Nada más difícil que concentrarse en escribir mientras habla Nicolás Maduro. Y ahora lo hace a cada rato. Todos los días se encadena. Entre tanto vienen a mi mente decenas de imágenes que han retratado a los venezolanos en los últimos días. No son escenas gratas de ver, las que van circulando por el mundo. Se trata de golilleros disputándose un electrodoméstico, de comerciantes bajando la cabeza o negociando con el gobierno, del consumismo exacerbado, y de la política electorera que ofrece espejitos a cambio del voto.
Es muy triste. Quienes están en el poder se mantienen desde la estrategia de convertir a los ciudadanos en delincuentes. La decencia se convierte en obstáculo. El chavismo ha resultado experto en crear un sistema de peajes impresionante. Han transformado a Venezuela en un país donde los “pranes” y los motorizados tienen más poder que cualquier institución –si es que se puede seguir hablando de instituciones en nuestro país- donde los enchufados desplazaron a los profesionales, donde el tiempo de trabajo fue sustituido por tiempo para hacer cola.
Yo recuerdo otro país. No hace tanto de ello. Ahora Venezuela es fango. Una arena movediza. Llevamos 15 años enganchados con un grupo de miserables que nos van hundiendo a todos, amén de saquear al país.
La oferta de esperanza es el 8D. Y para ello tenemos que fajarnos porque lo absurdo es tener que convencer a los propios opositores. Hacerles entender que a quien favorecen con la abstención es a los representantes del gobierno.
Pero así somos. ¿O no?
