¿Es exagerado el miedo de Maduro? Creo que no. Tal vez tenga razones para estar asustado. Los escenarios que el usurpador contempla para los tiempos inmediatos son motivo de su preocupación. Se basan fundamentalmente en una Fuerza Armada con gran malestar contenido y en una división interna con Diosdado Cabello como el hombre fuerte con poder.
Este agobio lo aborda a pesar de que los movimientos en la región habían sido interpretados como favorables a Maduro y su pandilla. Porque los hechos en Bolivia se desarrollaron cuando la lucha por la democracia parecía alicaída en medio de la cadena de eventos políticos en América Latina que afectaron primero a Ecuador –y que todavía destruyen a Chile–, con el intermedio del resultado electoral que significa el regreso de Cristina Kirchner. Hasta el expresidente de Brasil Lula Da Silva fue liberado. Así que el ánimo en Venezuela no mostraba el camino de la esperanza.
¿Acaso los sucesos en Bolivia pueden repetirse en nuestro país? ¿Es comparable el efecto de la protesta contundente y masiva del pueblo junto a la consecuente reacción institucional de la Fuerza Armada, de los organismos de seguridad y hasta de algunos que acompañaban a Evo Morales en el poder?
Mientras cualquier analista podría responder negativamente a estas interrogantes, Maduro y sus socios de la corporación criminal –especialmente los cubanos– a partir de los hechos en Bolivia y ante la convocatoria de calle fijada para el 16 de noviembre, tomaron medidas extremas dentro de las Fuerzas Armadas y activaron a sus grupos paramilitares destinados a evitar las protestas bajo las manos de las FAES que cargan con casi 19.000 muertos en su haber durante tres años y sus miembros han sido los ejecutores del plan destinado a acabar con cualquier liderazgo popular y sembrar el terror en los barrios donde la desesperación por hambre puede llevar a arriesgar la vida con tal de expulsar del poder a los responsables de su desgracia.
En las Fuerzas Armadas las decisiones ordenadas por Maduro han reflejado de manera interesante la pugna interna entre él y Diosdado Cabello, quien en esta ocasión despliega su poder sin disimulo. Su mensaje, a pesar de insistir en el apoyo a su supuesto jefe, lleva implícita una propuesta para el mundo chavista: soy yo quien manda y los puedo salvar de la desgracia. Porque Diosdado también lee las mismas encuestas que nosotros. Sabe que es unánime el desprecio del país hacia Maduro. Conoce del desastre en el manejo de la economía y está convencido de que con Maduro la tragedia de perder el poder es inevitable. A Diosdado no le importa que el pueblo se muera o huya despavorido ante el acabose. No. La desgracia para Diosdado y sus socios, es esperar la caída de todo el sistema. Y eso ocurriría si Maduro sigue mandando.
Sin duda, el primer objetivo en la pugna interna es controlar la Fuerza Armada. ¿Allí, quién es el primer obstáculo para Diosdado? El ministro de la Defensa, Vladimir Padrino López, por supuesto. Los acontecimientos previos al 16 de noviembre dejaron en evidencia este enfrentamiento. El anuncio de Maduro del “plan de seguridad y estabilidad” en el que termina envolviendo a la FANB y la milicia, es una muestra de la fractura. Por cierto, las consultorías jurídicas de los distintos componentes tienen la orden de desempolvar la intención de incorporar a las milicias como un nuevo componente de la FANB.
En este escenario, Maduro trata de diluir el poder de Diosdado quien al endurecer su discurso procura tener la popularidad nunca lograda. Maduro opta así por apoyar a Padrino López, quien continúa apostando a cobijarse bajo las faldas de sus jefes cubanos. El pusilánime ministro de la Defensa tomó medidas que llegaron al extremo de amenazar a oficiales superiores con la pena máxima, si alguno se atrevía siquiera a un titubeo de lealtad. Dicha amenaza tenía el trabajo adelantado de sembrar el pánico. Basta con saber del infierno de compañeros de armas que han sido sometidos a inimaginables torturas. El infame castigo ha incluido a sus familiares.
Después de la caída de Evo y antes del 16N, el espionaje interno se llevó a extremos inéditos, que confirman que en las Fuerzas Armadas las cosas no están tan bien como se creía, tal como actualizar los expedientes elaborados por los cubanos que contienen el perfil de cada oficial. Se trata de ese trabajo invisible activado para la extorsión y para aterrorizar. En esa misma técnica, Padrino López amenazó a los oficiales superiores como responsables de cualquier ingreso de personal ajeno en los comandos y de la salida de cualquier unidad o equipo militar, so pena de severos castigos. El despliegue militar para proteger Fuerte Tiuna, tampoco ha sido normal. Pero ya se sabe: el miedo es libre.