“Invitamos a Karim Khan (nuevo Fiscal ante la Corte Penal Internacional) para que venga a Venezuela -confesó Tarek William Saab el pasado 19 de julio- a vernos en el terreno a decirle hagamos una hoja de ruta para aclarar lo que haya que aclarar en lo que toca el examen preliminar (…)”. De haber sido sincero, Tarek habría continuado su narrativa con la frase “y le haré una oferta que no podrá rechazar”, cual Vito Corleone en “El Padrino”.
Pero no todos son parte de una mafia. Acostumbrado a ejercer el poder comprando conciencias, extorsionando o torturando, el chavismo se muestra desencajado en el territorio de la justicia internacional al percibir que son inútiles los esfuerzos de quien ocupa la silla de la Fiscalía General de la República. Nicolás Maduro, que ha aprendido a no dejar cabos sueltos, sabe que corre peligro concreto de ser procesado por la CPI. Es evidente que le temen a una instancia donde es posible alcanzar justicia sin que la garra del régimen aterrorice a quienes la imparten.
Tarek William Saab no pierde oportunidad de intentar demostrar a su jefe -con la mente puesta en presidir el Tribunal Supremo de Justicia- que está haciendo lo necesario para evitarle como destino una mazmorra. Por eso insiste en que envió una carta de cortesía a Khan en la que le reitera su empeño en un acercamiento, “en lograr la reciprocidad” que, según él, no lograron con la fiscal anterior Fatou Bensoda, funcionaria que tuvo con Maduro y su combo claras deferencias. Pero ustedes ya saben cuan malagradecidos son los chavistas. “En esta etapa debe existir un cambio de actitud. Hay silencios muy hostiles y esa fue la acción de la anterior fiscal”, suspiró Tarek en un puchero.
Dice Tarek que en Venezuela funciona la justicia. No puede evitar que su voz suene tan falsa como la de un torturador que le dice a su víctima que no le va a doler.
Tarek sabe que puede perder hasta sus zapatos Balenciaga Triple S. Maduro le ha dejado claro que no solo se trata de complicar y alargar el proceso, estrategia que han cumplido al dedillo en el caso de Alex Saab. Además, Maduro le exige que espante para siempre el peligro de la CPI.
Genera natural curiosidad imaginar a Tarek como guía del fiscal Khan en Venezuela. ¿Lo llevaría a El Rupial en La Victoria estado Apure a escuchar los testimonios de los pobladores respecto a lo que sufrieron en marzo de este año y semanas posteriores? ¿Allí dejaría a Khan constatar los detalles de la ejecución a cinco miembros de una familia campesina por parte de la FAES, operativo registrado oficialmente como la liquidación de cinco terroristas? ¿Le permitirá Tarek al fiscal registrar los hechos contados por centenares de familias que tuvieron que refugiarse en Arauquita, Colombia, para evitar ser detenidos y sin poder impedir que sus viviendas fueran saqueadas?
Genera curiosidad la mentira que tratará de elaborar Tarek para explicar la detención de Javier Tarazona, Rafael Tarazona y Omar de Dios García, miembros de la ONG Fundaredes, que no han hecho más que salvar vidas y defender a los débiles. ¿Cómo explicará que los han acusado de terrorismo impidiéndoles incluso tener sus propios abogados, forzándolos a la defensa pública? No hay mentira tan gigantesca que cubra semejante vileza. Ni cirugía estética que oculte tanta maldad.
Tal vez Tarek procuraría con gran esfuerzo que el fiscal Khan no se moviera de Caracas, como si con eso pudiera ocultar que la capital es el epicentro de violaciones de los derechos humanos. A 4 kilómetros y medio (2.8 millas) de Miraflores ha explotado la Cota 905 sector actualmente ocupado por los organismos de seguridad que equivocadamente celebran haber restablecido el orden. Porque orden significa muertos para la dictadura. Cifras de expertos calculan por lo menos 66 asesinados, muchos de ellos víctimas colaterales en el Operativo del régimen contra las megabandas. El operativo buscaba capturar (realmente asesinar) a sus cabecillas. No lo han logrado. La impiedad contra las víctimas inocentes se extiende hacia los familiares que manifiestan desconfianza de los organismos de seguridad y a los habitantes del sector que esperan el regreso de los jefes de la banda. A final de cuentas el Koki y sus aliados eran la autoridad con la anuencia de los jefes de la dictadura. Por eso la banda ejercía acciones de Estado, tenía el control imponiendo códigos de conducta, administrando justicia, distribuyendo comida, organizando los servicios públicos. Públicamente, Delcy Rodríguez y otros altos funcionarios aplaudían la gestión.
Eso seguro no se lo contará Tarek al fiscal Khan. Ni tampoco el montaje que con ese mismo caso de las megabandas construyó contra el diputado Freddy Guevara de Voluntad Popular. Ni la historia de casi 280 presos políticos. Ni tantas cosas que Khan ya conoce, tanto como a los farsantes que representan a una dictadura.