Decenas de organizaciones y movimientos sociales, académicos, intelectuales, activistas, venezolanos y extranjeros, toda gente de izquierda, se ha pronunciado a través de un documento contra la imposición del terrorismo de Estado, el control y sometimiento de las instituciones y el nuevo andamiaje legal en Venezuela, al tiempo que denuncian las atroces restricciones a la libertad y la imposición del silencio, ejecutadas por Nicolás Maduro a partir de su derrota y el consecuente triunfo electoral de Edmundo González Urrutia el pasado 28 de julio.
“Y a pesar de esto, la gente sabe lo que pasó”.
El texto es revelador de la marcada distancia que asume la izquierda frente a la máscara de socialista (y/o de chavista) bajo la que Maduro se pretende escudar.
Refiere el documento que en Venezuela solo hay espacio para una amplia unidad en torno a la vida común por la defensa de la libertad y la Constitución. Discurso destacable por ser coincidente con los planteamientos fundamentales de Edmundo González y María Corina Machado y en general del liderazgo triunfador el 28J: Estamos defendiendo la democracia y queremos retomar la libertad, lo que pasa por reconocer la voluntad de cambio expresada en la elección presidencial.
Es un mensaje alentador que convoca además de la unidad a la protesta pacífica y que coloca la mirada en el largo aliento, entendiendo que es una lucha para la que tenemos que organizarnos y resistir, venciendo el desánimo bajo el entendido de que el régimen de Maduro bajo estas circunstancias es insostenible en el tiempo, aunque entretanto signifique para los venezolanos el sacrificio de vidas, la tortura, la persecución, la prisión de inocentes, incluidos niños.
Está claro que Maduro procura el desgaste y activar el sentimiento de derrota. Apuesta a la desesperanza y la imposición del miedo. Ha puesto en marcha al aparato del Estado para aplastar la disidencia, pero no puede hacer desaparecer a 80 por ciento de un país que lo quiere fuera y que por eso perdió.
El tirano se muestra arrogante cuando en realidad tiene miedo. Cuando sí es creíble es en su rol como miembro de una banda criminal, mientras se limpia restos de sangre de sus manos: “sí perdí ¿y qué? Ahora te la calas, y si no te gusta, te mato o te pongo preso, a ti y a toda tu familia; mejor si tienes muchachitos para torturarlos también, a ver si no me vas a reconocer”, poco le falta decir.
En ese sentido los cambios en el gabinete exponen el diseño de la represión en el que destaca la designación de Diosdado Cabello, ahora su Torquemada privado, que nunca ha gozado de su afecto pero que eso poco importa ahora. Del resto, el peso queda sobre Vladimir Padrino López y sus quizás dos mil generales que siguen percibiendo ganancias de la estructura criminal de la dictadura.
También Maduro fortalece el equipo que tiene el encargo de garantizar y controlar los ingresos sostenidos sobre actividades ilícitas con políticas complejas de triangulaciones financieras para cobrar, por ejemplo, cargamentos de petróleo no declarados. Es obvio que igualmente se prepara para nuevas sanciones.
Así, la presentación del nuevo gabinete retrató el equipo que queda aferrado al jefe del cartel.
Destaca de manera nada sorprendente la atadura oficializada con Cuba al entregarle la seguridad e inteligencia militar, sostenida en la infiltración en los barrios porque tal como le dijo Fidel Castro a la historiadora y antropóloga Elizabeth Burgos sobre los cubanos: se trata de un equipo de mercenarios del poder.
Lo de Cuba es tan descarado que Maduro tuvo la desfachatez de nombrar ministra de Turismo a Leticia Gómez nacida en Cuba miembro del G2 y ahora nacionalizada, que ingresó a Venezuela de la mano de Manuel Marrero Cruz actual primer ministro en La Habana.
Ese gabinete es el retrato de la mafia venezolana. De una élite que intenta pisotear a los ciudadanos decididos a resistir y que esperan el apoyo de los gobiernos del mundo libre.
Lo que pretenda Maduro no convierte sus acciones en un plan sostenible, así como un repliegue estratégico de nuestra parte no nos convierten en derrotados.
A la tiranía hay que subirle el costo de lo que está haciendo. Llegó el momento de unir fuerzas y afinar estrategias porque tenemos que continuar. Lo hacemos bajo la certeza por todos conocida de que ellos son minoría y de que Maduro perdió.
Nuestra mayoría no está en discusión. Contamos con un liderazgo sólido, unido, que con valentía está dando una batalla que probablemente sea de largo aliento. Así que a resistir. Es muy rudo, pero no hay otra. Además, el mundo entero sabe que ganamos.
Lo dijo María Corina en la calle al cumplirse un mes de las elecciones: “verlos a cada uno de ustedes tiene el mayor significado y mucha fuerza porque es un pueblo indomable que sabe que nos tenemos que cuidar para poder terminar nuestra tarea y llegar hasta el final”.