¿Por qué Nicolás Maduro no ha tocado a uno solo de los altos funcionarios que comprobadamente participaron en la conspiración en su contra? La respuesta lleva a la realidad política que confronta el usurpador de la presidencia de la República y que después del 30 de abril ha quedado expuesta en los sectores civil y militar del régimen. Maduro no tiene ni el control ni la fuerza para descabezar a los insubordinados, a quienes él les ha resultado un obstáculo que ha puesto en peligro la estabilidad del ejercicio del poder. Con esa convicción, los conspiradores actuaron pensando en salvar su trasero.
Ciertamente Maduro sigue sobre Miraflores. Se soporta en una estructura paramilitar encabezada por Diosdado Cabello y un relativo apoyo de la FANB, todavía bajo el mando de Vladimir Padrino López. El primero es el rival que se fortalece sobre los miedos de Maduro. En cuanto a Padrino, su enigma se convierte en impunidad. Buena parte de la FANB sabe y aprueba los sospechosos pasos de su jefe.
Con una pasmosa indiferencia de sus supuestos seguidores que lo muestra huérfano de pueblo, Maduro ha simulado ser dócil y agradecido ante quienes él califica de leales, cuando en la práctica son sus captores. Obviamente Maduro apuesta a que es una situación temporal de la que podría librarse si la oposición se desarticula y la gente regresa al miedo y la desesperanza.
Comenzar a halar el hilo a través de la actuación del presidente del Tribunal Supremo de Justicia: Maikel Moreno puede ayudar a encontrar algunas claves de lo que sucedió el 30A. Moreno además de ser el primero –a principios de año– en acercarse solícito en favor de la llamada “Operación Libertad”, llegó a escribir el documento en el que oficializaba la ilegalidad de la Asamblea Nacional Constituyente. Pero su entusiasmo fue demasiado lejos, hasta el extremo de aspirar a ser el jefe de la transición. La participación del presidente del TSJ tiene un significado especial en los eventos por ser compañero de banda (la de los Enanos) del empresario Raúl Gorrín, sancionado por Estados Unidos y operador-administrador de los voluminosos fondos de Cilia Flores y sus herederos. Gorrín quiere salvar su pellejo y ha confesado que es imposible que Maduro se sostenga en el poder. Y los tres: Cilia, Maikel y Gorrín son muy amigos. ¿Podría Cilia traicionar a su marido? Algunos exmiembros del entorno chavista como la fiscal general Luis Ortega Díaz, han asegurado que sí. Y la desaparición de Cilia en días posteriores a la rebelión, alimentó los rumores.
Porque solo el dinero los mueve. Eso lo sabe Estados Unidos que todavía aspira a quebrarlos con las sanciones. Tareck El Aissami, por ejemplo, tiene a sus testaferros angustiados y su libertad comprometida, más aún luego de que le llegaron a República Dominicana donde conservaba en buen resguardo una millonaria mansión a Cilia. Por eso, con razonables argumentos, algunos aseguran que para asfixiar a Maduro a quien le quitan oxígeno es a Cilia.
Aunque a Maduro también le cercan sus testaferros. El principal, Alex Saab, empresario solicitado por las autoridades colombianas por contrabando y lavado de dinero, señalado por ser jefe de la megaoperación que con las bolsas Clap limpiaba dinero sucio. Hasta con Hezbolá se le ha relacionado.
Tampoco se salvan los socios de Nicolasito, unos maracuchos de apellido Morón, referidos por negociar con el oro venezolano.
Ante tanto pillo, destaca el discurso y la acción del exdirector del Sebin, Manuel Christopher Figuera, que venía expresándole a Maduro –a quien le sigue declarando lealtad– su preocupación por el saqueo a los bienes del Estado que han llevado al país por el camino de la desgracia y la miseria. Cualquiera puede imaginar lo inconveniente que resultaba tener a un hombre alarmado por la corrupción a cargo de la policía política. Como se diría popularmente, Figuera era cuchillo para la garganta de Maduro. Decidió sacarlo del Sebin el 30 de abril y Figuera se enteró. Esa es la razón del adelanto de fecha. Figuera optó por una acción efectista y simbólica. Mejor eso que nada, pensó. Por cierto, su huida fue por vía aérea, sin obstáculos. Después pusieron a Néstor Reverol a cuidar los aeropuertos.
El usurpador ha tenido que transitar tanto agobio sin su muleta emocional, Jorge Rodríguez, ministro de Comunicación, que junto a Héctor Rodríguez viajó a Noruega a ver si con profesionales reconocidos de ese gobierno, se avanza en una negociación. Por el gobierno interino asisten Gerardo Blyde, Fernando Martínez Mótola y Stalin González. Se discute en escenarios separados y los nuestros insisten en el cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres. Que así sea.