Venezuela tuvo la primera imagen concreta de su figura ese día cuando esposada, con un chaleco antibalas y rodeada de verdugos uniformados, era trasladada a prisión. La contundencia de su gestualidad se apoyaba en su gran tamaño y mirada fija que obligaba a sus custodios a bajar la cabeza. Apenas habían transcurrido unas horas desde que Hugo Chávez la había llamado bandida, ordenando para ella la pena máxima de prisión.
El 17 de diciembre de 2009 la juez María Lourdes Afiuni fue trasladada al centro de reclusión femenina INOF en Los Teques. Sin orden judicial había sido señalada por liberar al empresario y banquero Eligio Cedeño quien tenía tres años preso sin juicio que lo procesara por evasión de controles de divisas. Afiuni actuó en concordancia con la recomendación del Grupo de Trabajo sobre Detención de la Organización de Naciones Unidas. Iniciaba un vía crucis que aún no tiene final.
La tortura se fue expresando en su cuerpo desgarrado por violaciones continuas. Sus órganos sexuales, vejiga y ano estaban destrozados y un seno había necrosado a punta de patadas calzadas con bota militar. Entonces, en el 2011 el país vio por primera vez su sonrisa de niña que se asomó tras las rejas de su apartamento convertido en prisión bajo el arresto domiciliario por razones de salud. Y aun cuando en el 2013 después de miles de opiniones de expertos en el mundo se decidió su libertad condicional, el juicio seguiría.
El 21 de marzo de 2019 fue condenada a 5 años de prisión y ella apeló. Destaca en la decisión, ratificada el pasado 7 de noviembre por la sala penal del Tribunal Supremo de Justicia, que el castigo impuesto es por el delito de corrupción espiritual. Había sido acusada de abuso de poder, evasión y corrupción, pero en Venezuela para los enemigos del régimen, si no te pueden condenar por los delitos que están en la ley, los inventan. La juez Afiuni fue sentenciada por un delito que no existe.
La defensa había desmontado la acusación por corrupción al no existir dinero y ser imposible de demostrar ningún ingreso, pero el TSJ consideró que ella había aplicado medidas cautelares como acto de placer.
Geraldine, hija de María Lourdes, escribió: “Mi mamá es inocente y es la mejor persona del mundo (…). Más allá de los atropellos y violaciones de los derechos humanos que mi mamá vive a diario, ha perdido diez años de su vida que le han afectado su vida profesional y personal. Le han arrebatado momentos invaluables con su única hija. Su salud se ha visto afectada. Desde que mi mamá fue arbitrariamente detenida ha sufrido tres operaciones invasivas serias, consecuencia de las condiciones de lo que le han hecho pasar. Recientemente mi mamá fue diagnosticada con cáncer. Hace menos de un mes tuvo una operación muy complicada donde le quitaron 70% de su labio. Ya de por sí es sumamente difícil superar una enfermedad como esta, para también tener que ocuparnos de la continua represión del régimen”.
Se refiere Geraldine a que los bastardos de la dictadura, mientras la juez Afiuni estaba hospitalizada convaleciendo de la operación, allanaron su residencia. Buscaban a Geraldine con el reiterado argumento de que el apartamento es de su propiedad. A Geraldine la dictadura no le perdona que haya trabajado para el gobierno del presidente encargado Juan Guaidó. Tiene orden de captura. Por fortuna está salvo, asilada en Estados Unidos.
El diagnóstico de la juez Afiuni fue carcinoma adenoideo quístico en la mucosa del labio inferior. La operaron y en ese proceso encontraron que había metástasis en el ganglio centinela. Le sacaron varios ganglios. El oncólogo clínico consideró que ese tipo de cáncer que es muy agresivo debe ser tratado con quimioterapia y radioterapia a la vez. Serán 35 sesiones de radio, (cinco a la semana) y 7 de quimioterapia (una a la semana). Muy rudo.
“No me he detenido a pensar por qué me pasó esto a mí, por qué Dios me envía tanto sufrimiento. Creo que hay personas que tenemos que pasar ciertas pruebas y aprender ciertas cosas. A mí me tocó todo junto. Soy una paciente oncológica me ha costado mucho asimilar esa situación, sin embargo, también he aprendido que somos muchas personas las que estamos viviendo lo mismo. No siento que me estoy muriendo. Solo siento que estoy en una etapa de mi vida. Tomo esto como un aviso de que es hora de cambiar de modo de vida. Creo que mi misión es transmitir fuerza, constancia y los valores que he podido enviar a mi pueblo antes y durante esta situación. Ahora debo vivir en paz, con tranquilidad. Hacerlo a pesar de nuestro país destruido y esta gente jodiendo”, concluye María Lourdes indoblegable.
NI siquiera la ausencia de 70 por cierto de su labio inferior, logra derrotar su hermosa sonrisa.