaganda. Conocemos su calaña.
La lucha seguirá, no queda otra.