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En el mundo libre hay consenso de que Maduro fue derrotado. ¿Quién resultó ganador entonces? Aquel que pueda probarlo. Y así lo han hecho tanto el candidato favorecido Edmundo González Urrutia como la líder de la oposición María Corina Machado, quienes han documentado y hecho públicas las actas que reflejan la decisión expresada por más de siete millones de venezolanos.
Es imposible que el pueblo venezolano no se sienta traicionado cuando el mundo ha constatado que está siendo aplastado por una fuerza militar que lo reprime brutalmente -en especial a los más desposeídos- por exigir que su voto sea respetado.
Se trata de escollos injustos, acciones inmorales y despiadadas, para un pueblo que lucha.
¿Cuál es la urgencia de Maduro al arriesgarse a cruzar la línea roja y ordenar apresar a Edmundo González Urrutia, claro ganador de la elección presidencial del pasado 28 de julio?
Los números le confirman a Nicolás Maduro que mientras el rechazo hacia su persona ha crecido aún más, el apoyo y la admiración hacia González Urrutia se ha multiplicado con solidez a pesar de la sanguinaria represión. Además, Maduro ahora duda de su entorno. Para él ha perdido credibilidad Jorge Rodríguez y con él, los encuestadores convenientemente optimistas de su triunfo antes del 28J, como lo fueron Luis Vicente León y Oscar Schemel; porque la verdad creer el cuento del empate técnico y la promesa de que una pequeña diferencia posibilitaría amañar el resultado, y que eso no sucediera, fue un duro golpe para Nicolás.
A la tiranía hay que subirle el costo de lo que está haciendo. Llegó el momento de unir fuerzas y afinar estrategias porque tenemos que continuar. Lo hacemos bajo la certeza por todos conocida de que ellos son minoría y de que Maduro perdió.
Nuestra mayoría no está en discusión. Contamos con un liderazgo sólido, unido, que con valentía está dando una batalla que probablemente sea de largo aliento. Así que a resistir. Es muy rudo, pero no hay otra. Además, el mundo entero sabe que ganamos.
Lo dijo María Corina en la calle al cumplirse un mes de las elecciones: “verlos a cada uno de ustedes tiene el mayor significado y mucha fuerza porque es un pueblo indomable que sabe que nos tenemos que cuidar para poder terminar nuestra tarea y llegar hasta el final”.
El malandraje de la tiranía reina a plenitud bajo las órdenes de Nicolás Maduro. Los organismos de seguridad se dedican a cazar víctimas. Las tarifas varían según las circunstancias en lo que se ha configurado como el nuevo sistema con el que militares y policías obtienen ingresos adicionales.
Un terrorismo de Estado que procura aislar a los ciudadanos cortando los puentes de comunicación y que además encarcela a quien expresa de manera privada lo que piensa sobre los cobardes que no reconocen el voto de más de 7 millones de venezolanos.
Maduro ratifica las razones para ser despreciado.
Lo terrible es que la podredumbre no es exclusiva de los organismos de inteligencia o seguridad.
Maduro nunca ha sido un demócrata, por eso los cubanos lo escogieron como el sucesor de Chávez. Con él una negociación está casi descartada.
Entonces ¿por qué corrió el riesgo de medirse en elecciones? Porque confió en el poder de coacción del régimen sobre el pueblo con chantaje y amenazas, en la imposición del miedo, en los recursos inyectados para operativos que arrastrarían bajo presión a votantes, y en la trampa final, en esos ajustes con los que el Consejo Nacional Electoral podía inyectarle entre 500 mil y 700 mil votos si la cosa estaba muy ajustada. ¿En qué basaba su optimista expectativa? Básicamente en la información suministrada por dos personajes que ahora son objeto de la ira de Nicolás en los últimos días: Jorge Rodríguez y Diosdado Cabello.
Maduro perdió de manera escandalosa en un país que lo castigó y que optó por confiar en su dirigencia organizada y eficiente. Venezuela votó por el bien.
Su derrota se alojó en su mirada congelada y su represalia desde entonces ha sido colocar a Venezuela bajo estado de sitio. La élite militar y grupos violentos con permiso de matar han ido sumando víctimas. La persecución sistemática ha operado bajo las dificultades de los periodistas para informar porque la censura es feroz. Los pocos medios que sobreviven están bajo ataque. Y Maduro quiere más sumisión, aspira aislar a los venezolanos, bloquear las redes sociales y convertir el relato oficial en la única verdad.
El asalto a un cargo que no obtuvo por los votos le ha exigido quitarse la careta ratificando las razones que lo han llevado a la Corte Penal Internacional por crímenes de lesa humanidad, ahora con un elemento adicional: Hacerse con el poder ilegalmente, agravado con una cacería implacable de la legítima protesta. No dudó Maduro en ordenar reprimir con el consecuente registro de muertos y heridos atacando además a los sectores populares que durante mucho tiempo fueron chavistas.
Reprime también con las tenazas de la censura o con las prácticas de los nazis activando aplicaciones y otros canales que invitan a los ciudadanos a delatar a sus vecinos o demás conocidos que participen en acciones de calle.
No deja de llamar la atención que Maduro tiene el descaro de culpar a la oposición de unos males solo atribuibles a 25 años de desgracia del chavismo. Y mientras Maduro promete mentiras que nadie cree, María Corina Machado y el próximo presidente Edmundo González Urrutia, ofrecen abrazo y sacrificio. Además, el discurso de ambos ha reafirmado la decisión de brindar alternativa a quienes alguna vez creyeron en el chavismo o a aquellos que bajo presión fueron obligados a militar en sus filas. La transición está servida.
Hay que decirlo: el liderazgo opositor se ha fortalecido en este proceso. Con María Corina Machado a la cabeza, los partidos políticos de la plataforma unitaria han contribuido decididamente a organizar la ruta a la retoma de la libertad