De 50 familias chavistas, 47 ya no lo son.
La encuestadora Datincorp cuyo historial refiere con orgullo haber sido contratada por empresas del Estado y gobernaciones tanto del oficialismo como de la oposición, arroja en su medición del 25 de febrero de este año que más de 80 por ciento de los electores venezolanos evalúan mal o muy mal la gestión de Maduro y que, además, cerca de 60 por ciento lo detesta, es decir siente por él rabia, desprecio o vergüenza.
Maduro lo sabe, pero paga para que le digan lo contrario que como la mayoría de quienes detentan el poder, compra admiración, soborna a su entorno para que lo aplaudan y le celebren las morisquetas a cambio de permitirles participar en el festín del desfalco a Venezuela. Eso vale para la élite de Palacio porque con el pueblo ya las mentiras rebotan. Opta entonces por aplastar con terror, violentando con más descaro al estado de derecho, inventando conspiraciones, secuestrando a inocentes.
Esta medición de Datincorp deja a Maduro como un irremediable derrotado en una posible contienda electoral por la presidencia, contando según la encuestadora, con apenas 14% de posibles votantes frente a 55% de María Corina Machado.
El resultado de esta medición coincide con apreciaciones de fuentes de Palacio sobre sondeos de empresas de México, Brasil, Argentina y España que concluyen en que Maduro no puede ganar. “Esto lo saca de balance, lo enfurece, responsabiliza al equipo de ministros, gobernadores y alcaldes, a los que amenaza con arrasarlos uniendo el proceso electoral regional con la presidencial para optimizar esfuerzos de la maquinaria activando el proselitismo y procurando empujar a las urnas a eventuales votantes en su favor”, cuenta un informante.
Maduro se pasea también por la alternativa de declararse tirano por la calle del medio. Bajo los hechos está cerca.
Haga lo que haga, no hay manera de que Maduro logre borrar las manchas de sangre, el llanto de un pueblo maltratado, burlado, humillado, al que subestima y habla con petulancia en la creencia de que una masa ignorante le comprará un nuevo relato falso.
Un video que circuló en redes resultó la fotografía del momento país. El escenario fue en medio de la tragedia de la mina ´Bulla Loca´ en La Paragua, estado Bolívar, hecho del que aún se desconoce la cantidad de muertos y heridos y que el régimen pretende minimizar, silenciándolo bajo el miedo y la censura como suele hacer, tratando también de ocultar que el crimen organizado manda en ese sector donde la autoridad la ejercen los pranes, la guerrilla, los empresarios mafiosos en sociedad con la Fuerza Armada venezolana.
Entretanto, familiares de las víctimas claman ayuda frente a la tragedia.
Para acallar la verdad, a los oficiales de la FANB no se les ocurrió mejor idea que construir testimonios falsos, obtenidos de pobladores que eran presionados a mentir, diciendo que el derrumbe había arrojado unos pocos muertos (solo 16 según Maduro). Pero la solicitud del militar solo recibía desdén como respuesta y un video lo registró. El oficial, incómodo, se ve lanzando una arenga con la que intentaba estimular a la masa expectante. Pero nada. La gente estaba dolida y rabiosa. Entonces el oficial apeló en su discurso al comodín, recurrió a mencionar al otrora nombre mágico: Hugo Chávez. Fue entonces cuando la poderosa voz de una mujer con la fuerza de la rabia le espetó: “¿Chávez? ¡ese está muerto!”.
Ya Chávez tampoco les funciona.
Objetivamente sobran las razones para el hartazgo, pero interesa evaluar la subjetividad de la lectura de la encuesta Datincorp sobre los porcentajes de rabia, desprecio y vergüenza que acumula Maduro en su contra. Y, por contraste, la esperanza con el rostro de María Corina Machado. Porque los inventos de Maduro para descalificarla, los motes con misoginia, nada de lo que diga Maduro surte el efecto por él deseado. Maduro todavía cree que la gente ignora el saqueo a los recursos, que no compara su hambre con la grosera exposición de la riqueza de sus funcionarios corruptos incluidos él mismo y su mujer. Maduro da bandazos con sus mentiras. Un día inventa un conflicto con Guyana, responsabiliza al imperialismo y se gasta un realero, y al otro día se da besitos con sus enemigos los norteamericanos. Un día jura que los venezolanos no han migrado, acusando a la oposición y al imperialismo por elaborar un montaje, asegurando que son falsas las imágenes de sufridos caminantes huyendo despavoridos hacia Colombia, Perú, Chile o hacia Estados Unidos por la tenebrosa selva del Darién, y después lanza una nueva versión de los hechos: dice que sí hay migración pero que eso es culpa de las sanciones de modo que, si las suspenden, todos regresarán felices.
El hartazgo se ha apoderado del pueblo.
Maduro se enrosca en su propia tragedia. Y ni con un simulacro de inteligencia artificial sube en las encuestas.