Un video con ilustraciones que saltaban al compás de una voz infantilizada anunció el pasado fin de semana a nombre del Saime, Servicio Administrativo de Identificación Migración y Extranjería, el inicio de un “código de vestimenta” aplicable a todo aquel que requiera algún tipo de trámite de identidad. Es decir, todos los venezolanos, y los extranjeros en diversas gestiones.
En un país donde la gente come de la basura, los ancianos fallecen de mengua, los hospitales y las escuelas son escombros, el salario mínimo mensual alcanza para alimentarse (mal) un solo día, el Saime ha decidido restringir el servicio a lo que según su criterio es el buen vestir. Criterio que es el resultado de arrogarse la interpretación de lo que es decencia, aplicando sin duda una descarada discriminación. Bien lo calificó la ONG Acceso a la Justicia: la burka criolla.
Las prohibiciones pacatas y atrasadas se inician en el video bajo la advertencia: “se debe evitar ropa informal”, para luego precisar: “shorts, minifaldas, monos deportivos, leggins, camisas con escote, camisas cortas por encima del ombligo, pantalones con abertura o rotos, sandalias tipo playeras o zapatos similares, gorras, sombreros, cascos de motorizados”.
La amenaza del organismo es concreta: quien no cumpla el código perderá la cita.
Las reacciones de rechazo a través de redes sociales fueron inmediatas, así como el reporte de víctimas a quienes se les prohibió el acceso a las instalaciones en perjuicio de sus necesidades o urgencia por alguna identificación.
Trascendieron situaciones insólitas, algunas ocurridas incluso antes del anuncio de este “código de vestimenta”. Por ejemplo, la modelo Valeria Ocando contó que le negaron la posibilidad de fotografiarse para obtener su cédula de identidad por tener rastas y se vio obligada a colocarse una peluca, y así sí. Ahora, díganme ustedes si esto no parece una acción dirigida por un bromista o por un demente. El organismo que procesa el documento de identidad que debe registrar fielmente la fisonomía del sujeto, decide modificar su apariencia con una peluca para cumplir con una norma inventada bajo sospecha. Sí, bajo sospecha, al trascender testimonios que apuntan a un problema mayor: es un tema de discriminación y a la vez un posible negocio para unos pillos.
Es discriminación a las mujeres que gustan de destacar sus senos o las piernas, contra los transgéneros porque su apariencia física no coincide con su nombre asignado al nacer, contra los pobres que no tienen para comprarse ropa nueva, contra los jóvenes cuya esencia es la irreverencia, y así… Muy peligroso y feo el tema.
El alboroto en las redes obligó a que el video fuera retirado, pero no así la decisión puesto que todavía el personal del organismo de identificación se ha complacido en impedir el acceso a quienes violan, según ellos, la lectura del buen vestir.
Es preciso recordar que el director del Saime es desde junio de 2018 Gustavo Vizcaíno, funcionario sancionado en el 2019 por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos, por estar involucrado en actos de corrupción al cobrar a los solicitantes de documentos de identidad, miles de dólares que posteriormente transfirió a sus cuentas bancarias personales en el extranjero. En complemento a esta actividad, Vizcaíno es desde junio 2021, rector suplente del Consejo Nacional Electoral.
Vizcaíno encabeza así el ejercicio de la ilegal, odiosa y explosiva discriminación. Esto ocurre en un país con un envidiable sentido del humor y donde el desenfado en el vestir (especialmente el femenino) está acompañado de sensualidad y belleza.
En ese contexto es razonable sospechar que ese “código de vestimenta” resultará en una nueva alcabala de matraqueo que se suma a las ya existentes, con lo que el usuario será pechado en otra etapa más de su vida de ciudadano.
Esto, por supuesto, afectará fundamentalmente a quien no tiene recursos. Es la banalidad vestida de un gran atropello y una inmensa injusticia.
La información sobre esta arbitrariedad transcurre al tiempo del estupor por hechos recientes en el mundo del fútbol y las agresiones e insultos contra Vinícius, jugador de la selección de Brasil y actualmente delantero del Real Madrid, quien ha sido objeto de nuevos ataques racistas por parte de fanáticos de equipos rivales. Periodistas de la fuente deportiva han reportado nueve incidentes similares en los últimos dos años.
Son tiempos delicados que exigen cerrarle el paso a la discriminación por la vía que aparezca, por sexo, religión, edad, discapacidad, cualquiera que sea. Hay que bloquear los delitos de odio, enfrentar la discriminación que tal como registra Amnistía Internacional, “es nociva y perpetúa la desigualdad, ataca al corazón mismo, a lo que significa ser humano”.