Como el choque de dos máquinas de guerra los medios de Colombia describieron los eventos recientes en el departamento Arauca. A ese titular podemos agregar que, a esas máquinas violentas, sanguinarias, Nicolás Maduro les entregó Venezuela.
No sucedió de un día para otro ni fue un acto espontáneo. Poseer el territorio venezolano y destruir sus instituciones son parte de un plan que ha exprimido al país y lo ha convertido en patio de criminales. Es una acción expansionista que ha borrado las fronteras oficiales entre Colombia y Venezuela para construir la Zona Gris sobre la que me he venido refiriendo. El control de dicha zona extendida por ambos países es ejercido por grupos armados no estatales que cuentan con la complicidad de la Fuerza Armada venezolana que les brinda protección, garantiza apoyo logístico y suministra armas.
Los sangrientos sucesos en Arauca durante el primer fin de semana del año no se deben desvincular de otro enfrentamiento ocurrido en Barrancas del Orinoco, al sur del estado Monagas, que explotó el primero de enero y se repitió esta misma semana.
En Colombia la disputa entre la disidencia de las FARC y el ELN dejó 24 muertos -cuatro de ellos identificados como venezolanos- lo que llevó a la decisión del presidente Iván Duque de enviar cuatro batallones con 600 hombres a la zona limítrofe. Diego Molano titular de Defensa precisó que los eventos se iniciaron en Venezuela y tuvieron su eco en Colombia con el ELN y la Segunda Marquetalia enfrentados a la disidencia de la FARC junto al frente 10 y el frente 28. Esta violencia entre insurgentes para lograr el control de corredores de la droga se produjo durante décadas en territorio colombiano, pero ahora se ha repetido en Venezuela para desgracia de la población civil.
La razón de estos enfrentamientos se explica en una sola palabra: codicia. Las rutas del narcotráfico, la minería ilegal, el libre ejercicio de otros delitos que van desde el contrabando, la extorsión y los secuestros hasta el tráfico de humanos, son apetecibles para cualquier banda criminal que goza además de la bendición de Miraflores. Porque mientras en Colombia el Estado hace esfuerzos por proteger a sus ciudadanos y enfrentar a los grupos que horadan las instituciones e instauran la violencia, en Venezuela los entes irregulares multiplican a sus anchas la destrucción, clavando la bandera del crimen en territorios privilegiados para la consumación de sus delitos, y sirviendo la bandeja a intereses expansionistas. Por eso en Barrancas del Orinoco los pobladores en absoluta orfandad han sido testigos de la sangrienta disputa entre un sindicato criminal de minería ilegal y el ELN. Se han registrado al menos dos enfrenamientos a plomo limpio, sin cifra oficial (y creíble) del número de muertos puesto que las autoridades han mutado en fantasmas.
El ELN al tomar Barrancas aspira apropiarse de un territorio ubicado frente al caño más ancho del río Orinoco que allí extiende sus brazos como Delta facilitando la conexión fuera de nuestras fronteras. Por lo tanto, la pelea es para controlar la salida de droga y otros productos enviados a distintas zonas del Caribe y mucho más allá. El ELN quiere manejo exclusivo. Su cálculo depredador exige tomar esta zona que limita con Bolívar, un estado que esa guerrilla ya contabiliza como de ellos en el ejercicio de la minería ilegal.
Viejos informes de inteligencia venían registrando actividades ilegales en Barrancas. Documentos del Sebin fechados en el 2016 reportaban contrabando hasta de crudo. Ya en el 2017 fue oficial que en esa zona opera el narcotráfico. Desde el río Orinoco continuamente salen barcazas con cargamento recibido por distintas vías, incluso desde avionetas en vuelo. De más está decir que esto es harto conocido por los organismos de seguridad civiles y militares.
La complicidad, o para mayor precisión, la sociedad establecida entre Maduro y estos grupos criminales armados no estatales además de exponer en indefensión a los pobladores, coloca en el tablero, un peligroso conflicto entre Colombia y Venezuela. Porque obviamente Iván Duque conoce el plan voraz de Maduro y sus aliados que contempla alentar a la guerrilla para avanzar en territorio mientras se afilan las garras de quienes quieren tomar el poder. Entretanto, los irregulares obtienen de las riquezas venezolanas y su privilegiada ubicación geográfica, lo necesario para apertrecharse y mantener un conflicto que bajo el sello de sangre se ha extendido.
Alguna vez la justicia se encargará de sentar en el lugar de los acusados a los responsables de esta traición a la patria. Con seguridad, además de Maduro, el ministro de la Defensa Vladimir Padrino López tendrá que ser uno de ellos.