24 Aug
El Lago de Maracaibo no aguanta más
Visto 263 veces
Valora este artículo
(0 votos)

Ni el alma más optimista resiste a derrumbarse -o indignarse- ante la ignorancia y el cinismo del ministro de Petróleo, Pedro Tellechea: “Los derrames de hidrocarburos son como el agua y el aceite, no hacen ningún tipo de descomposición en el Lago de Maracaibo. Es una cuestión visual, simplemente”. Juntemos esta apreciación con la nota de prensa enviada por el ministro de Ecosocialismo, Josué Lorca: “El Lago está excelentes condiciones”. Con esa “seriedad” el madurismo considera el inmenso problema del Lago de Maracaibo.

Tendría que existir un tribunal que procese la responsabilidad criminal de funcionarios que contribuyen a la destrucción de 13 mil kilómetros cuadrados de la más grande reserva de agua no salobre en Suramérica. Mientras el planeta se seca y la humanidad prioriza la búsqueda de agua, el régimen de Nicolás Maduro incumple responsabilidades del Estado frente a este bien natural e intenta normalizar el desastre que está a la vista de todos, a la vez que permite acciones irresponsables de particulares a quienes no les duele este bendito regalo de Dios.

La infeliz verdad, es que es largo el historial de contaminación del Lago de Maracaibo, solo que ahora, la voracidad y el desprecio por el bien común del régimen es ilimitado.

El Lago de Maracaibo ha pagado caro su magia y riqueza. Es inevitable refrescar la imagen del reventón del Barroso II en diciembre de 1922 arrojando miles de barriles de petróleo iniciando así una época que nos colocó en la montaña rusa de la riqueza temporal. Era una época en la que no existía la tecnología de las plataformas petroleras y el lago aún lo sufre: redes de tuberías fueron instaladas en su lecho lacustre, las cuales, ahora inutilizadas, son corrosivas.

Hoy, al Lago de Maracaibo es un espectro precedido por un vaho maloliente. Sus aguas no se ven: están cubiertas por una espesa nata verde que bloquea la luz solar y liquida la fauna. Es un depósito de basura, de residuos sólidos y escombros. No existe un sistema de limpieza (recientemente ante la trascendencia de esta tragedia, hubo cierto movimiento), pero de manera sistemática no existe, entre otras razones porque las dos grandes plantas de tratamiento están bajo el control del Poder Central.

Esta realidad se ha combinado con la proliferación de cianobacterias que se han multiplicado tomando el espacio en cantidades indeseables generando toxinas, y causando oscuridad y muerte al bloquear el oxígeno en el agua. Lo siguiente ha sido la pudrición y el mal olor. 

Los antecedentes a esta crisis tampoco han sido felices. Al Lago de Maracaibo le intervinieron por razones económicas su naturaleza original. Su parte norte, donde está su boca estrecha por donde entra el agua salada, era muy baja, apenas tenía metro y medio de profundidad (la parte sur en cambio, donde está el entramado de tuberías, llega a 32 metros). Entonces, lo salobre no pasaba. Pero la industria petrolera decidió ampliar ese paso para la ruta de sus tanqueros, y el ecosistema se alteró, y la salinidad afectó al Lago. Se calcula que más del 70 por ciento del ecosistema desapareció.

Alguna vez Rafael Caldera y luego Hugo Chávez dieron señales de ocuparse de la construcción de un puerto de aguas profundas, pero nada ocurrió.

Todo mal. El Estado, este Estado, abandonó su responsabilidad en el tratamiento, en el control de la basura, en limpieza de cañadas ante las lluvias, en ampliar las redes de cloacas, en coordinar con las empresas privadas, como las camaroneras, acciones de cuidado y limpieza. Ni hablar de la ausencia de control y cuidado de parte de la industria petroquímica.

Este desastre también ocurre ante la decisión del régimen de destruir el sistema educativo, los procesos de investigación, los entes de generadores de interés para la preservación del Lago. Por ejemplo, ¿qué ha sucedido con el ICLAM, Instituto para el Control y la Conservación del Lago de Maracaibo? Un ente con autonomía, indiscutible excelencia técnica y calidad de gestión comprobable a través de sus laboratorios, su rectoría y su liderazgo ambiental en la cuenca del Lago, terminó a merced de la partidización y el desastre de Hidrolago y PDVSA.

El rescate del ICLAM es clave para recuperar el Lago, considera Sergio Antillano, respetable consultor en Ambiente y Comunicaciones, convencido de que el Lago de Maracaibo se puede salvar. “Es posible poner a funcionar plantas domésticas o industriales al servicio de la limpieza y coordinar con alcaldías asesoría técnica para la atención de quebradas y cañadas; volver a cumplir los protocolos, en especial de la empresa petrolera, diseñar planes de contingencia, rescatar el proyecto del puerto de aguas profundas, rescatar la barra del lago sin reactivar el dragado. En síntesis, es urgente un plan de concienciación de educación ambiental a distintos niveles del gobierno. Solo pensemos que el Lago podría ser disparador de riqueza para la región y el país. No se trata de turismo, es comida, es agua, es vida”.