06 Aug
La carta que desató la ira
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Confieso que estaba más pendiente de la extraña puesta en escena de Delcy Rodríguez en la 77 Asamblea de Fedecámaras el pasado 20 de julio que de los discursos. A final de cuentas era predecible lo que diría Ricardo Cusanno en su despedida de la presidencia del sector empresarial. Sus intervenciones hace tiempo han mostrado hacia el régimen una cara edulcorada que transita entre la resignación y la sobrevivencia pero que alimenta el desaliento a un país decepcionado de su liderazgo y que ve traiciones en todo lugar, muchas veces con razón. La reconciliación gobierno-empresarios en Fedecámaras fue recibida con tibieza, pero la ira rápidamente apareció. Lo hizo igual tanto en el oficialismo como en la oposición. Su explosión se hizo evidente en las redes sociales. Me incluyo en haber caído en la tentación de expresar mi desagrado. Me parecía todo tan excesivamente baboso, tan carente de sobriedad… Hasta en la derrota hay que ser digno.

En ese acto lo relevante ocurrió, como los buenos momentos, casi sin darnos cuenta, cuando el obispo auxiliar de Caracas, Ricardo Barreto, tomó la palabra para leer una carta del cardenal Pietro Parolín, secretario de Estado de Su Santidad y quien fuera embajador del Vaticano en Caracas. Hasta este instante la poca audiencia se preguntaba ¿quién es ese curita?

Maduro también subestimó al sacerdote. Horas después, trató de herirlo, mostrándole desprecio por ser un desconocido, incluso dudó de la autenticidad de la misiva que el padre había leído. Así de fácil insulta un mediocre. Ya conocen el refrán, cada ladrón juzga por su condición.

El texto enviado por el cardenal es impecable. La misiva está dirigida al ahora expresidente del organismo empresarial -fechada el 23 de junio- y presenta términos coleccionables. Usa un tono diplomático, realista, sensato y su narrativa activó la soberbia de Maduro quien con su reacción se mostró como un energúmeno. Maduro dijo: “la carta es una cosa rara…un compendio de odios, de veneno de rencillas, de desastre nacional…”.

Los invito a que se procuren la carta y la lean completa para que disfruten la pluma del cardenal Pietro Parolín y gocen aún más lo que generó. El cardenal habló en voz baja, con respeto y consideración, dejando a Maduro poseedor del veneno y el odio que lleva en su corazón.

Comparto con ustedes algunas consideraciones expresadas por el cardenal y entenderán a qué me refiero:

“Conozco…los esfuerzos que están realizando (en Fedecámaras) en la promoción de una Venezuela más justa, democrática, productiva y emprendedora en la que reine una verdadera justicia social (…) es importante que la sociedad civil sea también protagonista de la solución de la crisis actual… una solución que solo se dará si los venezolanos, y especialmente los que tienen algún tipo de responsabilidad política, están dispuestos a sentarse y a negociar, de un modo serio, sobre cuestiones concretas que den respuesta a las verdaderas necesidades de los venezolanos y durante un período limitado en el tiempo. Esto exige voluntad política por parte de los involucrados, disponibilidad a dejar que el bien común prevalezca sobre los intereses particulares (…) será especialmente relevante el papel que deberá desempeñar la sociedad civil, y en particular el sector empresarial, comercial, y productivo, tratando de ayudar mediante una economía integrada en un proyecto político, social, cultural y popular que busque el bien común (Fratelli, tutti, 179) para que los ciudadanos, especialmente los más pobres y necesitados, puedan percibir que sus difíciles condiciones de vida poco a poco mejorarán (…)”.

¿Dónde está la afrenta, la ofensa etc.? Muy sencillo. Solo hay que hacer el ejercicio interpretativo de lo que Maduro considera peligro para él mantenerse en el poder: sentarse y negociar seriamente, por ejemplo; que el bien común prevalezca sobre intereses particulares lo debe considerar una cachetada; un proyecto en el que prevalezca el bien por encima de los intereses particulares, para Maduro con seguridad es una ofensa, y desear que las condiciones de vida de los venezolanos mejoren, él lo clasifica como un acto de conspiración.

Hablarle a Maduro de democracia, libertad o justicia social es como azufre para el demonio.

Su reacción lo ratifica como el dictador que no cederá ni un centímetro en negociación alguna y que, al contrario, disparará a todo intento y esfuerzo para retomar la democracia.

No menos arrogante fue la reacción de Delcy Rodríguez en el evento en el que sin sorpresas mandó a monseñor Barreto a quitarse la sotana si quería hacer política.

Se percibe la soberbia en los jefes de la dictadura. ¿Tan seguros se sienten como para agredir al secretario del Papa Francisco? ¿O acaso así hace política el Papa?