Mucho me han preguntado respecto al general Hugo “el Pollo” Carvajal y su contundente –y aterradora– descripción de la situación venezolana. Me refiero a la entrevista que le hice en Madrid en exclusiva, publicada en esta misma edición de DIARIO LAS AMÉRICAS.
Compartiré entonces detalles con ustedes, tal vez subjetivos, pero que ayudan a complementar el complejo dibujo de un personaje que genera contradictorias e intensas reacciones. Porque sin duda, Venezuela está atrapada entre la irascibilidad y el dolor, por lo que con tantas emociones, es casi imposible un debate sosegado, sensato y coherente. Sobre esa realidad, algunos han llegado a cuestionar que el general Carvajal haya sido entrevistado, coincidiendo sin querer con la posición del régimen que quiere silenciar o manipular los hechos, independientemente de la procedencia. Aprovecho de reiterar, sin intención de convertir esto en un debate, que los periodistas estamos en la obligación de informar. Somos testigos de la historia y como tales, es nuestro deber difundir todas las versiones que ayuden a esclarecer la verdad. No es cuestión de simpatías ni de conveniencias.
De esta entrevista destaco el cuidado que tuvo el general Carvajal en sus palabras. Su resistencia a responder mi cuestionario. Tiene sentido. Es un hombre entrenado para preguntar, no para ser interrogado.
Su casa en Madrid es confortable pero no lujosa. No sé cuántas personas viven allí, pero sin duda se trata de una familia numerosa. Se le nota cómodo rodeado de sus seres queridos. No le agradan las cámaras y es mucho más expresivo con el grabador apagado.
Tiene un pensamiento esquemático y prefiere explicar situaciones con lápiz y papel. Sus conclusiones sobre el país resultan devastadoras. Confirmar que Venezuela es ciertamente una corporación criminal, escuchar el diagnóstico de boca de quien por tanto tiempo estuvo a cargo de la red de inteligencia del chavismo, resulta lapidario.
Estoy segura de que es peor de lo que sospechábamos entre otras razones, porque el general Carvajal se reservó información para la eventual negociación que podría tener que resolver con Estados Unidos. Lo que mi grabador registró y la información off the record, son suficiente para que los venezolanos, y los habitantes de las regiones vecinas, activen acciones muy contundentes, radicales, urgentes, para expulsar a Nicolás Maduro del poder junto a los cubanos. Porque es Cuba quien realmente maneja todo el sistema sobre el que se sostiene la dictadura. Cuando digo todo, es todo. No hay un solo secreto para los cubanos, que además, como buenos corruptos, sacan provecho personal a las disminuidas riquezas venezolanas.
Lo de la Fuerza Armada Nacional da tristeza. Las tropas, igual que el resto del país, no tienen para comer, asaltan por hambre y se van convirtiendo en oficiales que son objeto de planes perversos que los colocan al servicio de una banda inmoral de criminales. Los equipos militares se van acercando al desecho.
Si me preguntan, estoy persuadida de que Vladimir Padrino López no sólo colabora con la guerrilla colombiana, si no que sabe dónde se encuentra Iván Márquez. Creo que también esa información la maneja “el Pollo” Carvajal.
No es un tema cómodo para Carvajal hacer el organigrama de los sectores en pugna dentro del chavismo. A final de cuentas él está incluido allí. Sin embargo, muestra mucha seguridad en un diagnóstico: hasta el primer anillo de confianza de Maduro, está en contra de él. Esto asoma un peligro: que lo sustituya uno del entorno que asumiría el control, sin modificar el sistema. Lo interesante es que sí hay otra tendencia de peso que coloca como condición innegociable: expulsar a los cubanos radicalmente.
Los cubanos lo saben y están aferrados a Maduro a quien le han garantizado permanecer en el poder. “El Pollo” no duda de que Maduro no entregará por las buenas. Pero Carvajal se frota las manos con un plan que ha ido ajustando en su cabeza con el objetivo de lograr sacarlo de Miraflores sin derramamiento de sangre.
Cuba dirige cuidadosamente la represión y las torturas, así como la estrategia de manipulación informativa y control de las comunicaciones. La orden es ser implacables –en especial en sectores populares– contra líderes que intenten dirigir protestas. Las instrucciones arrancan por aplastar a jefes carismáticos que puedan agitar la calle. Para lograr ese fin, tienen la orden de hacer lo que sea, desde asesinar hasta apresar y martirizar a ancianos enfermos de 90 años. Porque para esos sátrapas, la violación de los derechos humanos es un mal necesario.
Su plan ampliado es reproducirse en la región, por supuesto.