Aún mi cerebro intentaba procesar el impacto de la imagen de 640 personas apiñadas huyendo aterrorizadas de Kabul en un avión C-17 de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, cuando un video registró a seres humanos que caían luego de abrazarse desesperados a las ruedas de otro avión que despegaba hacia un lugar fuera de Afganistán, no importaba cuál, siempre que los alejara de los talibanes.
Son informaciones que me duele registrar, aunque no tengo ni un solo afgano amigo. Pienso enseguida que debemos resistirnos a la rutina de la maldad, rebelarnos contra la resignación de que lo cotidiano es el triunfo de la violencia, y, sobre todo, tenemos que cuidar nuestra empatía hacia los demás. Escribo esto porque mientras las malas noticias desde Afganistán abrumaban al mundo, tropecé con uno de esos absurdos debates -al menos así lo siento- en las redes sociales. Los dimes y diretes se habían activado a partir de que alguien criticó (o despreció) a la migración venezolana, afirmando que quienes se habían ido del país pretendían darle un tono épico al asunto, cuando la verdadera heroicidad estaba del lado de quienes se habían quedado en el país. Como si la realidad aplastante no fuese que aquí o allá, seguimos derrotados y en eso nada es épico. En todo caso, la mecha se había prendido.
En paralelo -como son las redes- una marcha de mujeres se jugaba la vida protestando en las calles de Afganistán mientras otras retaban en el terreno con un coraje inconmensurable, a los talibanes que celebraban desde el poder. Así, Elay Ershgad, exdiputada en el parlamento declaró a la BBC que, pese a los peligros, se quedaría en su país. También lo anunció Zarifa Ghafari, alcaldesa de Maidan, a quien le mataron su padre y varias veces los talibanes han jurado asesinarla. Como ellas, muchos hombres han dejado el pellejo batallando en el terreno y otros tantos harán lo que tengan que hacer en otro territorio. Huir desesperados no los convierte en cobardes.
El seguimiento a Afganistán me alejó del agotador debate entre venezolanos en redes, aunque me quedé pensando en las víctimas de nuestra tragedia, en los inmensos sacrificios, los numerosos intentos para tratar de recuperar la democracia. En estos 22 años nunca hemos dejado de luchar, dentro y fuera del país. En la ruta de esta reflexión me acordé de un amigo, a quien podría ubicar como cercano al chavismo, que me contaba que, a pesar de las extorsiones y chantajes, las torturas y prisiones, las expropiaciones, las tentadoras ofertas de millonarios negocios ilegales, la descalificación oficial y un largo etcétera, los jefes de la política madurista suelen quejarse de que quienes se le oponen continúen retándolos, es decir, no entienden cómo no han podido doblegarnos.
No me atrevo a decir en qué nos hemos equivocado, aunque pienso que parte de nuestra debilidad se concentra en dejarnos permear por el discurso oficialista que manipula la información, ataca y debilita al liderazgo político, carga de desaliento e impulsa a la confrontación entre venezolanos.
Es hora de entender que importan quienes viven en el infierno de nuestro territorio y también quienes han decidido o se han visto obligados a salir, algunos con sus pies sangrando en el recorrido de miles de kilómetros.
El régimen con sus asesores ha estudiado los puntos débiles de los venezolanos y sobre ellos ha trabajado para fracturar nuestra cohesión como sociedad. Las redes le han resultado un excelente instrumento. Además, tienen los recursos para garantizar el control de la narrativa. El madurismo y su entorno cubano, ruso y chino han fortalecido con grandes inversiones y asistencia tecnológica, el manejo del contenido del mensaje. Que nadie lo dude, ellos imponen con fuerza el contenido de lo que les interesa posicionar, así como activan sentimientos que dividen o desalientan. No han escatimado en gastos para lograr ese objetivo. Es muy potente el uso de nuevas tecnologías montadas en plataformas que disfrazan la propaganda como información. Y esa corriente la mueven según sus deseos o necesidades. Por otra parte, los hechos ciertos y los medios para su transmisión son bloqueados.
En el caso de Maduro la confrontación contra Estados Unidos y toda democracia liberal es la pauta constante en su narrativa. Y siempre, sin miramientos disparan contra Colombia y contra nuestro liderazgo opositor. Hubo una época que lo hicieron contra algunos militares que destacaban, pero ya no les hace falta porque a todos los liquidaron.
Por eso, cada vez que sea posible deberíamos hacer el esfuerzo de preguntarnos quién saldrá favorecido por un choque entre nosotros, porque así, enganchados cumpliendo su guion, seguiremos derrotados.