Pocos días habían transcurrido después del esfuerzo infructuoso para que ingresara ayuda humanitaria desde Colombia a Venezuela en febrero de 2019. Al salón contiguo del puesto de Comando Presidencial en Miraflores habían sido convocados militare y civiles, casi todos vinculados a funciones de seguridad. Sin agenda previa, revisarían los recientes sucesos de Cúcuta. No había unanimidad sobre el éxito de los resultados. Algunos celebraban la derrota de las fuerzas opositoras -incluidas las extranjeras- que se habían visto imposibilitadas de llevar el auxilio al país. Otros en cambio, habían recibido el reclamo de los sectores desposeídos que lamentaban que los insumos hubiesen sido destruidos sin favorecer a los más necesitados.
Maduro y Cilia Flores venían de una reunión previa con Freddy Bernal tratado como la estrella del evento, encargado con el FAES de bloquear la ayuda. A Freddy le gusta que le teman. Entre los militares en el salón estaban Vladimir Padrino López, Néstor Reverol, Remigio Ceballos del CEO, Iván Hernández Dala por DGCIM, Cristopher Figuera del Sebin. Entre los civiles, Douglas Rico por CICPC, los hermanos Jorge y Delcy Rodríguez y Jorge Márquez de Conatel.
Bernal no esperó mucho para alzar la voz con un reclamo: “Se ha podido, se ha debido tomar una acción determinante contra Juan Guaidó y su gente. Eso no se ejecutó porque los militares son unos blandengues, carecen de agresividad, no se atreven a actuar como lo exigen las circunstancias”.
Maduro lo escuchó sin ocultar complacencia. No debía sorprender. En el medio castrense se sabe que Maduro es antimilitar aunque lo oculta. Los miembros de la FANB presentes sintieron el comentario de Bernal como una puñalada dirigida y autorizada.
Bernal se explayó en su crítica. Recordó a Los Pantaneros, fuerzas especiales de los años 90 originarias de la entonces Policía Metropolitana cuyos miembros -según Bernal- tenían sangre fría para matar si era necesario hacerlo, extirpando el peligro sin ningún sentimiento.
Vladimir Padrino y otros representantes del alto mando militar guardaron silencio. Recibieron el insulto con estoicismo sostenido por el peso de su billetera. Solo Ceballos argumentó con timidez que en esa situación de la frontera no solo habían enfrentado a civiles políticos, si no que también hubo paramilitares y guerrilleros a los que el Ejército necesitó neutralizar.
A partir de esta reunión, la FAES adquirió una fuerza inusitada. Llovieron los recursos y sobró apoyo para actuar con impunidad. Y Maduro se siente complacido. A final de cuentas siempre quiso tener un brazo armado a su disposición. Ya en el 2015 había fundado la Operación de Liberación y Protección del Pueblo para disponer de una fuerza de acciones especiales entrenada y apertrechada. La OLP pronto sembró terror en los barrios. Reclutaron colectivos armados rompiendo a los militares el monopolio de las armas. Se configuraron grupos de exterminio. Sin embargo, presiones de las Organizaciones No Gubernamentales lo obligaron a bajar el perfil y cambiarle de nombre. El monstruo de la mutación a FAES resultó peor.
La mayoría de los miembros de la FAES han sido expulsados de otros cuerpos de seguridad por delitos cometidos. A ellos se suman presos violadores, homicidas, ladrones, secuestradores aportados por las cárceles de Iris Varela. Todos hacen lo de siempre, solo que ahora nadie los puede tocar.
Si bien oficialmente la FAES está adscrita a la PNB, en la realidad esto no funciona así. La FAES tiene recursos propios que recibe dispendiosamente. Se autofinancia además con extorsión, secuestros, asaltos, tomas de propiedades privadas, contrabando. Trabajan para el narcotráfico como en “la ruta del cacao” -realmente la ruta de la coca- en el Estado Miranda y muchas otras más.
Hasta mayo de 2019 la FAES tuvo como jefe al teniente coronel Rafael Bastardo (GNB) acusado de masacrar a Oscar Pérez. A él lo sustituyó José Miguel Domínguez Ramírez, de amplio prontuario, integrante de colectivos que operan en Catia y el 23 de Enero, implicado en varios asesinatos entre ellos el de Bassil Da Costa, quien murió el 12 de febrero de 2014 en una protesta pacífica. Grabaciones de la Fiscalía demuestran que Domínguez se encontraba en el lugar de los hechos con un arma de fuego. Conocido como “Miguelito” es mano derecha de Freddy Bernal, fue su escolta, su jefe de seguridad en la Alcaldía de Caracas, jefe de los Clap y de la FAES en Táchira.
Las víctimas de esta banda de forajidos con permiso para matar no caben en esta columna. Y es imposible que el fiscal usurpador Tarek William Saab desconozca esta realidad.