La conocí desde que nací. Por eso el encuentro personal me pareció sólo una formalidad, casi un acto rutinario. Un encuentro para un café entre unas amigas de toda la vida. Isa Dobles se apareció radiante con ese pelo rubio, abundante que batía con rebeldía y al que nunca le salieron canas. A partir de ese día, en mi casa en diciembre sólo se comieron sus hallacas, y el día de las Madres no existían si ella no estaba junto a mi mamá.
Isa era una mujer fascinante, arrolladora. Nadie entendía cómo podíamos trabajar juntas. Los vaticinios aseguraban que la relación laboral entre ella y yo iba a ser un sangriento choque de trenes. Quienes eso aspiraron se quedaron con las ganas. Nos juntamos con la naturalidad de unas aliadas, con la fuerza de un gran secreto, con la comunión del amor por la libertad. Siempre estaba alegre. Detestaba la vejez.
Isa era una pancarta llamada democracia. Bolivariana de verdad, recreaba la historia venezolana. Llevaba en su ADN el amor por su padre adoptivo Alejandro Oropeza Castillo quien la envolvió con calidez en el mundo de la política. Grandes personajes quedaron fascinados con el desparpajo que Isa los trataba, sin entender que a ella eso le salía natural. Poderosos quedaron seducidos con ella y a muchos se dio el lujo de despreciarlos.
Amante eterna, me hizo prometerle que no revelaría los secretos de sus relaciones afectivas y sexuales con hombres que cualquier mujer envidiaría. El sublime respeto por sus hijos, conmovía. Generaba pasiones y ella era apasionada. Tal vez por eso le fastidiaba tanto que su cuerpo no respondiera igual con el paso de los años.
Trabajadora incansable. Escribía, leía, cocinaba, construía unas colchas maravillosas, forraba sus muebles. Le encantaba ser anfitriona en su casa.
Bebía poco, pero disfrutaba con sensualidad el cocktail Manhattan. Creaba todo el tiempo. Ella misma era su producto. Sus perros, sus amados perros, eran su debilidad.
Disfrutaba el periodismo a rabiar. Lo ejercía en todas las instancias. Era imposible no contagiarse.
Isa era una militante de la amistad. Solidaria, honesta, afectiva, sincera. Era mi confidente hasta en silencio.
El vacío que ha dejado es inmenso.