Mi intervención en la audiencia ante la Cámara de Representantes del Congreso de EEUU
6 de Noviembre 2015
Audiencia para debatir:
"Las deplorables violaciones a los Derechos Humanos en Cuba y Venezuela"
Kluivert Roa suplicó al policía: "por favor no me mate, no me mate". El funcionario le disparó a muy corta distancia en la cabeza con una escopeta calibre 12 que contenía perdigones de plástico, lo que causó una lesión mortal en su cráneo. Kluivert tenía 14 años de edad. Según cuentan testigos, Kluivert salía de clases y se tropezó con una manifestación de jóvenes en San Cristóbal, ciudad al suroeste venezolano. Kluivert como buen samaritano, pues era un miembro scout, se detuvo a ayudar a otro estudiante que había sido herido. Fue tomado por sorpresa por un efectivo de la Policía Nacional Bolivariana, quien lo mató estando de rodillas. Sucedió el 24 de febrero de 2015.
El pasado año, 24 mil 980 ciudadanos fallecieron víctimas de la violencia. Somos el segundo país con más homicidios en el mundo.
Además, en Venezuela hay 74 presos políticos, más de 2000 personas tienen procesos judiciales pendientes, y 3775 detenciones se han ejecutado solo por manifestaciones durante el año pasado, con violaciones al derecho a la defensa y al debido proceso, con torturas y tratos crueles, como descargas eléctricas, violación sexual, actos lascivos, amenazas de violación, asfixia con bolsas de plástico, múltiples fracturas, entre otras lesiones.
El 17 de junio pasado, Beatriz Lara, reportera del diario "El Aragüeño", fue esposada a un poste de electricidad durante un par de horas en medio de una cobertura periodística que molestó a funcionarios policiales en el centro del país. La reportera, junto a un camarógrafo, fueron sometidos en la calle bajo una fuerte golpiza acompañada de insultos y patadas. Como si no fuera suficiente tal vejación, a la periodista la desnudaron alegando que tenía un arma en sus partes íntimas. Para probar que no era así, tuvo que saltar en cuclillas, como un canguro.
Estos hechos y muchos otros, los desconoce la mayoría del pueblo venezolano por el férreo control de los medios sobre el que se soporta el régimen de Nicolás Maduro, encargado de silenciar la verdad, sembrar el terror y distorsionar los hechos a su conveniencia.
El sistema de justicia venezolano –si así puede llamarse- es utilizado para censurar, para castigar el ejercicio del periodismo, para amedrentar. Periodistas y propietarios de medios nacionales y extranjeros, somos perseguidos por órdenes de tribunales, amenazados por los jerarcas del régimen y expuestos al odio público, dejándonos a la intemperie de bandas delictivas protegidas por el gobierno.
En otros casos, los medios de comunicación han sido arrodillados bajo varios sistemas de presión, o han sido adquiridos por el propio gobierno para convertirlos en aparatos de propaganda.
La pequeña ventana -aunque vital- que representan las redes sociales, es debilitada con detenciones contra tuiteros apresados durante meses sin juicio. Y como es rutina en un país sin independencia de poderes, ya la Fiscalía General anunció inminentes controles a las redes sociales.
Pero también las fuentes de información son perseguidas. Médico que denuncia, va preso. Igual destino le espera en su área a un educador, un sindicalista, un comerciante, un usuario que se queja de la escasez o que grita corrupción, ni qué decir un político, a quien siempre desean fulminar.
Grave peligro corre también todo aquel que protege desvalidos, o defiende los derechos humanos. Ni siquiera dos intentos de suicidio del abogado Marcelo Crovato, durante meses ubicado en una cárcel para delincuentes de alta peligrosidad, movieron la piedad de sus verdugos. Todavía Marcelo desconoce de qué es acusado. Al menos ahora tiene casa por cárcel, pero ya puede ser tarde. Su salud se deterioró severamente.
Esta situación no es nueva. En lo personal he sido perseguida del régimen desde el año 2001, con por lo menos 20 juicios, investigaciones o acusaciones públicas graves. En 2005 fui encarcelada. He acudido a los organismos internacionales pero los ataques no han cesado, ni siquiera ahora que vivo en Estados Unidos.
Quiero llamar la atención respecto a las acciones del presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, militar investigado en este país por sospechas de su vinculación con el narcotráfico, quien utiliza medios de comunicación del Estado para ilegalmente destruir la reputación de todo venezolano decente, utilizando un lenguaje más cercano al jefe de una banda delictiva. Pueden tener la seguridad de que esta intervención acá desatará su furia.
Pero el miedo no me puede detener.
Todos estamos en peligro en Venezuela cuando se levanta la voz contra el régimen.
Bajo estas terribles circunstancias, Venezuela se acerca a elecciones parlamentarias el 6 de diciembre, mientras Maduro sin recato anuncia que no permitirá la observación internacional y que ante una eventual derrota, encabezará una acción popular. Y esto ocurre ante los ojos del mundo.
Me pregunto cómo estaría hoy Venezuela si gobiernos democráticos, hubiesen escuchado las alarmas que vienen sonando desde hace más de una década.
El régimen de Maduro incumple las leyes y viola los derechos humanos. ¿Acaso no es cómplice todo gobierno o ente internacional que en conocimiento de esta realidad, calla, o no actúa con diligencia? ¿Acaso los acuerdos internacionales no son suscritos para cumplirlos y hacerlos cumplir?
Hace pocos días, la publicación de la foto de una aspirante a policía del régimen de Maduro, se hizo viral en las redes sociales. Esa chica de 18 años, aparece sonreída con una granada en sus manos, igual a como lo hacen las bandas delictivas que asesinan gente en mi país.
Me niego a que ese sea nuestro futuro. Tampoco quiero que se extienda por el continente.
Lo confieso: nos sentimos desvalidos. En todo caso, gracias a ustedes por escucharme hoy. Hay esperanzas.
Ibéyise Pacheco
A la salida de la reunión con la Cámara de Representantes, junto al Congresista Duncan, Adriana López y Carlos Vecchio